Financiación autonómica: contra Catalunya se vivía mejor

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Antoni Castells en una reunión de la comisión mixta de asuntos económicos en 2009

BarcelonaCuando en 2009 el Govern tripartit llegó a un acuerdo sobre la financiación autonómica con el ejecutivo de Zapatero, en el departamento de Economía se organizaban brífings para explicar el nuevo sistema a los periodistas. Era (y es) más complicado de entender que el recibo de la luz, y la persona que nos hacía la masterclass es hoy un alto directivo de Amazon. Básicamente había un sistema base y tres fondo extra (suficiencia, competitividad y cooperación) que limitaban su efecto hasta el punto de que todo quedaba más o menos como antes. Según los datos oficiales, solo el primer año Catalunya quedó por encima de la media en recursos per cápita. Además, el impacto de la crisis económica sobre la recaudación fiscal echó por la borda todas las previsiones de ingresos.

El modelo tenía que durar 5 años y después se tenía que someter a una revisión. Pero he aquí que la Generalitat, a partir de 2012, decidió que ya no participaría en un proceso en el que siempre ponía la cara para, después de recibir por todos los lados, no sacar un beneficio claro. Y entonces llegó el 2014 y España descubrió que no tenía un mecanismo para abordar este debate de manera civilizada. Y Mariano Rajoy decidió que esta cuestión se guardaría en un cajón porque era “un lío” y le pasaría la patata caliente al siguiente inquilino de la Moncloa, en este caso Pedro Sánchez. 

Y ahora la pregunta es: ¿pueden Sánchez y el PSOE sacar adelante esta cuestión? La respuesta es que es muy difícil, casi imposible. ¿Por qué? Pues porque tanto el PSOE como el PP están implantados en territorios que tienen intereses contrapuestos. Una reforma profunda del sistema de financiación alteraría el statu quo actual, en el que hay unos beneficiados (Cantabria, la Rioja, Aragón, Asturias, Galicia, Extremadura, Castilla y León) y unos perjudicados (Murcia, el País Valenciano, las Baleares, Catalunya). Si el PSOE o el PP impulsan en solitario una reforma de la financiación saben que en los territorios que pierdan lo tendrán difícil y ni los suyos lo aceptarían. Por otro lado, el sistema de financiación los enfrenta a un dilema: ¿con qué criterio se tienen que repartir los recursos que, según ellos, son de todos, entre los españoles? Si primas la población, sale una cosa; si privilegias el poder de compra, otra; si tienes en cuenta la dispersión, otra. Por lo tanto, de una manera u otra, te estás retratando y también estás retratando el desequilibrio actual. A lo largo de los años se ha ido construyendo una España de primera (de Madrid hacia arriba) y una de segunda, que es el resto. ¿Y quién se atreverá ahora a ponerle el cascabel al gato?

¿Pacto PP-PSOE?

Solo un pacto por arriba entre PP y PSOE para compartir el desgaste podría salvar la situación, pero el contexto actual lo hace impensable. Era mucho más fácil, claro, cuando el coste de la negociación lo asumía Catalunya en solitario y después el resto ponía la mano y exigía compensaciones. 

Ahora nadie quiere hacer este papel, y por eso el sistema está caducado desde 2014. España no sabe cómo hacerlo, y los partidos todavía pesan demasiado. A la hora de la verdad, Moreno Bonilla no hará piña con Ximo Puig sino que hará lo que diga Casado. Y este no hará nada que pueda beneficiar a Sánchez. La conclusión es que contra Catalunya se vivía mucho mejor.

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