Barcelona

El PSC y Barcelona en Comú: anatomía de una relación convulsa

La prórroga de los presupuestos reabre las heridas entre dos grupos propicios al choque en el Ayuntamiento

Jaume Collboni durante la cabalgata de los Tres Tombs en Sant Andreu
22/01/2025
4 min

BarcelonaLa historia reciente de la ciudad de Barcelona no se entiende sin los acuerdos entre PSC y Barcelona en Comú. Tampoco sin sus desacuerdos. El último, este mismo lunes, acabó con el alcalde, Jaume Collboni, devolviendo al cajón el proyecto de presupuestos de 2025 para la ciudad. La prórroga de las cuentas municipales es la factura que deja la enésima desavenencia entre ambos partidos en el Ayuntamiento de la capital catalana, el último capítulo de una relación siempre convulsa.

Y eso que la negociación de los presupuestos aparecía como la prueba del nuevo sobre hasta qué punto era posible un cambio en las relaciones entre socialistas y comunes en Barcelona. Tras el adiós de Ada Colau del pleno y con ERC sumida en el drama de su propio proceso interno, el gobierno municipal había multiplicado sus gestos hacia Barcelona en Comú. Hasta el punto de que a principios de diciembre ambos grupos presentaron conjuntamente el primer paso para intentar regular el alquiler de temporada en la ciudad.

Aquella fotografía conjunta entre la primera teniente de alcalde, Laia Bonet, y la nueva líder de BComú en el Ayuntamiento, Janet Sanz, parecía sentar las bases de una nueva etapa. Una sintonía que se traducía también en la proliferación de grupos de trabajo conjuntos, comisiones de estudio sobre vivienda y decenas de reuniones más o menos informales para hablar de las ordenanzas fiscales y presupuestos.

Pero cuando todo parecía encarrilado para un pacto en las ordenanzas fiscales, un desacuerdo de última hora en torno a las terminales de cruceros del Puerto lo hizo tambalear todo. Un compromiso explícito del gobierno municipal en contra de abrir una hipotética nueva terminal de lujo salvó ese pacto, pero aquella negociación agónica hizo rebrotar dentro del ejecutivo la semilla de la desconfianza hacia los comunes.

Además, ese episodio estropeó también uno de los puentes que hasta entonces había sido más sólido entre los comunes y el PSC en este mandato: el del cuarto teniente de Economía, Jordi Valls, uno de los pocos miembros del ejecutivo de Collboni que no arrastraba heridas con Barcelona en Comú por haber compartido ejecutivo en el pasado. Él era el encargado también de negociar los presupuestos por parte del gobierno.

El aviso de los Tres Tombs

La aprobación in extremis de las ordenanzas hizo saltar las alarmas entre el equipo de Collboni. Transitando siempre sobre el difícil equilibrio de haber llegado a la alcaldía marcando distancias con los comunes pero al mismo tiempo tenderles la mano como socios prioritarios junto a ERC, el alcalde tenía claro que no quería verse arrastrado con los presupuestos a otra negociación donde aparecieran nuevas exigencias durante el camino.

De ahí sus declaraciones del domingo 12 de enero durante los Tres Tombs de Sant Andreu, en las que avisó de que quería un final de negociación expreso. O caja o faja. Ese día el PSC ya había decidido que no aceptaría más condiciones de los comunes –ni funeraria pública, ni más supermanzanas ni, sobre todo, blindaje de la reserva del 30% de vivienda social– a cambio de las cuentas. O acuerdo tal y como estaba, o prórroga.

El ultimátum no cayó bien en las filas de Barcelona en Comú, que le leyó como una renuncia de Collboni a enfrentarse a los lobis inmobiliarios de la ciudad. Sin embargo, esta vez los llamamientos de Janet Sanz al alcalde para que tomara las riendas de la negociación no sirvieron de nada. Y la prórroga, que desde el día de los Tres Tombs ya muchos daban por hecha en los pasillos de la Casa Gran, fue un hecho.

El historial de heridas

Entre los comunes hay quien ve en lo que ha pasado estos días una reedición de las negociaciones del pasado año. Entonces entienden que el gobierno municipal no quiso sus votos porque le convenía un pacto sólo con ERC que facilitara la entrada –luego frustrada– de los republicanos en el gobierno. Esta vez, apuntan algunas fuentes, también han precipitado el desacuerdo porque les iba bien la prórroga.

A pesar de la distancia, varias fuentes consultadas por el ARA admitían las últimas horas que ambos grupos tendrán que volver a entenderse más adelante durante el mandato. ¿Pero por qué dos partidos acostumbrados a entenderse con más o menos diferencias en otras muchas administraciones chocan tanto en Barcelona? Hay una particularidad a tener en cuenta. Barcelona ha sido en los últimos años uno de los pocos sitios donde ambos espacios se han disputado realmente la victoria.

Esta competición ha provocado encontronazos en debates sensibles –antes, durante y después de gobernar juntos– y episodios como la salida de Collboni del gobierno de Ada Colau para centrarse en la campaña electoral pocos meses antes de terminar el anterior mandato. Un adiós que el ahora alcalde comunicó a la entonces alcaldesa a través de un mensaje de WhatsApp.

Sin embargo, ambos grupos han acabado gobernando juntos durante casi seis años en los mandatos de Colau. Y de una u otra forma, han sido decisivos en las investiduras de los últimos años. En el 2015 el PSC apoyó a Colau después de que ella ganara las elecciones, y en el 2019 hizo lo propio para, de la mano también de los votos de Manuel Valls, mantenerla a la alcaldía en detrimento de ERC. En 2023 la fotografía fue inversa. Fueron los comunes quienes dieron sus votos a Collboni –esta vez con el PP– para cerrar el pase a un gobierno de Junts. "Se las tienen pero en el fondo se necesitan", resume una fuente de la oposición.

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