Transfuguismo

"La mitad de este país me quería muerto": los políticos que sí traicionaron a su partido

El transfuguismo ha obligado a diputados a marcharse de su ciudad y a someterse a cirugía para no ser reconocidos

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Tamayo y Saéz, en una imagen de la época

BarcelonaSi no existe un giro de guion inesperado, Alberto Núñez Feijóo se quedará este miércoles, con 172 diputados, a las puertas de ser investido presidente. Sin embargo, el PP no se ha cansado de invocar a la bancada socialista, con la amnistía como señuelo, para obtener el apoyo de los cuatro diputados que le faltan para la mayoría absoluta. Un llamamiento indirecto al transfuguismo que el presidente español en funciones, Pedro Sánchez, no dudó en tachar como "la peor de las corrupciones". Sin embargo, de esta práctica se han beneficiado tanto el PP como el PSOE. Los sucesivos pactos para frenarlo han reducido los casos, pero no los han detenido.

El más conocido es el de Eduardo Tamayo. De hecho, el diputado socialista madrileño, que impidió en 2003, junto a María Teresa Sáez, que Rafael Simancas lograra la presidencia de la Comunidad de Madrid, ha legado a la jerga política el término tamayazo para definir esta práctica. Pero hay otros nombres de los que ya casi nadie se acuerda y que acapararon portadas por ser desleales a su partido. La presión fue tan fuerte que algunos de ellos incluso se sometieron a una cirugía estética y se marcharon muy lejos para intentar volver a tener una vida normal. Como Susana Bermúdez.

Una de las mayores primicias con la que podía soñar un periodista en agosto de 1999 era encontrar a la diputada del PSOE de Ceuta. Había desaparecido del mapa desde que empezó a airearse que esta hija de un histórico militante del PSOE, que también acabaría siendo expulsado del partido, había sucumbido a las tentaciones de Jesús Gil. El entonces alcalde de Marbella y máximo dirigente del GIL (Grupo Independiente Liberal), que se había quedado a un solo diputado de la mayoría, quería fuera como fuera conseguir el poder en Ceuta. Y logró seducir a Bermúdez para acabar con el tripartito del PP, el PSOE y un partido independiente a golpe de moción de censura y solo dos meses después de constituirse la cámara.

Lujos y un viaje a Disneyland París

Para evitar que se lo repensara, Gil alojó a Bermúdez unos días en una lujosa vivienda en la Costa del Sol y le pagó un viaje a Disneyland París. Él mismo la devolvió de nuevo con un barco a Ceuta y la condujo de la mano hasta las puertas de la Asamblea el día de la investidura en medio de una multitud que la increpaba. Bermúdez y su marido llegaron a ser juzgados por presuntos sobornos, pero fueron absueltos por falta de pruebas, como el resto de tránsfugas que acabaron ante un tribunal.

Ella, sin embargo, pagó un precio muy alto. El cargo de consejera de Cultura solo le duró año y medio, el tiempo que tardó en descomponerse el GIL. Se trasladó a la otra punta del Estado, en Zaragoza, a hacer de psicóloga e incluso se retocó ligeramente la cara para que no la reconocieran. Hace tres años rompió su silencio en una entrevista. "Si volviera atrás, no lo volvería a hacer", admitía.

Gracias al transfuguismo, sin embargo, también se han impulsado carreras como la de Eduardo Zaplana (PP), que acabaría de presidente de la Generalitat Valenciana. Zaplana logró la alcaldía de Benidorm en 1991 gracias a una moción de censura con el apoyo de una disidente del PSOE, Maruja Sánchez, a la que llamarían la bien pagá. Sánchez, que murió en verano, ya no volvió a estar en ninguna lista, pero tanto ella como su marido fueron contratados como asesores hasta el 2009, cuando el PP perdió el poder.

También hay dirigentes populares que han pasado al PSOE. Xosé Luis Barreiro pasó en 11 meses de ser el vicepresidente de Alianza Popular (AP) a serlo de los socialistas gallegos y a oír cómo Manuel Fraga lo rebautizaba como el felón. Tras fracasar en su intento de obtener la presidencia del partido en 1986 por la oposición de Fraga, Barreiro se marchó del partido, fundó uno nuevo, lo disolvió para integrarlo en otro y pactó una moción de censura con el PSOE. Curiosamente, el mismo día que se debatía esta moción, sus antiguos compañeros de AP -con un jovencísimo Mariano Rajoy sustituyéndolo en la vicepresidencia- hallaron un documento con la firma de Barreiro en una adjudicación irregular que lo acabaría inhabilitando años después.

También de apellido gallego era el tránsfuga que en 1989 evitaría que triunfara la moción de censura contra el primer presidente de la Comunidad de Madrid, el socialista Joaquín Leguina. El popular Nicolás Piñeiro, que había abandonado el partido meses antes, se negó a apoyar la moción presentada por el PP con CDS (Centro Democrático y Social). Alberto Ruiz-Gallardón, que debía relevar a Leguina, lo acusó de "comprar al traidor Piñeiro". El que sería bautizado por el Abc cómo el impresentable afirmó en una entrevista muchos años después: "La mitad de ese país me quería muerto".

Traiciones entre familiares

Ser familia no conlleva necesariamente lealtad. Si no que se lo pregunten al que fue el alcalde de Las Palmas en 1987. Su primo, que también formaba parte del CDS, votó a favor de la moción del PSOE con IU para sacarlo del consistorio. Ante la proliferación de casos de transfuguismo, los principales partidos acordaron en 1998 que una moción de censura no pudiera salir adelante con los votos de concejales del partido contra el que se presentaba la iniciativa. Pero algunos concejales encontraban rendijas. Como el representante socialista que apoyó una moción de censura del PP contra el BNG y el PSG en el pequeño pueblo coruñés de Boimorto en el 2015. José Balado nunca se integró en el grupo municipal socialista y pudo evitar así la ley. En 2020 la ley se amplió a todas las cámaras, pero el PP se retiró del acuerdo un año después a raíz de la moción de censura fallida en Murcia.

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