La crisis climática puede agravar el 58% de los virus y bacterias que nos hacen enfermar
El calentamiento global, las inundaciones o las sequías intensifican la proximidad e interacción entre los microorganismos y los humanos
BarcelonaMás de la mitad de las enfermedades infecciosas se han visto agravadas en los últimos años por la emergencia climática, que ha intensificado la interacción entre los seres humanos y los microorganismos que las causan: los virus, las bacterias, los hongos y los parásitos. La emisión de gases de efecto invernadero y sus consecuencias, entre ellas el calentamiento del planeta, la deforestación, las inundaciones o las sequías, pueden ser la causa de nuevas amenazas de salud pública: fuerzan la migración de animales y comunidades enteras y provocan una reordenación geográfica que diversifica los reservorios y vectores (los huéspedes que facilitan el salto de especie de los patógenos, normalmente animales) y amplifica las posibilidades de que se den nuevos eventos de transmisión. Los últimos años se han detectado casos de dengue autóctono en Catalunya, así como del virus del Nilo y de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo en el resto de la península Ibérica y Francia porque los microorganismos, aprovechando la globalización, se expanden más allá de las zonas donde son endémicos, a veces con un comportamiento impredecible. Pero cada vez es más evidente que la crisis climática influye, y mucho, y favorece la eclosión de nuevos brotes.
Según un estudio publicado este lunes en la revista Nature, el 58% de las enfermedades infecciosas más frecuentes a las que nos enfrentamos (218 de 375) son sensibles al menos a un fenómeno climático. Solo en el 16% de los casos se vio el efecto contrario. El análisis también constata la gran diversidad de propagación que tienen estos microorganismos, siendo los vectores animales como mosquitos, garrapatas o aves (portadoras del dengue, el chikungunya o el Zika) la vía más frecuente de contagio. De hecho, cuatro de cada cinco alertas de emergencia sanitaria se deben a brotes y epidemias zoonóticas (el animal le transmite a la persona), si bien también las hay que se producen por el contacto directo con el patógeno (Ébola) o a través de la contaminación de agua y alimentos (enterovirus). El biogeógrafo Camilo Mora, de la Universidad de Hawái y primer autor del estudio, ha identificado más de 3.200 ejemplos de casos en los que los peligros climáticos estaban implicados en alguna enfermedad causada por patógenos.
En concreto, el calentamiento del planeta se relaciona con 160 enfermedades; las precipitaciones e inundaciones, con 122 patologías; y la sequía, con 81. También fenómenos como los incendios y las oleadas de calor agravan una veintena de enfermedades (cada uno de ellos), y el aumento del nivel del mar afecta a una decena. "Es evidente que el aumento de las temperaturas y las sequías y las precipitaciones extremas afectan a los animales que actúan como vectores y reservorios y, por lo tanto, afectan a la salud humana. Las enfermedades transmitidas por animales ya están aumentando. Hace una semana se identificó en Perpiñán un caso de dengue autóctono [la persona no había viajado a zonas endémicas]; en la zona del Lacio, en Italia, se tienen mosquitos portadores del chikungunya durante todo el año, y en toda la zona del Mediterráneo se ha establecido el mosquito tigre, que transmite las dos enfermedades", ejemplifica Natalia Rodríguez-Valero, médica del Servicio de Salud Internacional y Medicina Tropical del Hospital Clínic de Barcelona e investigadora del ISGlobal, centro impulsado por la Fundación La Caixa, que no ha participado en el estudio.
En la transmisión de una enfermedad infecciosa intervienen varios factores biológicos, ecológicos, ambientales y sociales, pero si solo nos fijamos en el salto de especie o en el contacto patógeno-persona, la mayoría de las enfermedades que analiza el artículo de Nature son provocadas por virus (76), bacterias (69) y animales (45), a pesar de que también se ha observado la acción de los hongos (24), los protozoos (23) y las plantas (12). Todos estos acostumbran a propagarse mediante vectores animales (103 enfermedades) pero también por el agua (78), el aire (60), el contacto directo con el patógeno (56) y los alimentos (50). Afortunadamente, dice la experta, en Catalunya (y España) la mayoría de casos que se dan actualmente son esporádicos, pero avisa de que se están detectando enfermedades que antes eran anecdóticas y que este escenario se debe a la globalización y al cambio climático, lo cual debería hacer saltar las alarmas de las autoridades sanitarias y estatales.
