BarcelonaCon la tramitación de los presupuestos en comisión este martes, Barcelona abrió una cuenta atrás de treinta días. Un mes que debe determinar si el PSC articula un gobierno tripartito con ERC y los comunes y aprueba ya sus cuentas o si se encamina a una cuestión de confianza para aprobarlas más adelante. Un mes, en definitiva, que decidirá el futuro del binomio Collboni-Colau, un tándem sin el que es imposible explicar la política barcelonesa de los últimos años y que, de acuerdo con lo visto este martes en el Ayuntamiento, podría tener los días contados. Pese al voto favorable de los comunes a la tramitación, el tono del debate con el PSC fue duro, con intercambio de acusaciones de "irresponsabilidad" entre el teniente de alcalde de Economía, Jordi Valls, y la portavoz de Barcelona en Común, Janet Sanz.
Los comunes, de hecho, han vuelto a presentar su voto como una "última oportunidad" para Collboni para formar un gobierno tripartito en la ciudad. Un movimiento para evitar destruir puentes y brindar al PSC la excusa definitiva para cerrar un gobierno sólo con ERC. Pero ya hace días que entre las filas del grupo de Ada Colau existe la sensación de que el alcalde ya ha decidido que quiere gobernar sólo con los republicanos. Y eso que, como se encargan de recordarle a menudo, fue gracias a los votos de los comunes que logró ser investido in extremis el pasado junio, pese a haber perdido las elecciones. Entonces renunciaron a entrar en el gobierno a pesar de la oferta del PSC y ahora quizás ya no están a tiempo.
Porque después de haber colaborado con el PSC para retener la alcaldía en el 2019 –con los votos de Manuel Valls– y para darla a los socialistas hace sólo ocho meses –con el apoyo del PP–, Colau ve ahora cómo es ella quien puede quedarse fuera de juego por un pacto de Collboni. Aunque procuró no verbalizarlo nunca públicamente, el alcalde prefiere no gobernar con ella. De entrada, porque la relación no es la mejor tras la marcha abrupta del ahora alcalde del anterior gobierno antes de la precampaña, cuando se despidió de Colau por WhatsApp. Y, después, porque volver a compartir gobierno con la líder de los comunes tiene algunos inconvenientes para Collboni, que no quiere liderazgos que le hagan sombra al ejecutivo municipal y que tiene sectores de la ciudad que le piden insistentemente que rompa con el legado de su predecesora.
Por eso, después de haber flirteado con Junts y los comunes, el alcalde ha impulsado la opción de un pacto con ERC en solitario después de el adiós de Ernest Maragall. Una fórmula que, aunque no le garantiza la mayoría absoluta –socialistas y republicanos sólo tendrían quince concejales–, le permitiría romper la imagen de soledad actual y no le impediría seguir alcanzando acuerdos puntuales tanto con Junts como con los comunes según cada debate. Un extremo, el de las mayorías variables, que el alcalde siempre ha dicho que era su favorito. Además, el PSC situaría constantemente a los comunes en la tesitura de sumarse a "la mayoría progresista" que ellos mismos defienden que existe o votar junto a Junts, el PP y Vox contra un gobierno de socialistas y republicanos.
Juega también a favor de esta vía que, pese a no llegar a la mayoría absoluta de 21 concejales, tampoco existe ninguna suma alternativa que pueda desalojarlo de la alcaldía. La incompatibilidad entre los comunes y Junts hace imposible pensar en una moción de censura que aún necesitaría el apoyo de, al menos, un tercer grupo. Esto incluso permitiría al alcalde sacar adelante las cuentas de este año sin pactar con los comunes y sometiéndose a una cuestión de confianza que ganaría seguro.
La decisión de Colau
En los pasillos del Ayuntamiento, de hecho, todo el mundo apunta a la cuestión de confianza como el escenario más probable ahora mismo. Aunque los comunes han exigido hablar conjuntamente de presupuestos y de entrada en el gobierno, Jordi Valls ha limitado este martes la negociación a las cifras y ha dejado algún dardo por el camino. "Resulta complicado ser amigo de alguien que sólo visualiza su modelo de ciudad", espetó. Aún faltan treinta días, pero ahora mismo el acuerdo parece lejos. Un mes después de anunciar que se quedaría en el Ayuntamiento, Colau ve cómo Collboni, tantas veces aliado en los últimos años, puede empujarla ahora hacia la oposición.