Collboni comienza el año con examen
La negociación de los presupuestos medirá la viabilidad de los acuerdos con los comunes y ERC
BarcelonaJaume Collboni cerró el 2024 con un triunfo in extremis. Un acuerdo de última hora con los comunes le permitió salvar, también de la mano de ERC, las ordenanzas fiscales. Si esto fue un pacto puntual o la base de un entendimiento que pueda consolidarse a lo largo del mandato es la gran pregunta a la que el alcalde de Barcelona deberá responder durante este 2025. El año en que Collboni ya atravesará el ecuador del mandato.
El primer examen llegará en breve, con los presupuestos. Si no se tuerce nada, el gobierno municipal quiere presentarlos antes de que acabe el mes de enero. A partir de ahí, deberá intentar atar el apoyo de Barcelona en Comú y Esquerra. El PSC comprobó con las ordenanzas fiscales que los pactos con los comunes son posibles ahora que Ada Colau ya no está al frente del grupo, pero también que son difíciles. Ellío con las terminales de cruceros del puerto estuvo a punto de descarrilar el acuerdo que ya se daba por supuesto.
La negociación de los presupuestos –que una vez más irán muy ligados al destino que tengan también las cuentas de la Generalitat y del Estado– volverá a poner a prueba una relación –la del PSC y los comunes– siempre tormentosa en Barcelona . Sin embargo, desde el ejecutivo de Collboni se ha priorizado en las últimas semanas el entendimiento con el grupo de Janet Sanz. Un giro que se explica por las dudas que existen hacia ERC, y por el hecho de que con el voto favorable de los comunes les bastaría con una abstención de los republicanos para sacar adelante las cuentas.
Pese a que antes del verano estaba todo preparado para que los de Elisenda Alamany entraran en el gobierno de Collboni, ahora en el ejecutivo municipal nadie se atreve a dar un pronóstico sobre cuáles serán los próximos pasos y han crecido las reservas hacia la decisión que pueda tomar ERC. Un partido que, tras la batalla descarnada por el liderazgo que ha vivido en los últimos meses, está aún tierno para afrontar el debate sobre un pacto de esa envergadura con el PSC.
Tampoco está sobre la mesa que sean los comunes quienes entren a formar parte del gobierno. Por un lado, porque los de Sanz han apostado por quedarse en la oposición haciendo sudar cada acuerdo a los socialistas. Por otro, porque con una alianza de este tipo Collboni abriría una crisis con algunos de los sectores que aplaudieron su llegada a la alcaldía porque veían una oportunidad de dejar atrás a los gobiernos de Colau.
La alianza socialista
Con este escenario, Collboni se encamina hacia la mitad de su mandato madurando la idea de aguantar cuatro años con su gobierno en solitario y con sólo 10 concejales. Un contexto difícil pero que se ve suavizado por dos factores: no hay una mayoría alternativa al pleno que pueda derribarlo y cuenta con el viento de cola que supone que los socialistas gobiernen también en la Generalitat y en el Estado. Algo que ha exprimido en los últimos meses haciendo varios anuncios clave en vivienda, transporte público y medidas contra la multireincidencia junto a consejeros y ministros.
Que estos anuncios empiecen a traducirse en cambios tangibles es otro de los grandes retos de Collboni, que no acaba de despegar en las encuestas. Aunque el PSC ganaría las elecciones en Barcelona, el alcalde seguía sin aprobar en el último barómetro municipal hecho público la semana pasada, que constataba también como la preocupación por la inseguridad y la vivienda sigue disparada entre los barceloneses.
De la reserva del 30% a la gestión del turismo
De ahí que en un 2025 sin grandes eventos en la ciudad –atrás queda una Copa América que no se repetirá– la principal asignatura del alcalde sea llevar adelante algunos proyectos clave. Sobre la mesa está pendiente todavía una de sus promesas: la revisión de la reserva del 30% vivienda social en las nuevas construcciones y las grandes rehabilitaciones. Un cambio especialmente sensible para los comunes.
Collboni también tendrá que buscar apoyos para sacar adelante una nueva ordenanza de convivencia con que el gobierno municipal quiere endurecer las sanciones por beber u orinar en la calle, o por continuar con la lucha por limitar las externalidades negativas del turismo. Aquí habrá que ver cómo avanzan las primeras conversaciones con el Port para cerrar próximamente dos de las terminales de cruceros o si el Ayuntamiento encuentra la vía para frenar de forma efectiva la proliferación de comercios dirigidos básicamente al visitante, como los supermercados 24 horas o las tiendas de cannabis o de souvenirs.
Todo ello estará marcado por lo que acabe pasando con los presupuestos. Aunque tener que prorrogarlos no es visto para el gobierno municipal como un terrible escenario, aumentaría la imagen de debilidad de un Collboni que ya tuvo que aprobar los del año pasado a través de una cuestión de confianza y pondría en duda, además, la apuesta del alcalde por forjar una alianza con los comunes y ERC.