Coronavirus

“Han dejado en manos de Florentino Pérez que yo le pueda dar un beso a mi madre”

Las familias piden acabar con todas las restricciones en las residencias para que la gente mayor recupere todos sus derechos

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Los abrazos y contacto físico entre familiares han vuelto a las residencias

“Con la tercera dosis de refuerzo, ¿mi madre será más libre?” La pregunta la formula Feli Ruiz Sagrera, de 43 años, cuya madre de 67 está ingresada en una residencia desde hace cuatro años y que dice que las dos han vivido la pandemia “en una montaña rusa emocional” por las restricciones que la evolución de los datos epidemiológicos les han obligado a adoptar en nombre de la protección de la vida. Su madre todavía es autónoma, a pesar de que sufre un inicio de demencia leve y los meses de restricciones han hecho de ella una mujer “un poco arisca y apática” porque, sostiene, la ausencia de visitas y contacto con el exterior han hecho que se aísle en ella misma y ahora vive en un rinconcillo.

Sobre el papel, después de más de 550 días (18 meses y dos días desde que se declaró el estado de alarma) los geriátricos de Catalunya permiten el contacto físico con el residente, siempre que tengan el covid bajo control. “Es un paso pequeño, pero al menos es un paso”, celebra Ruiz, coordinadora de Els Estels Silenciats, una de las entidades de familiares que han denunciado la vulneración de los derechos fundamentales de la gente mayor ingresada en geriátricos.

Paquita Sierra no pertenece a ninguna entidad de familiares, pero se pregunta por qué su marido en una residencia tiene “menos oportunidades” de moverse que ella, que se mantiene en el domicilio familiar. Su marido también anda, pero como de vez en cuando le dan brotes decidieron ingresarlo poco antes de la pandemia, y ahora “sacarlo es una aventura”. Explica que se le ha hecho “una montaña” cada cambio de protocolo de Salud para adaptar las restricciones a la evolución del covid, porque en la residencia le informaban “tarde y mal” sobre qué se podía hacer. “He estado todos estos meses viendo a mi marido separados por una mesa, en el jardín”, se emociona. La noticia que ya se podrán abrazar la llena de alegría, pero dice “no entender” por qué estando los dos vacunados, con test negativo y con mascarilla , no podían ni hacerse una caricia. “No pedimos darnos besos llenos de baba, pero, con las manos limpias, le puedo contagiar por tocarle la mejilla?”, pregunta Feli Ruiz, que dice que alguna vez le han llamado la atención por hacerlo en el interior de las residencias.

La Coordinadora 5+1, otra entidad crítica con las restricciones, denuncia que la gente mayor de residencias sean las únicas personas que todavía tienen la libertad de movimientos secuestrada y denuncia que la Generalitat hace y deshace sobre la vida de los residentes a través de regulaciones ambiguas que facilitan que la última palabra la tengan las direcciones de los centros. Reclama que se ponga fin a las limitaciones de acceso a las visitas y salidas en los centros y que, por el contrario, se mantengan los cribajes a los trabajadores y familiares para detectar positivos. Además, reclama que en ningún momento las restricciones se han sometido a juicio del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, como sí que ha hecho el Govern cada vez que ha limitado derechos fundamentales de la ciudadanía, como el límite de reunión o los toques de queda. “Han dejado en manos de los fondos de inversión o de Florentino Pérez [propietarios de centros geriátricos] que yo le pueda dar un beso a mi madre”, reprocha María José Carcelén, portavoz de la asociación, que está a la espera de que la Fiscalía determine si acepta los recursos presentados. "No están tratando a la gente mayor como personas y se olvidan de su bienestar emocional", insiste.

Para el departamento de Salud, el relajamiento de las restricciones se produce siempre que la transmisión del covid se frena en la comunidad y, en este sentido, la secretaria de Salud Pública, Carmen Cabezas, apunta que la vacunación ha sido un factor clave que ha cambiado "de la noche al día" la vida en las residencias. Es lo mismo que apunta el doctor Toni Andreu, director de estrategia de la patronal ACRA, que señala que si bien es "evidente que las restricciones han tenido un impacto" en la salud emocional de los residentes, siempre se han impuesto para evitar "más muertos y aislamientos más largos" de lo que han sido.

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