Del independentismo mágico al mejor catalanismo

2 min
Isla y miembros de su partido celebrando la victoria

BarcelonaDesde que el bipartidismo desapareció del Parlament y la alternancia pasó a estar condicionada por mayorías independentistas para las que la solución a todos los problemas era romper con España, el debate político dejó de adentrarse en la difícil resolución de problemas sociales que cada vez son más complejos.

La mayoría de los candidatos han hablado, aunque menos de lo que yo hubiera querido, de mejorar los servicios públicos y de reivindicar lo que en el pasado había sido el orgullo del catalanismo, cuando los servicios catalanes de calidad eran la presentación de Catalunya ante el mundo. Pero estos años de desconfianzas, puñaladas dialécticas y descalificaciones han dejado muchas heridas que hacen difíciles los acuerdos de largo alcance y mirada generosa.

El PSC ha ganado las elecciones y Salvador Illa es el protagonista de la noche de ayer. Tras catorce años, un PSC distinto –porque la política ha cambiado mucho– puede volver a la presidencia de la Generalitat. Ahora bien, quienes ven seguro un tripartito de izquierdas no tienen presente todo lo que se ha desgarrado durante el llamado Procés. Por otro lado, en el bloque independentista, Puigdemont ha intentado que volviéramos a confundir persona y nación, y nación y partido, hasta el punto de no respetar el tiempo del todavía president Aragonès.

Nación y servicios públicos

La Catalunya que votó ayer ha cambiado sociológicamente. Un porcentaje importante de los jóvenes que se han incorporado a votar se dejan seducir por los cantos de sirena de la extrema derecha. Es el mayor problema de los que han señalado las urnas. Si de verdad queremos apagar el fuego del odio que destruye la cohesión social, son necesarias políticas transformadoras. Pero no veo fácil configurar gobiernos fuertes que puedan llevarlas a cabo para revertir el retroceso en equidad. En este sentido, quizás fue precipitado por parte de ERC decir ayer que los ciudadanos lo han llevado a la oposición, descartando la posibilidad de participar en un gobierno en un tiempo clave, en un momento necesario. Las generaciones heridas que se han alejado de la política solo volverán a dejarse seducir por la nación catalana si volvemos a demostrarles que la calidad y la inteligencia son el sello de la red pública, empezando por el transporte público pulcro e infalible. No ha sido esto, por ejemplo, lo que ha intentado transmitir el ex president Puigdemont; su resentimiento personal no puede hundir de nuevo los problemas de la sociedad catalana en un mundo irreal.

Salvador Illa debe dirigir estos tiempos difíciles. Merece la oportunidad sabiendo que, si quiere el apoyo de unos comuns a la baja y el apoyo puntual de ERC, deberá situarse en la vanguardia pedagógica, sanitaria, social, urbana y de equilibrio ecológico.

Que vuelva el debate de calidad, que devuelvan el entendimiento y el acuerdo. Que vuelva el mejor catalanismo, el que reconoce la diversidad. La ciudadanía lo ha pedido claramente. La Generalitat, el gobierno de todos, nació para servir a una nación que aspiraba a demostrar que, cuando se autogobierna, la nación se fortalece y los ciudadanos reciben la mejor de las atenciones. El PSC debe recuperar la mejor de sus tradiciones y anhelos.

stats