Partidos políticos

Puigdemont, Sánchez, Junqueras y los riesgos de los hiperliderazgos

Los expertos admiten que son un buen reclamo electoral

BarcelonaNueva etapa, pero mismos líderes. Juntos y el PSOE dejan atrás sus congresos con la confirmación al frente del partido de quienes han sido sus máximos dirigentes y reclamos electorales desde hace más de cinco años, Carlos Puigdemont y Pedro Sánchez. En Esquerra, Oriol Junqueras se ha impuesto finalmente a Xavier Godàs como nuevo presidente de ERC tras un debate interno que ha pivotado esencialmente en torno a su figura (y continuidad). Los comunes han dicho este año adiós a Ada Colau, pero se resisten a prescindir de ella como candidata para el 2027, mientras en el PP Isabel Díaz Ayuso proyecta cada vez una sombra más larga sobre Alberto Núñez Feijóo. Atrás quedan los tiempos del 15-M, cuando los indignados reivindicaban nuevas formas de participación política más horizontales e incluso renegaban de la figura del líder. En un momento en que todas las formaciones sin excepción lamentan la desafección política ciudadana, ¿por qué el debate sobre los liderazgos sigue ocupando un puesto tan central en la vida interna de los partidos?

La respuesta hay que buscarla en la tendencia decreciente a votar una opción política por la ideología, según los expertos consultados por el ARA. "Los partidos se han dado cuenta de que la ideología mueve cada vez menos. Quien puede captar el voto de los indecisos es el candidato", explica a este diario Xavier Peytibi, consultor en comunicación política en Ideograma. En los años 2000, un 80% de los votantes elegían la papeleta en función de su ideología; esta cifra ha descendido entre 10 y 15 puntos mientras que, en paralelo, se incrementa la infidelidad de voto. En otras palabras: los electores son más volátiles; es decir, están más dispuestos a dejarse seducir por lo que el líder hace o explica, por ejemplo, en sus redes sociales. Globalmente, y no sólo en Cataluña y España, todo ello ha dado lugar a una "personalización de la política" que los partidos han abrazado como estrategia de supervivencia electoral, explica Peytibi.

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Las primarias lo refuerzan

El poco margen que la ciudadanía percibe que los políticos tienen a la hora de gobernar y la institución de las primarias son dos factores que explican también esta tendencia, según el doctor en ciencia política y profesor en la UPF Javier Astudillo. el famoso viaje de Pedro Sánchez con un Peugeot por España para ganar las primarias que le volverían a situar al frente del partido, preludio del liderazgo que se acabaría consolidando con su llegada a la Moncloa (y que ha terminado dando lugar a lo que sus detractores llaman sanchismo). El riesgo, según Peytibi, llega cuando se rompe el "juego de equilibrios" que debería producirse. entre el liderazgo dentro del partido y las voces discordantes que puedan existir dentro de la organización. de hiperliderazgo se encuentra en aquellos supuestos en que el futuro del partido va ligado estrictamente al del líder. Son ejemplos Podemos y Ciudadanos. contra el que ahora se revuelve para poder sobrevivir en el espacio a la izquierda del PSOE. Y la dimisión de Albert Rivera después de un batacazo electoral histórico abocó a Ciudadanos a una serie de pugnas internas que provocaron sucesivas dimisiones (o movimientos de tránsfugas en el PP), que finalmente hizo que el partido ni siquiera se presentara a las últimas elecciones generales (y desapareciera de los parlamentos catalán y europeo). Lo resume el experto en filosofía política Rodrigo Nunes, profesor en las universidades de Essex y la PUC de Río de Janeiro: el hiperliderazgo es una buena estrategia "de start-up", pero difícilmente permite sostener un proyecto a largo plazo.

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"Los partidos no son miopes: ya han visto los peligros del hiperliderazgo", dice Astudillo. Por eso, añade, hay formaciones que han intentado compensarles con liderazgos más corales o más renovación –una dinámica que precisamente los comunes han querido introducir en su última asamblea, y también Podemos–. En Alemania los Verdes apuestan por modelos de bicefalia para esquivar este riesgo, al igual que el PNV hace en el País Vasco separando al candidato a lendakari del jefe del partido (y, de hecho, igual que han planteado las dos candidaturas rivales en Junqueras en ERC). En Japón el Partido Demócrata Liberal es quien gobierna desde hace cincuenta años, pero limita el tiempo que sus candidatos pueden ocupar el cargo de primer ministro.

La extrema derecha internacional es personalista

Los peligros de los hiperliderazgos sobre las democracias les ilustran bien los líderes de la extrema derecha internacional, que han encontrado en esta estrategia una fórmula para penetrar en las instituciones con discursos populistas que apelan al descontento de las masas. Es el caso de Donald Trump en Estados Unidos pero también el de Javier Milei en Argentina o el de Jair Bolsonaro en Brasil. Según Nunes, que acaba de publicar el libro Bolsonarismo y extrema derecha global (Tinta Limón), todos ellos han jugado a presentarse ante un electorado descontento como unos"outsiders" de la política que prometían ruptura ante la supuesta figura del "tecnócrata liberal". Ahora bien, ¿es posible construir un hiperliderazgo sano dentro de un régimen democrático? Sin embargo, el experto sostiene que sí: "Un hiperliderazgo sano es aquel en la que el líder sigue siendo responsable ante la militancia. Cuando hay cierto control", expone. Lo contrario conduce a la pérdida del entusiasmo de las bases, hecho que puede derrumbar el edificio político que es un partido.