La tragicomedia de la investidura

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Pedro Sánchez y su grupo parlamentario aplauden los resultados de la investidura

MadridEl debate sobre la investidura de Pedro Sánchez ha sido un serio acto parlamentario, muy serio –sobre todo por sus consecuencias–, pero como todos los de esta especie, permite una versión tragicómica. Si tuviera que encargarlo en formato de guión cinematográfico, pensaría en Billy Wilder –el de Primera página, sin ir más lejos–, y si se tratara de una adaptación teatral posiblemente mejor que Albert Boadella no habría muchos candidatos. En todo caso, tenga cuidado, porque éste es un país con mayor inclinación natural al drama o la tragedia.

Para aliviar esta tendencia lo más adecuado es constatar la resonancia que han tenido las bromitas y la comunicación no verbal en esta función. Aparte del insulto de Isabel Díaz Ayuso al candidato, en el capítulo de gestos, burlas y poses, uno de los momentos estelares del debate fue cuando Sánchez citó a Feijóo para decir: “¡Así que usted no es presidente porque no ha querido, ja, ja, ja, ja! ¡Porque no ha querido, dice usted, ja, ja, ja, ja!”. Sánchez quizá se excedió en la mofa, mientras se atornillaba, agarrándose la barriga en la tribuna de oradores. Pero lo cierto es que la supuesta renuncia de Feijóo por no pagar precios elevados a los independentistas es la versión para el público infantil.

Las secuencias de ópera bufa de este debate de investidura podrían ser muchas. Casi todos los participantes han tenido un juego y contorsionismo exagerado. Pensemos en Santiago Abascal y la gente de Vox. Días atrás echaron sobre los escaños del banco azul del gobierno los aparatos de la traducción simultánea utilizados ahora para escuchar a los diputados que hablan en catalán, euskera o gallego. Y durante este debate lo que hicieron es ni siquiera quedarse a escuchar las intervenciones. Abascal se subió, habló de golpe de estado, nos avisó de las plagas que estaban cayendo sobre España y salió a la calle a participar en primera línea en las protestas contra la amnistía. Todo un ejercicio de parlamentarismo de primer nivel.

Pero no nos detengamos aquí. Ya es costumbre que el PNV haga sus gracias. Hace años fue el tractor de Aitor, en referencia a Aitor Esteban, el portavoz de este partido en el Congreso, y ahora la metáfora de la trainera para explicar la dificultad de remar a todos a la vez, siendo tan distintas como son las fuerzas políticas que han acordado navegar con el PSOE. Pero el auténtico humor negro lo utilizó el propio representante del PNV cuando dejó caer que algún día explicaría lo que le ofreció el PP para hacer posible una mayoría que decantara la investidura a favor de Alberto Núñez Feijóo.

Psicodrama

Menos mal que este artículo es para desintoxicarnos un poco del psicodrama vivido esta semana en el Congreso. Pero la denuncia de Aitor Esteban, en términos de insinuación, es de las que podrían ir seguidas de razonable indignación. Se está explicando la investidura de Sánchez como el resultado de que él y todo el PSOE hayan traicionado a los electores, se está hablando de compra de votos y de un episodio de indignidad insuperable, y resulta que el PP ha estado haciendo presuntos ofrecimientos a los nacionalistas vascos que es mejor no revelar, aunque ya sabemos que se trataba de que jeltzales giraran la tortilla y provocaran una gran sorpresa general.

Todo esto me recuerda el episodio del diputado Alberto Casero, que salvó la votación de la reforma laboral porque se equivocó a la hora de pulsar la tecla de su ordenador en el voto telemático. El PSOE evitó entonces una derrota que hubiera tenido efectos muy lesivos para Pedro Sánchez y su amada vicepresidenta, Yolanda Díaz. Pero si el PSOE ganó la votación no fue porque los populares dejaran de hacer otras maniobras, como las de conseguir los votos de los dos diputados de Unión del Pueblo Navarro (UPN) a cambio de ficharlos más adelante para engrosar las filas del propio PP. Aquí volvemos a las tragicomedias. Estamos hablando de pactos indignos y nadie se acuerda del que estuvo a punto de tumbar una reforma que ha mejorado el mercado de trabajo y la contratación indefinida, salvadas porque un diputado del PP se equivocó a la hora de tocar una tecla, debemos suponer que realmente por error.

Los acuerdos del PSOE y Bildu

Al que posiblemente nunca se le ha escapado una broma es a Mertxe Aizpurua, la portavoz de Bildu en el Congreso. La gracia, si la tuvo, la hizo Feijóo cuando se preguntó cuál es “el pacto encapuchado” con el líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi. La sociedad española vivió muchos años bajo la amenaza de encapuchados dispuestos a matar como para jugar ahora con las palabras y las imágenes que provocaron tanto dolor. Veremos cuáles han sido los acuerdos con el partido de Aizpurua y si merecen una crítica severa. Pero de momento uno de sus méritos es que quedó claro desde el primer minuto que no jugarían en el toma y daca con esta investidura.

En cuanto al ámbito independentista catalán los episodios de perfil tragicómico no son pocos, porque todo el mundo daba por supuesto que habría acuerdo, pero no había que aflojar la cuerda. Junqueras vino a las puertas del Congreso más de una vez para lanzar advertencias, mientras Yolanda Díaz hacía un viaje a Waterloo para encontrarse con Puigdemont cuando los socialistas aún no habían empezado a digerir la necesidad de ese tipo de visitas. Y después en Bruselas tuvo que ir el número tres del PSOE, Santos Cerdán, al que sentaron bajo la fotografía de una de las urnas prohibidas del 1 de octubre. Qué refinamiento para hacer sufrir a la gente, sabiendo que hay mucha militancia socialista que, como su líder, ha votado el pacto "dadas las circunstancias" y para hacer "de la necesidad virtud", expresiones del propio Sánchez.

Tampoco estuvieron mal las advertencias de Gabriel Rufián a Junts, ni las de Junts al PSOE, ni las de ERC a Sánchez, toda una serie de desahogos que mostraron hasta qué punto son todos los participantes en este psicodrama político los que están necesitados de comprensión. Fue un conjunto de admoniciones que sirvieron para que el líder socialista pusiera su mejor cara de primera comunión y prometiera fidelidad a los pactos, de momento tan inconcretos, en materia de redefinición de la distribución territorial del poder. El segundo acto de la representación comienza ahora. Ojalá nos quedemos en tragicomedia, evitando el drama.

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