El "noviembre nacional" de la ultraderecha en España

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Protestas contra la amnistía, en Madrid, el pasado 6 de noviembre.

BarcelonaEl debate de investidura y las jornadas previas han marcado una inflamación retórica de PP y Vox. Además, este último partido ha atizado las protestas de una ultraderecha extraparlamentaria en la sede del PSOE, en la calle Ferraz, que ha acuñado la expresión "noviembre nacional" para exaltar su patriotismo. Esta situación puede crear un nuevo equilibrio político en la derecha española, como veremos.

El PP: entre la moderación y la radicalización

Alberto Núñez Feijóo afirmó en el debate de investidura de Pedro Sánchez que ésta "nace de un fraude" y se hace "a través de la corrupción política" porque atenta contra los intereses generales. "Será una investidura con una mayoría legítima, será un gobierno legítimo, pero su gobierno será fruto de unos pactos con un fraude masivo", dijo. Parece difícil el encaje de estas palabras con el respeto institucional a las mayorías creadas en el Congreso y, de algún modo, ponen de manifiesto el intento del PP de evitar que Vox, liderado por Santiago Abascal, capitalice la oposición a la futura amnistía.

Y es que Vox sale de la conversión en partido del alma radical del PP, un sector intransigente que cobró forma al abrigo de las protestas del bienio 2005-2006 contra el presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero (un déjà-vu de las actuales). Esto hace de Vox y el PP unos aliados enemigos, que compiten con fronteras electorales porosas y se necesitan para gobernar consistorios y autonomías. De ahí que el PP oscile entre el acercamiento y el rechazo a Vox. En este marco, si el PP no se acerca a formaciones periféricas para construir una futura mayoría de gobierno, tendrá que erosionar al máximo el voto de Vox. Y eso sólo parece viable con un discurso radical (al menos en la forma), que puede alejarlo de la centralidad.

Vox, entre el Congreso y la calle

A su vez, Vox ha optado por movilizar a sus fuerzas y también a la extrema derecha extraparlamentaria, una maniobra que parece tener como conector la entidad Revuelta, que es orgánicamente independiente del partido de Abascal. Así, con las protestas en Ferraz ha emergido una ultraderecha heterogénea (reúne a neofranquistas, neofascistas, identitarios y ultracatólicos) que ha esbozado una especie de guerrilla urbana. Entre esta esfera política y Vox se ha creado un espacio de ósmosis, por lo que los manifestantes de Ferraz han vitoreado a Abascal como "presidente".

Abascal y todos los diputados de Vox saliendo del Congreso

Estos hechos pueden indicar una reinvención de Vox, que ahora trascendería su carácter de socio radical del PP abocado a las guerras culturales contra el “pensamiento woke” para evolucionar hacia una posición antisistema que no excluye la deriva antimonárquica. Recordemos que, según Abascal, "España, su soberanía y su unidad están por encima de la monarquía". A su vez, Abascal durante el debate de investidura acusó a Sánchez de querer “subvertir el orden constitucional y de preparar un golpe de estado”. Al censurarlo la presidenta del Congreso, dejó la cámara con su grupo y dijo que se iba “con el pueblo” (los congregados en Ferraz). La afirmación supone que "el pueblo" no lo representa el Parlamento, sino una extrema derecha de calle crítica con el sistema democrático (afirma que "la Constitución destruye la nación"), la Corona, las fuerzas del orden y contiene elementos que recurren a la violencia. Todo apunta a que Vox puede adentrarse en una ambivalencia política que le facilite actuar como fuerza constitucional valedora de los cuerpos de seguridad y, al mismo tiempo, tener un nexo cuya ultraderecha antisistema puede confluir en movilizaciones de hitos compartidos.

Un grupo de manifestantes quemando una estelada en la calle Ferraz

Pero ese extremismo marginal –una vez Vox le ha espoleado– puede adquirir vida propia. Lo decimos porque el “noviembre nacional” le ha dotado de unidad de acción (que no ideológica) y de alta visibilidad; porque es un conglomerado relativamente acéfalo para converger bajo un liderazgo político y puede ser poco dócil a dictados de Vox. Esto la convierte en una potencial fuerza de choque nada despreciable, aunque la izquierda le ha ridiculizado como “caye borroka”, al vincularla a jóvenes acomodados (los “cayetanos”).

¿Un nuevo escenario?

El resultado de lo expuesto es que el conjunto de la derecha española tiende a radicalizarse. El PP, temeroso de que Vox capitalice el malestar político, sube decibelios a su discurso. A su vez, Vox se acerca a una ultraderecha asilvestrada que le puede otorgar mayor capacidad de movilización al tener un brazo parlamentario y uno extraparlamentario. Este contexto, marcado por una terminología belicosa contra Sánchez (“fraude”, “traición”, “colpismo”, “ilegitimidad”), puede crear escenarios nuevos. De este modo, si bien esta llamarada de altercados puede quedar en nada, también puede ser semilla de algo nuevo, como –por ejemplo– un extremismo derechista crítico con Vox o un movimiento conspiranoico o de carácter trumpista proclive al asalto de instituciones. En este sentido, vale la pena recordar que Abascal llevó a Ferraz Tucker Carlson, el periodista estelar de la Fox que defendió el pretendido fraude electoral realizado a Donald Trump. El tiempo escatirá si este noviembre cambiará el paisaje político.

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