El trumpismo madrileño, ¿un peligro para la democracia?

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La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y la líder  de Vox en Madrid, Rocío Monasterio.

MadridEn Madrid no se acaban de creer que Pedro Sánchez todavía esté en la Moncloa después del resultado de las andaluzas. En la olla a presión en la que se ha convertido la capital madrileña, dominada por un trumpismo de lo más castizo, este año y medio que queda de legislatura será lo más parecido a una larga pesadilla de la cual un día esperan despertarse.

El Senado es un buen lugar para calibrar el estado de ánimo de los diferentes partidos, puesto que allí es donde van a parar los dinosaurios de unos y otros. Un dinosaurio muy solicitado estos días era Javier Arenas, el primer dirigente del PP que ganó unas elecciones en Andalucía, en 2012, pero que no pudo gobernar porque el PSOE pactó con IU. “¿Contento?”, le preguntaban los periodistas. “Contento no, feliz”, respondía. Arenas está más hinchado que cuando era ministro, pero conserva el gracejo y su capacidad de análisis intacto. “Esto no es un cambio solo político, sino sociológico. Y el ejemplo es que hemos ganado en Dos Hermanas, un territorio antes prohibido para el PP”, explicaba satisfecho. Eso sí, Arenas alertaba que los votos que había recogido Juanma Moreno no serían siempre para el PP: “Aquí nadie se queda nada, los votos no son propiedad de nadie y, si alguien lo piensa, se equivoca”. Arenas, un gato viejo de la política al que no es seguro que todos sus compañeros escuchen.

Y es que el principal reto del PP ahora es disimular la euforia y también la ansiedad que sienten por llegar a la Moncloa. Se les nota demasiado, la verdad. Y muchos ya deben de estar pensando en los futuros despachos que ocuparán. El único que parece ajeno a todo este ambiente triunfalista es Alberto Núñez Feijóo, que continúa esquivando a la prensa. Un concepto, copiado de Juanma Moreno, que ha impuesto a los portavoces populares es “humildad”. Javier Maroto y Cuca Gamarra dicen cada vez que pueden que el PP es “humilde”, mientras que Sánchez es un “soberbio”. Feijóo quiere menos testosterona y quiere cubrir con una piel de cordero el partido alfa de la política española. Sin embargo, no está claro que lo consiga.

Ayuso y los corifeos mediáticos del trumpismo madrileño se hacen cruces cada mañana que Sánchez, al cual acusan de “destrozar el país,” todavía gobierne. El ambiente que están congregando es altamente inflamable y bien es verdad que hace sufrir pensar en la posibilidad, hoy remota, ciertamente, de que PP y Vox no logren la mayoría a finales del año próximo. Esta deslegitimación del gobierno de izquierdas no empezó ayer, es verdad, pero ahora hay un argumento nuevo: Sánchez no merece gobernar ni un día más porque las encuestas indican que los españoles prefieren a Feijóo. Y, si cada día se bombardea a la población con este discurso, se polariza a la sociedad y después, por lo que sea, la derecha pierde, ¿qué pasará? ¿Qué dirán los Ayuso, Abascal y compañía? Como ya se vio con Trump y el Capitolio, convertir Madrid en una caldera anti-Sánchez puede acabar siendo muy peligroso para la democracia.

Los detalles

1.
El segundo capítulo de la blusa de Patrícia Plaja
La portaveu del Govern, Patrícia Plaja, en roda de premsa

En TV3 decidieron recolocarle la blusa para evitar que se le viera el escote y la portavoz del Govern, Patrícia Plaja, tuvo que hacer público un comunicado en el que defendía que las mujeres vistan como quieran. Por si no había quedado bastante clara su reivindicación, en la primera ocasión que ha tenido después del episodio de TV3, el pasado martes en la rueda de prensa del Govern, Plaja se vistió con la misma blusa.

2.
Los vibradores de los comunes
Els comuns sortegen vibradors per l'Orgull

Se acerca el día del orgullo LGTBI y, como es habitual, los partidos que más lo reivindican empiezan a prepararse para vivirlo intensamente. Este año, los comunes han organizado un sorteo un pelo atípico. A través de Instagram sortean cinco vibradores en forma de vegetales: de pepino, zanahoria, chili, mazorca y berenjena. Los únicos requisitos para quienes quiera uno, tener 18 años y explicar con quién lo compartiría.

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