Toponimia

"A mí no me ha votado Pompeu Fabra": los nueve municipios que se niegan a catalanizar su nombre

Sólo uno ha iniciado los trámites para seguir las normas del Institut d'Estudis Catalans

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Vista general del pueblo de Cabacés

BarcelonaEn el municipio de Cabacés Junts y ERC acordaban en julio cambiar la grafía castellana por la normalizada en catalán y cumplir así con la ley de política lingüística y de memoria histórica rebautizándose como Cabassers. La normalización llega 40 años después que la Generalitat impulsara la normalización de todos los topónimos y que hasta ahora el Ayuntamiento de este pueblo del Priorat se negara porque consideraba que no era una prioridad.

Cabacés era el nombre oficial antes de que el Instituto de Estudios Catalanes (IEC) en 1933 lo corrigiera por la forma que se adapta a la ortografía catalana y la etimología. Sin embargo, el franquismo recuperó el nombre prenormativo hasta que en 1983 la Generalitat recuperó la grafía genuina. En 1989, después de que en 1985 el Ayuntamiento pidiera al Gobierno recuperar la forma incorrecta, se oficializó el topónimo vigente.

Lo denuncia Carles Prats, impulsor de la asociación Cabassers.org, que lleva décadas exigiendo que se revierta. Ahora, como concejal de Junts, había logrado un acuerdo verbal con ERC, que gobierna con mayoría absoluta desde el 2019, para cambiar el nombre del pueblo, pero alerta de que no está hecho: "Esquerra ha roto el acuerdo y ahora quiere hacer una consulta". El alcalde, Jaume Pujals, lo confirma: "Hicemos una reunión con los vecinos y quieren votarlo, y así lo haremos porque no se cambiará el nombre para que lo diga un señor que nos acusa de franquistas". "A mí no me ha votado Pompeu Fabra", añade el alcalde, quien dice que aceptaron empezar el melón ahora para "acabar con el circo", aunque ni pone fecha a la consulta porque "ahora la emergencia es la sequía".

El caso de Cabacés no es excepcional. Hay otros ocho municipios (todos con gobiernos independentistas, excepto uno independiente) que tienen topónimos no normativos y que, por tanto, no pueden ser oficiales, como recoge la ley de política lingüística. Capmany, Lladó y Rialp también tienen nombres prenormativos que el franquismo impuso, dice Prats, como "represión de la lengua para deshacer la normativización que la Generalitat impulsó en 1933". Ninguno de los tres se plantea catalanizar el nombre y que pasen a llamarse Campmany, Lledó de l'Empordà y Rialb.

Lo corrobora el alcalde de Capmany, Joan Fuentes. "No vamos a cambiarlo porque el debate no existe. El topónimo Capmany tiene una raíz indudablemente catalana (ninguna), y tampoco se está vulnerando la ley de memoria democrática, dado que la actual denominación no proviene de la imposición franquista sino de un acuerdo del pleno en 1984 que la Generalitat avaló". El alcalde de Junts de este pueblo del Alt Empordà subraya que "el informe del IEC no es vinculante" y se aferra a la documentación histórica, como un sello del siglo XV, para defender que se conserve el nombre actual.

Sello con la inscripción de Capmany del siglo XV

En la misma comarca, el Ayuntamiento de Lladó tampoco piensa cambiar la a por la e como defiende el IEC. Joaquim Tremoleda, primer teniente de alcalde, rechaza que se trate de un nombre franquista. "Lladó tiene 400 años de historia y el franquismo, 40", dice mientras recuerda que la Generalitat también secundó mantener la denominación actual en 1984. "Es una polémica artificial porque la gente del pueblo no quiere que se cambie", remacha antes de sugerir que el nombre podría venir de los almeces pero también de otra cosa. Y critica que se añadiera de cola la comarca para diferenciarse del otro pueblo de la Franja con el mismo nombre. "Ledó del Empordà no tiene ninguna base histórica".

La CUP diverge en dos municipios

En los otros cinco casos, el franquismo no intervino. Se trata de Navàs, Figaró-Montmany, Massanes, Torrelavit y Forallac. En los dos primeros, la CUP mantiene un posicionamiento divergente. Si a Navàs los cuperos, que gobiernan, se han negado a cambiar el nombre y ponerle a Navars; en el segundo, desde la oposición, reclaman que pase a llamarse el Figueró y Montmany.

"Con el retroceso lingüístico no empleamos batallas en pequeños debates que no existen", lamenta Jaume Casals, alcalde de Navàs del 2011 al 2019. "Es un nombre de 1937, de legitimidad republicana porque antes se llamaba Castelladral, que es el nombre que recuperó el franquismo antes de rebautizarlo como Navás con el acento cerrado en los 60".

Navàs, en una imagen panorámica

En el Figaró, la CUP es el único partido que defiende corregir un nombre que proviene de higuera. "Algunas entidades han puesto el nombre bien", expone el concejal Jordi Enériz. TxF, que gobierna con mayoría absoluta, se aferra a la consulta realizada hace 20 años, en la que los vecinos rechazaron el cambio. También ERC. Marta Armadà admite que el nombre está mal escrito, pero dice que no van a dar ningún paso si el Govern no lo exige: "Respetamos la decisión de los vecinos".

Los otros tres casos son curiosos. Uno de los más incongruentes es el de Massanes: "Ambos topónimos comparten la etimología hasta el punto de que Maçanet deriva de Maçanes", denuncia Prat. "Torrelavit es una creaciónad hocporque combina los nombres de los núcleos de Terrassola y Lavit, mientras que Forallac surge de la primera sílaba de Fonteta, la segunda de Peratallada y la tercera de Vulpellac, con un nombre Frankenstein”, concluye Prat.

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