Collboni marca perfil para intentar el 'sorpasso' en 2023
Los socialistas hacen más evidentes las discrepancias con el Gobierno de Colau a poco más de un año de las elecciones
Barcelona"Está todo hablado". Con estas palabras minimizaba hace unas semanas la teniente de alcaldía de Urbanismo de Barcelona, Janet Sanz, cualquier discrepancia con los socios de gobierno, el PSC, en proyectos clave para la ciudad, como la nueva superisla del Eixample. Después de aquella conversación con el ARA, sin embargo, los socialistas se abstuvieron en la votación en comisión de gobierno del plan para regular las actividades económicas que podrán abrir en este distrito y después, en un salto con doble tirabuzón, se aliaron con Junts en comisión para aprobar un texto que pedía restringir el alcance de este plan. El socio se desmarcaba, así, de un proyecto de gobierno y esto era ir un paso más allá de las discrepancias –ya acordadas– entre comunes y socialistas en temas como la ampliación del aeropuerto, los Juegos de Invierno o el Hermitage. Pero también en estas esferas se ha pronunciado más la brecha entre unos y otras con el cabeza de filas socialista, Jaume Collboni, aprovechando una conferencia en el Círculo de Economía para reabrir el debate del aeropuerto: "No tiro la toalla".
Cuando falta poco más de un año para las elecciones municipales, el PSC ha empezado el desmarque del proyecto de los comunes desde un "equilibrio calculado" para no dar una imagen de crispación o de falta de estabilidad que no favorecería ni a unos ni a otros, como radiografía una voz del gobierno. Los comunes, que con diez regidores son mayoría en el gobierno, optan por minimizar estas discrepancias, mientras que los socialistas, que ahora tienen ocho regidores y se ven en disposición de rivalizar con los republicanos y los comunes por la alcaldía, se han avezado a verbalizar sus posicionamientos diferenciados cuando no hay acuerdo, sea sobre la superisla o sobre el despliegue del sistema de recogida de basura puerta a puerta, que el PSC pidió parar en Horta.
Llegada la campaña, cada cual se tragará sus sapos. Y ahora los socialistas se afanan a sacar pecho del trabajo hecho en terrenos como la promoción económica y a dejar claras algunas diferencias de criterio que, seguro, amplificarán en periodo electoral. El pleno de viernes fue una muestra de este juego de equilibrios, con un PSC que no hizo evidentes las discrepancias pero que se llevó victorias como que quedara aprobada por unanimidad una petición del PP para consensuar con vecinos y comerciantes el plan de usos del Eixample. "Nos unen más cosas de las que nos separan", relativizan desde el grupo municipal a pesar de que fuentes del partido confirman que trabajan para ir evidenciando que "el modelo del PSC no es el de los comunes".
El debate sobre Collboni
En el proceso de distanciamiento de los socialistas respecto a Colau se suman los esfuerzos para reivindicar a Collboni como candidato. A pesar de las dudas y las especulaciones que siempre apuntan a un posible relevo, fuentes socialistas dejan claro que ahora mismo "no se valora ninguna otra opción" para encabezar la lista en la capital catalana. Tanto la dirección nacional como la federación de Barcelona cierran filas con el actual teniente de alcaldía y las encuestas públicas e internas avalan esta posición: el grado de conocimiento de Collboni entre la ciudadanía está alrededor del 70%, la valoración que tiene entre el electorado socialista es buena y, según las mismas fuentes, también es "bastante óptima" entre los votantes de Cs y los comunes, el espacio donde el PSC ve margen para crecer en 2023. El último barómetro municipal, a pesar de asignarle un 4,7 de nota de valoración –suspendido, como el resto de los líderes, con la única excepción del republicano Ernest Maragall, que aprobaba por los pelos con un 5,2–, lo situaba como el tercer cabeza de partido más conocido, por detrás de Colau y Maragall.
La capacidad de poder pescar voto entre los votantes decepcionados con los comunes y también en el espacio de Cs –a la espera de ver cómo quedan reconfigurados todos los partidos ahora pequeños del pleno– es lo que decanta la balanza a favor de Collboni por delante de sustitutos que han sonado los últimos meses como el ministro Miquel Iceta, que consolida al votante propio, pero genera anticuerpos en el electorado fronterizo. Varias voces en el PSC descartan del mismo modo otros nombres que han aparecido enlas quinielas recientemente como son la presidenta del Congreso, Meritxell Batet; el exalcalde de Barcelona Jordi Hereu, o la nueva delegada del Gobierno español en Catalunya, Maria Eugènia Gay. El único candidato que en el partido consideran que conseguiría un mejor resultado que Collboni es el primer secretario socialista, Salvador Illa, pero esto podría debilitar su proyecto de alternativa en la Generalitat con el que aspira a ser presidente. "El candidato será Collboni, no tengáis ninguna duda", cierran filas desde el grupo municipal.
Las dudas sobre si Collboni continuará de candidato, apuntan desde el partido, surgen de su perfil más vinculado a la gestión que al carisma que pueden tener figuras como Colau, pero los socialistas están convencidos de que esta característica cotiza al alza en un momento de crisis como el actual, fruto de la pandemia y las consecuencias de la guerra en Ucrania. "La gente busca certezas y garantías", afirma un dirigente. El teniente de alcaldía ya fue promocionado en el congreso de diciembre cuando fue elegido por la viceprimera secretaria de política municipal y últimamente ha protagonizando varios actos con el objetivo de reforzar su figura de cara a 2023. El sábado lo hizo junto a Illa en la convención política del PSC de Barcelona que, precisamente, tenía que marcar el rumbo de cara a las municipales y donde se anunció que Hereu será presidente del consejo asesor de la candidatura. "Estoy convencido de que tendré el apoyo mayoritario", defendió Collboni sobre la posibilidad de que otro aspirante opte a las primarias del partido. Su confirmación oficial como candidato, sin embargo, todavía podría tardar en llegar. A más de un año para las urnas, el contexto y la evolución de las encuestas son imprevisibles.