Investidura

Salvador Illa, el presidente socialista que se refleja en Josep Tarradellas

El tercer líder del PSC que llega a la Generalitat hereda los socios de Pasqual Maragall y de José Montilla

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El presidente electo de la Generalitat, Salvador Illa

BarcelonaEl 16 de marzo de 2024, con las elecciones recién convocadas, Salvador Illa subía al escenario del Palacio de Congresos de Catalunya entre los aplausos de dirigentes socialistas históricos, cargos actuales y jóvenes promesas del partido. En ese congreso, todo estaba preparado para proyectar una imagen presidencial del líder del PSC, que saludó al público con el brazo alzado mientras, tras él, aparecía una bandera con el mensaje "Presidente!" En el discurso de proclamación como candidato para el 12-M, Illa quiso dirigirse a todos los catalanes: "Ciudadanos y ciudadanas de Catalunya: hoy quiero expresaros mi compromiso para hacer realidad un nuevo futuro y abrir una nueva etapa de esperanza". Con estas palabras evocaba el histórico "Ciudadanos, ya estoy aquí" del expresidente Josep Tarradellas, figura a quien seguiría reivindicando en campaña (desde Cervelló, pueblo natal del republicano) y al que volvió a homenajear en su discurso de investidura por su esfuerzo por unir el catalanismo político.

Salvador Isla en el congreso.

No es casual que Salvador Illa (la Roca del Vallès, 1966) se haya encomendado a la figura de Josep Tarradellas para llegar a la presidencia de la Generalitat. Licenciado en filosofía e hijo intelectual del humanismo cristiano, el nuevo presidente se inició en política de la mano de Romà Planas, exalcalde de la Roca y colaborador del expresidente en el exilio. La "perseverancia, constancia y terquedad" que elogia de Tarradellas es la misma que se ha aplicado para ir agujereando en la política de bloques del Proceso hasta conseguir que Esquerra, junto con los comunes, apoyara su investidura. Por el camino, ha tenido que adaptarse: el Illa que aterrizó en el Parlament desde el ministerio de Sanidad acusando al independentismo de promover la "decadencia" y "el odio" por el cordón sanitario en el PSC en el 2021 no es el mismo que, en su discurso de investidura, reivindicó una "nación catalana abierta y diversa" dentro de la España plurinacional donde existe un "conflicto político entre Catalunya y el Estado". Mientras que en el debate de investidura de Pere Aragonès pronunció unas frases de su discurso en castellano, en lo suyo se estuvo de hacerlo.

El abrazo público de Illa al catalanismo fundacional del socialismo catalán le ha valido las críticas del españolismo cívico, que recuerda con nostalgia cuando el ahora presidente de la Generalitat aplaudía, satisfecho, a un Josep Borrell clamando contra el 1-O en la manifestación de SCC en octubre de 2017. El cambio le ha permitido ser presidente. "Es un dirigente que sabe leer muy bien los escenarios políticos", comenta una voz de la ejecutiva de la formación. Illa se ha rodeado de figuras exconvergentes como Miquel Roca (y se han acercado otras, como Santi Vila y Miquel Sàmper), pero también de referentes de la izquierda alternativa como Manuel Castells; ha mantenido las lealtades históricas con los sindicatos pese a haber flirteado con la sociovergencia y se ha ganado la simpatía de las patronales catalanas, que han celebrado su investidura sin hacer aspavientos por los acuerdos de izquierdas que le han hecho posible.

La herencia de los tripartitos

La investidura de Illa vuelve a reunir en torno a un candidato las formaciones políticas que hicieron posible los gobiernos tripartitos de Pasqual Maragall y José Montilla. La gran diferencia es que el tercer presidente de la Generalidad del PSC gobernará solo. ¿Qué ha incorporado del legado de sus antecesores? De Maragall cogió la idea del "Gobierno alternativo", un ejecutivo en la sombra que ha liderado los tres años y medio que se ha estado en la oposición. En el discurso de Illa, proeuropeo declarado, resuena la defensa del europeísmo federal del histórico presidente catalán, así como su apuesta por el diálogo y las alianzas con la sociedad civil. "Pero Maragall era más que eso; era pensamiento y acción, tenía muy claro que había que ilusionar más allá de una buena gestión. Habrá que ver si Illa también es capaz de hacerlo", subrayan fuentes de la Fundació Catalunya Europa, responsable del legado político del expresidente.

Con Montilla la relación también es muy cercana: ambos han dedicado horas a conversar sobre la crisis política abierta con el Estatut recortado y la reforma de la financiación autonómica, ahora que el president deberá defender el modelo singular pactado con Esquerra. Fuentes del entorno del expresidente destacan que Illa también es discípulo (y defensor) de la "discreción" que caracterizaba a Montilla. Es un hombre tranquilo, que rehuye la estridencia; quizá por eso algunos se sorprendieron cuando, en campaña, se reveló fan de ABBA y del kombutxa. Más allá de correr, es aficionado a leer ensayo político e histórico, a cultivar el huerto familiar (no en los fogones: es un cocinero de supervivencia) y en el Espanyol. Es católico y está casado: su esposa Marta, que hasta ahora se había mantenido fuera de foco, sí le acompañó el día del debate de investidura y también en la toma de posesión.

Hoja de servicios

Hombre disciplinado y de partido, Illa ha sido alcalde de la Roca, alto cargo de la Generalitat del segundo tripartito, gestor económico del Ayuntamiento de Barcelona, secretario de organización del PSC y ministro de Sanidad durante la pandemia. Su primer trabajo fue cortando encajes bordados en el taller de su madre; su primera nómina en el sector privado, en una empresa de plásticos. Fuentes socialistas destacan su "vocación" de servicio público y el tono tranquilo y cortés con el que ha hecho oposición hasta ahora en el Parlament. Para sus detractores, el estilo amable de Illa es una cortina de humo que esconde sus giros con la amnistía y, en general, con las relaciones con el soberanismo: "Ni una mala palabra, ni una buena acción", le dice a menudo Alejandro Fernández (PP). Mientras el PP le acusa de tener una agenda "más independentista" que Carles Puigdemont y Quim Torra, Junts y el independentismo cívico le señalan de ser cómplice de la "represión" y querer rendir la Generalitat al gobierno español.

El PSC se revuelve contra estas críticas recordando su apoyo a los indultos ya la amnistía, pese al coste político que esto les ha supuesto fuera de Catalunya (mitigado, tal vez, por el fuerte liderazgo de Pedro Sánchez en la cúpula del PSOE). Del paso del presidente por el ministerio de Sanidad, donde se le recuerda como un líder dialogante y metódico, Illa se llevó una excelente relación personal con el presidente español que, además, coincide con una etapa de máxima sincronización entre PSC y PSOE. El precio ha sido el malestar en las bases del partido español en torno a la amnistía y, ahora, la cesión con la financiación singular, una situación conocida por los socialistas catalanes, que confían en que el tiempo (y el mandato de Illa al Gobierno) demuestre que han escogido el camino correcto.

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