Feijóo saca provecho del error de Abascal

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Alberto Núñez Feijóo en el Congreso con Santiago Abascal en segundo plano.

MadridEl PSOE lleva casi una semana aplaudiendo con las orejas. No es que al gobierno y socialistas les falten problemas, pero viendo la crisis entre el PP y Vox se sienten reconfortados. El hecho es que mientras Pedro Sánchez se ha paseado en los últimos días por Washington dando ánimo al presidente estadounidense, Joe Biden, ante el reto de demostrar la fortaleza exigible como candidato a la reelección, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo , ha tenido que dedicar el tiempo al movimiento de tierras promovido por Santiago Abascal. Hay mucha gente –en especial entre los propios populares– que dicen estar convencidos de que la salida de la extrema derecha de los gobiernos autonómicos no les hará ningún daño, sino que, por el contrario, es una buena noticia. Seguramente tienen razón, porque el cabreo de Vox es el resultado de un gran error de cálculo. En la sociedad española naturalmente hay sectores reacios respecto al fenómeno de la inmigración, pero ante una crisis como la que viven en Canarias el sentimiento mayoritario –me atrevo a decir que mucho mayoritario– es de carácter solidario.

La actitud de Vox, por tanto, no perjudica al PP, aunque le proporcione dolores de cabeza. Dudo mucho de que la extrema derecha obtenga rentabilidad de su oposición al reparto de los inmigrantes menores de edad entre las comunidades autónomas. Y, en cambio, la aceptación del diálogo sobre esta materia da a los populares una mayor solidez como alternativa de gobierno, a pesar de las propuestas extraviadas de algunos de sus dirigentes, como la de utilizar los barcos de la marina española para hacer frente y impedir las corrientes migratorias. Ni en período electoral habría tenido Vox un apoyo generalizado a su hostilidad ante la inmigración. Le habría hecho falta alguna circunstancia especial, dolorosa, para sacar provecho importante de sus prejuicios o de hipotéticos brotes de xenofobia entre la población. Todo el mundo puede entender perfectamente que una cosa es pedir seguridad en el control de fronteras y otra dejar morir a la gente en medio del mar. Y si no los abandonas y llegan a tus costas, debes acogerlos de la mejor manera que puedas, sobre todo si son menores absolutamente desprotegidos.

Que Vox se ha pasado de frenada –y probablemente lo pagará caro en términos políticos– se refleja bien en la reacción de una parte de sus dirigentes en varias comunidades, que no quieren dejar los cargos institucionales que han estado ocupando desde de las últimas elecciones autonómicas, en mayo del pasado año. No miento ahora a las municipales, celebradas en la misma fecha, porque como veremos es un caso aparte. Quien me imaginaba estos días era la presidenta de Extremadura, María Guardiola –que tan contraria fue a los pactos con la extrema derecha– celebrando en su despacho la ruptura con Vox. Pero lo hemos visto, en cambio, presentándose satisfecha por explicar que su consejero de Gestión Forestal y Mundo Rural, Ignacio Higuero, no se pliega, sino que se queda.

Hace un año, cuando la dirección del PP le obligó a pactar con el partido de Abascal, Guardiola acababa de descartar esta opción calificando a los líderes de Vox y su ideología de machistas, xenófobos y racistas. ¿Qué ha cambiado? En substancia, que Higuero se queda, pero se va de Vox. Y su permanencia tiene recompensa porque implica el mantenimiento de un sueldo de 76.000 euros. Hay más casos y un rico anecdotario derivado de la ruptura de los pactos entre los populares y la extrema derecha. He escogido el de Extremadura porque es muy representativo de la "solidez" de estos acuerdos. Por otro lado, reconozco que Guardiola me pareció valiente diciendo lo que pensaba de los representantes de Vox cuando se resistió a contar con su gobierno, y una buena actriz cuando pocos días después se vio obligada a protagonizar la comedia de recibir con entusiasmo.

Iremos viendo más repercusiones de la ruptura en los diferentes territorios, porque los casos son similares, pero no idénticos. No todos los presidentes del PP podrán acoger a los renegados de Vox como hijos pródigos. Para los populares, el reto será mantenerse en los distintos gobiernos sin pactos estables. Una nueva prueba para el PP, demostrativa de que su éxito en las elecciones del 2023 tenía como factor corrector las previsibles complicaciones de su relación con la extrema derecha. Previsiblemente, los graves problemas entre el PP y Vox acaban de empezar. Ahora bien, el caso del extremeño Higuero, que se agarra a la silla, permite la traslación del caso a la política municipal, porque ambos partidos han manifestado el deseo de no llevar la ruptura al ámbito de los ayuntamientos, entre los cuales cinco capitales de provincia: Valladolid, Guadalajara, Burgos, Toledo y Ciudad Real. Mientras, el PSOE y Pedro Sánchez a la suya, pidiendo a Feijóo que rompa con Abascal en todas partes. Es una exigencia algo retórica, teniendo en cuenta cómo les ha venido bien a los socialistas que el PP tuviera que soportar la competencia y al mismo tiempo la colaboración con Vox. De hecho, los populares han vivido acomplejados e incluso angustiados por esta realidad.

El debate sobre la cuestión migratoria

Por eso tiene un especial valor que Feijóo haya dicho lo suficiente, por ahí no paso, aprovechando el grave error de su socio. El asunto tenía riesgos, porque parte del electorado del PP es de una obvia mentalidad autoritaria. Pero la situación de Canarias obliga a mostrar sensibilidad y eficacia para ayudar a su gobierno autonómico. Y Feijóo ha sabido mover pieza como era necesario, buscando una zona templada, en la que se siente cómodo en el juego político. Su vocación siempre ha sido aparecer como un hombre de estado, más que como un ariete permanente contra el gobierno, a pesar de sus dudas, campañas y contradicciones en relación con Cataluña y la ley de amnistía, por ejemplo. Y, por cierto, desde Cataluña también debemos participar en el debate sobre la cuestión migratoria con solidaridad, mientras pedimos recursos para ejercerla con buenos resultados, como hace el consejero de Derechos Sociales, Carles Campuzano. Es un hombre experimentado, con veintitrés años de práctica parlamentaria en el Congreso, el tiempo de un máster bien trabajado. La reforma de la ley de extranjería será otro reto y otra oportunidad. Hay que encontrar la forma de dar nuevos instrumentos al gobierno del Estado sin ahogar a las comunidades autónomas. El caso no es nuevo. De hecho, es lo habitual.

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