MadridTodo lo que va pasando a nivel político estos días de largo ciclo electoral confirma la distancia sideral que existe entre el PP y el PSOE, y su incapacidad, mezclada con la falta de voluntad, para llegar a acuerdos. No habrá ni sobre financiación autonómica, ni sobre política exterior, ni sobre los presupuestos del 2025 –los de este año ya no han sido posibles–, ni sobre nada políticamente relevante. En todo socialistas y populares son antagónicos, incluso en un asunto en el que han coincidido en una actitud de fingida y falsa prudencia.
Se trata de la agenda de comparecencias en la comisión de investigación formada en el Congreso sobre la falta de control y las irregularidades ocurridas en el tráfico de mascarillas y otros materiales sanitarios durante la pandemia de la Covid-19. La del Senado va aparte, es toda del PP, por su mayoría en este cuarto. Pero también confirma el ánimo de confrontación permanente entre los dos grandes partidos estatales y su vocación de destrucción del adversario. Ahora bien, la cautela entra en escena cuando ambos comprenden que con el fuego cruzado sin límites pueden tomar más daño de lo habitual, o cuando ven que los perjudicados pueden ser los dirigentes que más conviene preservar.
Comprobamos así que en relación con el caso Ábalos-Koldo, por un lado, y en relación con los negocios y fraudes fiscales de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, por otro, las listas aprobadas inicialmente sobre las comparecencias que se producirán en las citadas comisiones de investigación parlamentaria no han incluido todos los nombres que se esperaban. La sospecha generalizada es que socialistas y populares no han querido gastar toda la pólvora en la primera descarga de artillería, pero el hecho es que en la lista no aparece Alberto González Amador –la pareja de Ayuso–, ni Begoña Gómez, la esposa del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.
Cabe pensar que su ausencia es la consecuencia de un comportamiento responsable de los partidos proponentes, porque en rigor no había motivo para convocarlos. Pero si ésta fuera la razón, habría que preguntarse cómo es que los dos principales grupos parlamentarios han dedicado tantos esfuerzos a intentar colocarlos en el centro de la labor de desgaste del adversario, con el correspondiente despliegue mediático. Por tanto, si ahora se rebaja la presión no será por falta de ganas de seguir apaleándose. El motivo, en cambio, parece derivar de que PSOE y PP han preferido dejar la ampliación de la lista de convocados a la comisión para acordarla o no según cómo esté el patio cuando llegue el momento de decidirlo. No faltó quien haya interpretado que los dos grandes partidos llegaron a un pacto implícito, para controlar riesgos al inicio de las confrontaciones electorales en marcha o previstas para este trimestre, primero en el País Vasco, después en Catalunya y finalmente en Europa.
Ampliar citas más adelante
Particularmente, me cuesta creer en un pacto implícito. Pienso más bien que no hará falta que socialistas y populares acordaran una tregua. La razón por la que han aliviado la posible carga de la comisión de investigación del Congreso es porque por ahora ya tienen trabajo suficiente para interrogar a los 134 convocados inicialmente. Siempre quedará tiempo para ampliar las citaciones si más adelante unos y otros lo consideran estratégicamente adecuado. Quienes querría que todo el mundo pasara por la quilla de la comisión de investigación no pierda la esperanza. Según sean las circunstancias de los próximos meses, esta nueva instancia parlamentaria puede dar mucho juego.
Otra cosa es que pueda generar consenso sobre responsabilidades políticas sobre los abusos y el tráfico de influencias no sólo en torno a las mascarillas, sino en otros episodios en los que se puedan detectar relaciones peligrosas, difíciles de explicar. Sobre el caso Ábalos-Koldo, por ejemplo, me cuesta creer que ya sepamos todo. Y sobre González Amador y sus negocios, posiblemente todavía nos queden capítulos pendientes.
Este próximo lunes Koldo comparece en la comisión de investigación del Senado y Salvador Illa acude a la del Congreso. Tuvieron papeles tan distintos en la etapa de la pandemia que es un programa doble desequilibrado. El PSOE ha querido que Isla pase pronto por ambas cámaras –el miércoles estará en el Senado– para alejar lo máximo posible sus comparecencias de la campaña catalana. Sin embargo, dudo que el PP logre desgastarle demasiado tratando de vincularle con los negocios de Koldo y otros de su trama. El problema de las compras que hizo la administración durante la pandemia no es que hubiera una red de complicidades en varios ministerios, sino que fallaran los mecanismos de control de las contrataciones y del uso de los fondos públicos. Será interesante, en este sentido, escuchar a la presidenta del Tribunal de Cuentas, Enriqueta Chicano, que también comparece en el Congreso el lunes.
En el mismo órgano de fiscalización hay voces a favor de reformas legales para favorecer que la revisión del funcionamiento de la administración pueda hacerse en tiempo real, inmediatamente después de los hechos, no años más tarde, como ocurre ahora. La urgencia de las mascarillas y otro material sanitario durante la pandemia no lo explica todo. Era lógico que corriera más rápido obtener los suministros que comprobar la solvencia de las empresas que les ofrecían o convocar concursos para obtenerlos. Pero resulta inasumible el hecho del grado de penetración que Koldo alcanzó en varios niveles de las administraciones públicas, incluidas algunas autonómicas.
El asunto de las estrategias del PP y el PSOE sobre estas comisiones de investigación sintetiza la fase de enfrentamiento total y global, omnicomprensible, entre estos dos partidos. Lo importante es el desgaste del adversario. Lo demuestra que haya vuelto a aparecer ETA en la campaña vasca, y cómo reaccionó el PP a las palabras del candidato de Bildu, Pello Otxandiano, evitando calificar a aquella organización de terrorista. Los populares no cuestionaron tanto al aspirante a lendakari como Pedro Sánchez, una vez más por su política de alianzas. El presidente del gobierno español, sin embargo, prepara sin descanso su futuro. La intensificación de su actividad internacional y su impulso en el reconocimiento del estado palestino nos dan pistas claras. Hablaremos más adelante.