Migraciones de animales y humanos
El año pasado cuatro de los indicadores clave para medir la emergencia climática batieron récords: la temperatura del agua, la acidificación de los océanos, la subida del nivel del mar y la acumulación de gases de efecto invernadero, según datos de la Organización Mundial de Meteorología (OMM). Además, todo indica que el mundo podría superar un calentamiento global de 1,5 °C de aquí al 2026, mucho antes de lo previsto (2040). Los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes e intensos y no solo están provocando irrupciones en los ecosistemas, sino también efectos graduales como la sequía, que se traduce en una falta de agua y de alimentación y, a la larga, fuerza la migración de humanos y animales. De hecho, los cambios en la distribución geográfica de las especies son uno de los efectos más claros del impacto del cambio climático y la degradación del medio ambiente.
Las oleadas de calor, los incendios forestales, las tormentas y las inundaciones modifican los contactos entre especies y acercan los patógenos a las personas: los virus del Nipah y del Ébola se asocian a la vida salvaje (murciélagos, roedores y primates) que se desplaza buscando recursos alimentarios fuera de su hábitat, y la sequía provoca la congregación de mosquitos y aves alrededor de las fuentes de agua restantes, a menudo aguas residuales que dan lugar a transmisión directa de torovirus. El resultado: se multiplican las poblaciones de mosquitos, garrapatas, pulgas, algunos pájaros y varios mamíferos, que propagan el dengue, el virus del Nilo, el Zika y la malaria, por mencionar algunos ejemplos, a menudo en zonas donde no viven normalmente. El estudio firmado por Mora también destaca las enfermedades de origen acuático, como las de la bacteria Vibrio (que se asocia al cólera), el anisakis o los envenenamientos por medusas, y las desencadenadas por las interrupciones del hábitat natural de los animales.
"Las enfermedades viajan, pero los principales cambios se dan primero a escala local. Por ejemplo, animales que se adentran en zonas forestales o boscosas más frondosas y comunidades que, en periodos de escasez alimentaria, comen animales salvajes", explica Rodríguez-Valero. En otros lugares, como Turquía, se está viendo que la deforestación y el asentamiento de comunidades en estas zonas facilita que la fiebre amarilla o la de Crimea-Congo prolifere. "Y después vemos las zonas periurbanas, que no son rurales pero tampoco llegan a ser urbanas, donde aumenta la densidad de población y vectores que tenían un contacto muy limitado con humanos ahora tienen más facilidad para transmitir enfermedades, como pasa en Japón", añade la investigadora.
Los autores del estudio subrayan que ha quedado demostrado que el cambio climático puede afectar a enfermedades patógenas humanas, pero el alcance total de este riesgo continúa siendo poco cuantificado. Hasta ahora los estudios sobre el impacto de los peligros climáticos en las enfermedades infecciosas se centraban únicamente en los grupos específicos de patógenos, o en los peligros o en el tipo de transmisión de forma aislada. La realidad, sin embargo, evidencia que las zoonosis son cada vez más frecuentes –causan más de 700.000 muertos cada año en el mundo– y, por eso, los expertos hacen un llamamiento urgente a integrar el concepto one health (una única salud, en inglés) para coordinar la salud humana, la salud animal y la salud medioambiental, que son interdependientes, como una única salud. "No tiene ningún tipo de sentido pensar en la salud humana como un hecho aislado, y tampoco que España sea el tercer país con más publicaciones científicas al respecto y, en cambio, no se invierta lo bastante en salud pública", lamenta Rodríguez-Valero.