Las Fallas y la moción de censura

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Militants y dirigentes del PCE, entre ellos Ramón Tamames, celebrando la legalización del Partido  Comunista el 1977.

BarcelonaPara ser una iniciativa que no tiene ninguna posibilidad de prosperar, la moción de censura de Vox y Ramón Tamames acapara prácticamente toda la atención mediática con una intensidad desconocida desde hace tiempo. Me temo que la actualidad política se sigue frecuentemente con cierta lejanía, como un sonido de fondo, y con algo más de atención cuando se produce alguna estridencia o hecho singular. Quizás es por eso último que la aparición de Ramón Tamames como protagonista de la moción, en su condición de candidato a la presidencia del gobierno, ha creado tanto interés. Es decir, que el factor clave puede ser la singularidad del personaje, que después de haber sido uno de los hombres de confianza –algunos dicen que mano derecha– del ex secretario general del Partido Comunista de España (PCE), Santiago Carrillo, ahora, pasadas cuatro décadas largas, aparece como el hombre en quien ha pensado la extrema derecha para representar a los dirigentes y los votantes de Vox en el Congreso de Diputados para intentar dar el golpe definitivo al gobierno de Pedro Sánchez.

Francamente, sin Tamames toda esta operación sería muy diferente. De entrada, porque Vox ya presentó una moción de censura. Y no le sacó partido. Mi criterio es que esta vez tampoco sacará grandes réditos. Lo que han conseguido es generar curiosidad. Es eso de “mira qué hacen ahora esta gente”. Personalmente para Tamames sí es importante, porque esta iniciativa lo devuelve al centro del escenario. Es como si la industria cinematográfica lo volviera a invitar a la entrega de los Oscars de Hollywood, después de muchos años de soledad, sin que ninguna productora le ofreciera un contrato. El país volverá a oír la voz de Tamames, el economista polifacético que un tiempo fue diputado y dirigente comunista, reivindicando sobre todo la unidad de España y la defensa de la Constitución del 78.

Escuchando la comparecencia conjunta de Abascal y Tamames, el pasado jueves, esta fue la impresión que se sacaba. Abascal estaba contento porque lo que era importante era haber encontrado a un personaje conocido, capaz de despertar curiosidad, y dispuesto a convertirse en un fenómeno comunicativo en contra del gobierno de Pedro Sánchez. Y para Tamames lo que era relevante era volver a salir al escenario, tener al público cerca, que lo miren por la calle y le den ánimos o le suelten algo no tan agradable, da igual. La cuestión es aprovechar la oportunidad para repetir en el Congreso las ideas que expone en la mesa con los amigos. ¿Y qué ideas son estas?

No se tiene que rascar mucho para encontrarlas. Yo decía que una destacada es la defensa de la Constitución, y ya resulta curioso que sea así. Es decir, hace mucho tiempo que es contradictorio ver cómo Vox va una semana sí y otra también al Constitucional para plantear recursos argumentando que es el gobierno de Pedro Sánchez el que está desmontando la Constitución, porque lleva en la cabeza la idea de destruir España de la mano de los nacionalistas y los independentistas. Que sea Vox, precisamente Vox, el partido que dice preocuparse de la solidez y la estabilidad de la Constitución demuestra cómo ha cambiado este país desde el comienzo de la crisis del bipartidismo. Es más contradictorio que ver al PSOE defender el sistema de la monarquía parlamentaria, dadas sus raíces republicanas.

Pero no penséis que esto le saldrá muy bien a Vox. Serán unos días de focos mediáticos. Pero vaticino que será como las Fallas. La Noche del Fuego, todo quemado. Y después ceniza y humo. Para ganar unas elecciones hay que desgastar al rival tanto como se pueda. El gobierno es el ninot principal del combate político. Una buena cerilla y que no quede ni rastro. Pero Sánchez tiene tomada la medida de Abascal y Vox. Lo tiene demostrado en las sesiones de control al gobierno. Y en la experiencia de la anterior moción de censura, en 2020. Ahí quien hizo un buen papel fue Pablo Casado. Le dijo de todo a Abascal. Luchaban por el mismo bistec. Habían tomado parte en aquella fotografía de la plaza de Colón de Madrid, con Albert Rivera. No ha llovido tanto, no hace tanto tiempo, fue en febrero de 2019. Pero de aquellos tres protagonistas solo queda uno en pie.

Casado y Rivera están desaparecidos en combate, absorbidos hasta el centro de la tierra por sus propios errores. Ese día, en Colón, se equivocaron de fiesta. Feijóo no ha caído en la misma trampa. Ahora, ni siquiera sacará la cabeza por el Congreso para ver la moción de censura. La seguirá desde el despacho, donde podrá hacer comentarios más sarcásticos sobre todo el mundo sin tener que mantenerse rígido e inexpresivo en la tribuna de la cámara. Feijóo espera su momento. No se cree las encuestas del CIS y confía en que el PP haga un buen resultado en las municipales y autonómicas del próximo 28 de mayo. Después saldrá a decir hasta qué punto han ganado en número de votos y cómo les ha ido de bien a algunas de las ciudades más importantes, entre ellas Madrid.

Después de esta moción de censura, la pista a seguir es la de Feijóo. Se ha juntado con la patronal para oponerse al acuerdo sobre las pensiones. Dicen que este pacto es inseguro y una amenaza para el futuro, para la sostenibilidad del sistema más allá del corto plazo. No importa mucho que en Bruselas no se hayan puesto objeciones relevantes. Da igual. Es año electoral y toca oponerse. Habría hecho lo mismo fuera cual fuera el acuerdo al que se hubiera llegado con los sindicatos. Digámoslo otra vez: es momento de fallas, queremos incendios controlados y pasar página. Leña, leña y más leña. Se tiene que demostrar que la oposición real, la práctica, la efectiva, es la del PP, no la de Tamames, que suerte tendrá Vox si no resultan ellos los quemados.

En otro país, o en otro momento, Tamames habría podido ser una especie de senador vitalicio, mantenido y honrado por el presupuesto del Estado, agradecido por su tarea profesoral y por haber ayudado a conducir a Carrillo por el buen camino de la reforma —y no de la ruptura— durante la Transición. Pero aquí lo llevamos a las Fallas de la moción de censura, a ver si ya lo podemos quemar todo y nos quedamos más tranquilos esperando la traca final, que debe de ser la de la modificación de la Constitución para acabar con las autonomías, como querría Vox. Menos mal que Tamames habla de nación de naciones, para decir después que en Catalunya hace falta más castellano en la escuela. Menos mal que llega la moción de censura, porque ahora sí que lo tendremos todo más claro.

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