Asimismo, el intento de Ponsatí de enmendar el "procesismo"
La exconsejera y eurodiputada por Junts intenta crear un nuevo espacio independentista de la mano de Jordi Graupera
El nacimiento de esta formación es fruto de un desencuentro. La eurodiputada Clara Ponsatí inicia este proyecto más distanciada que nunca de Junts, el partido que la incorporó como independiente tras su paso por el Govern que dio el 1-O. Las desavenencias con Carles Puigdemont por la estrategia del independentismo vienen de lejos, pero se da la paradoja de que todavía es eurodiputada de la candidatura del expresidente en las elecciones europeas del 2019, a la espera de la amnistía. El juez Llarena la dejó en libertad tras su regreso a Catalunya -está acusada solo de desobediencia tras la derogación de la sedición-, pero sigue ocupando el escaño que le otorga inmunidad hasta las europeas de junio.
Le acompaña en esta aventura el filósofo Jordi Graupera —además de personalidades culturales como los escritores Miquel de Palol, Anna Punsoda y Carlota Gurt, los músicos Roger Mas y Joan Magrané y el actor Joel Joan—, que ya va probar suerte en las elecciones municipales de 2019 en Barcelona con Primarias. Entonces se presentó con una candidatura bendecida inicialmente por la ANC que obtuvo menos del 4% de los votos y que no entró en el consistorio.
En esta ocasión presentaron la formación y sólo diez días después se convocaron los comicios. Por eso sus expectativas son bajas, y en su puesta de largo recordaron que el suyo es un proyecto a largo plazo. Su campaña ha sido sobre todo digital y "quirúrgica", en la captura del independentista abstencionista. Se presentan contra la "política de rendición" de los partidos independentistas, que ven "pacificados y sometidos a España", y sitúan la lengua -con la polémica propuesta de una doble red de enseñanza que sustituya a la inmersión, con centros 100% en catalán y centros que combinen lenguas— y la oposición a los macroproyectos como puntos clave del programa.
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Ninguna encuesta les da posibilidades de entrar en el hemiciclo, y muchas ni los contemplan en intención de voto. En su puesta de largo el día de Sant Jordi recordaron que el suyo es un proyecto "a largo plazo". Quedar fuera sería empezar la singladura con mal pie y el proyecto quedaría cuestionado.
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Entrar en el Parlament sería aceite en una lámpara, significaría ser la gran sorpresa de la noche electoral.
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Si entrar en el hemiciclo ya se les aventura complicado, hacerlo holgadamente es, según todas las encuestas, una quimera. Pero ellos sería un gran éxito