Un rey preocupado

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Felipe VI en el acto en el Congreso este miércoles.

MadridEl acto de solemne apertura de la legislatura reflejó perfectamente cuál es el clima del momento, de enfrentamiento radical de dos bloques que ya dividieron en términos electorales al país el pasado 23 de julio. Esta fue la característica principal de la ceremonia. Pero existen notas muy destacadas sobre aspectos más concretos. Por un lado, el discurso del rey; y, por el otro, el de la presidenta de la cámara, de significados muy distintos. El de Felipe VI fue el de un jefe de estado que pone en evidencia su preocupación por la marcha del país. El mensaje fue de aparente confianza en la realidad de una democracia consolidada. Pero hubo una especial apelación a la responsabilidad de Las Cortes, como si tuviera dudas de que los destinatarios directos de su intervención –diputados y senadores– sean capaces de demostrarla. Todo esto acompañado de un rictus muy especial, la expresión de un rostro serio, compartido por la heredera. Ya fue objeto de comentario una comparecencia similar el día del juramento de cargos del nuevo gobierno. Estamos en unas circunstancias en las que no se juzgan solo las palabras, sino también el lenguaje no verbal.

Muy probablemente esta puesta en escena trata de transmitir la idea de que Felipe VI es consciente de la situación de malestar social que atraviesa el país. ¿Es amnistía la palabra maldita? Naturalmente, el concepto no apareció. Pero fue curioso que el rey mencionara su agradecimiento respecto a los grupos “que comparecieron al procedimiento de consultas”, es decir, a quienes acudieron ayer a escucharlo al Congreso, donde no estaban Junts, ERC, Bildu y BNG. Son ausencias importantes, por el contraste con el discurso del propio Felipe VI, dedicado en gran parte a reivindicar nuevamente la vigencia de la Constitución.

Cuidado con los gestos simbólicos

¿Hay que entender que estamos en un momento de crisis general del sistema, salvado por la campana en un debate de investidura en el que casi todo el mundo –y no solo los socialistas– dice haber hecho de la necesidad virtud? No, no creo que el problema sea tan profundo. Las minorías, dado que lo son, tendrán que readaptarse y sacar todo el provecho que puedan a su capacidad de presión, pero teniendo en cuenta cuál es el perímetro de su actuación.

Este perímetro se llama Constitución. Pensad que las palabras del rey las elige él pero las revisa el gobierno. El discurso del rey es, en ese sentido, el del poder ejecutivo. O, si lo preferís, se trata de palabras que no contradicen ninguna línea fundamental de la acción de gobierno. Seguramente Pedro Sánchez no pronunciaría ahora ningún discurso que repitiera la palabra unidad una vez en cada folio, como hizo el monarca. Pero el gobierno ha visto este texto y no ha puesto reparos.

Cuidado, por tanto, con los gestos simbólicos. Se puede dejar de ir allá donde se cree que tendrás que escuchar un discurso que no compartes, o que rechazas. Pero hay que tener presente que quienes asistieron aplaudieron largamente, y no solo por cortesía. Y un detalle interesante: Felipe VI, la reina Letizia y la princesa Leonor salieron del hemiciclo sin esperar a que acabaran los aplausos. Un amigo lo interpretaba como si hubiera dicho que yo ya os he explicado lo que me preocupa y lo que tenéis que hacer –sobre todo, garantizar “una España cohesionada y unida”–, y ahora menos aplausos y a trabajar. El discurso de Francina Armengol fue una provocación directa a la derecha. Lo hizo con gusto y ganas. Es verdad que no fue demasiado institucional y sí tuvo, en cambio, un especial acento ideológico. Armengol lo dedicó a reivindicar las leyes del anterior gobierno español. Es lógico que PP y Vox estén molestos, porque en sustancia les recordó que no lograron “derogar al sanchismo”.

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