Confinados en el pueblo más pequeño: “Sales de casa y ya estás fuera de Puigdàlber”

Este municipio del Alt Penedès solo mide 0,6 kilómetros cuadrados

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Vecinos de Puigdàlber, el término municipal más pequeño de Cataluña

"Sales por la puerta de casa y ya casi estás fuera del pueblo", bromea Maria Vallès (20 años), estudiante de Magisterio y vecina de Puigdàlber (Alt Penedès), el municipio más pequeño de Catalunya en extensión territorial, con solo unos 0,6 kilómetros cuadrados. Aunque en 2001 conquistó el sector del Mas Moré, hasta entonces territorio de la población vecina del Pla del Penedès. "Antes teníamos unos 0,4 kilómetros cuadrados, igual que la Ciudad del Vaticano", ríe Ramon Fontanals (64 años), labrador y uno de los carniceros, junto con su hermana, del pueblo.

Como Puigdàlber, que tiene unos 570 habitantes, está cerca de Vilafranca del Penedès y muchos vecinos van ahí, el confinamiento municipal les ha roto la rutina. "Mira, ahora hace tiempo que no voy a la peluquería, me hago yo cuatro retoques aquí en casa y venga", pone de ejemplo Roser Esteve (79 años), que dice que también echa de menos las vueltas y los cafés de media tarde en Vilafranca. Vallès, como muchos jóvenes, no ha podido quedar con su grupo de amigas del instituto, que mayoritariamente son de Vilafranca. A pesar de que de este modo, contrapone, se ha conocido más con los amigos del pueblo y con los vecinos.

Puigdàlber desde lejos

Por motivos de trabajo, en cambio, muchos se han visto obligados a desplazarse hasta la capital del Alt Penedès o fuera del municipio, como es el caso del alcalde, Miquel Vallès. "Muchos trabajamos fuera de Puigdàlber y, volviendo, también se puede aprovechar para hacer algún encargo", apunta, que critica que el Govern no haya tenido en cuenta la idiosincrasia de los entornos más rurales a la hora de aplicar las restricciones del covid.

A la hora de ir a pasear, algunos vecinos admiten que se han hecho un poco el longuis con el confinamiento municipal. "Cogemos los caminos rurales de siempre y a la mínima ya sales de Puigdàlber", dice Maria Vallès, que, de hecho, recuerda que para hacer deporte sí que se puede ir hasta el pueblo del lado. Y su padre añade: "Al principio del primer confinamiento los Mossos eran estrictos y vigilaban más, pero ahora ya no encuentras policía por aquí, y menos cuando vas por el medio del bosque". A su vez, el alcalde hace unos cálculos optimistas y apunta que no es del todo necesario salir del pueblo para ir a dar una vuelta: "Hombre, 0,6 kilómetros cuadrados, si sigues la delimitación del municipio ya puedes hacer algún kilómetro, y hay gente mayor que ya tiene suficiente".

Fontanals recuerda que al principio del desconfinamiento, hacia mayo del año pasado, hubo unos días que la gente salía más a pasear. "El camino que pasa por el lado de mis olivos parecía una rambla; ya les decía yo, si nos ponemos todos a cosechar olivas lo terminamos con un momento", ríe el labrador y carnicero. En todo caso, la propietaria de la Casa Rural Cal Drac, Àngels Mitjans (53 años), sin bromas, evidencia que es incoherente no dejar que los vecinos anden con libertad por el bosque del lado de casa. "A ver, tampoco hay que sufrir por encontrar aglomeraciones, yo nunca me he tenido que apartar porque viniera nadie", afirma.

El bar, cerrado, y la carnicería, haciendo de farmacia

El Ayuntamiento y la solidaridad de los de Puigdàlber ha conseguido cubrir la mayoría de servicios mínimos. Por ejemplo, los de Cal Carnisser, como el último bar que quedaba en el pueblo tuvo que cerrar definitivamente por la pandemia, también vienen números de lotería aunque ellos no ganen nada. "Hay gente que tiene la costumbre de jugar y nos lo pidieron como un favor", dice Fontanals, que también explica que la médica les deja las recetas médicas y un farmacéutico les trae los medicamentos, que los pacientes pasan a recoger por la carnicería. Y, a los más mayores, igual que hacen con la comida, también se los llevan a casa.

Por un lado, hay comercios como el de Cal Carnisser que han conseguido hacer crecer la clientela. "Durante el primer confinamiento a veces incluso teníamos demasiado trabajo, pero nos ha ido bien, porque gente de Barcelona que solo viene los fines de semana y antes no nos conocía, continúa viniendo", dice Fontanals, que reivindica especialmente sus hamburguesas. Además, el pueblo cada vez tiene más habitantes y, desde el inicio del covid, hay gente que solo venía a pasar unos días y ha decidido quedarse a vivir ahí. Sin embargo, hay negocios como la Casa Rural Cal Drac que han visto disminuir mucho sus ingresos. "Desde Nochevieja que no trabajo, aprovecho para ir haciendo reformas", explica Mitjans, que espera que en verano –"la época buena es cuando vienen los franceses y los belgas"– la situación epidemiológica haya mejorado. Con todo, los vecinos del municipio más pequeño tienen las mismas ganas de que desaparezca el covid que el resto de catalanes. "Estamos acostumbrados a ser pájaros de bosque, no de palomar", resume Esteve.

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