El futuro de las vacunas se escribe con ARN

La versatilidad de la plataforma pronostica un futuro esperanzador más allá del covid-19

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A través d’aquesta imatge microscòpica podem veure cèl·lules del virus causant del covid, el SARS-CoV-2

BarcelonaLos resultados “decepcionantes”, todavía preliminares, de la vacuna contra el covid-19 de la empresa biotecnológica alemana CureVac parece que han enfriado los ánimos de los inversores y del público general respecto al futuro de las vacunas basadas en tecnología de ARN mensajero, la misma que han desplegado Pfizer/BioNTech y Moderna. Como ya se sabe, las dos vacunas tienen niveles altísimos de seguridad y superan el 94% después de administrar dos dosis. CureVac se queda en un modesto 47%. 

¿Es un fracaso de la compañía alemana? ¿Sus resultados ponen en entredicho el potencial de las vacunas de ARN? Ni una cosa ni la otra. De hecho, no son pocos los analistas que consideran que el futuro inmediato de vacunas tan diversas como las de la gripe, la tuberculosis, la malaria o incluso el sida, pasa por esta tecnología. Las vacunas de ARN marcan “el camino a seguir”. Lo dice Andy Geall, investigador en el área de vacunas de Novartis en 2013 en una revisión publicada en la revista Nature este mes de junio. Geall fue uno de los investigadores que, además de Katalin Karikó y Norbert Pardi, contribuyeron al diseño de nanopartículas lipídicas que permiten el transporte de ARN mensajero en el interior de la célula.

A lo largo de 30 años ha habido muestras de que la tecnología se consideraba interesante. En 2012, por ejemplo, el DARPA, la agencia de defensa de los Estados Unidos dedicada a proyectos de investigación avanzados, se interesó por las vacunas de ARN empujado por el brote de gripe aviar en Corea del Sur y otros países vecinos. Empresas como Pfizer, AstraZeneca, Sanofi Pasteur o la misma Novartis se adhirieron a ello. También lo hicieron dos pequeñas compañías biotecnológicas, la alemana CureVac y la americana Moderna. Además de los estudios para tratar varios tipos de cáncer, se hicieron experimentos en relación con algunas enfermedades respiratorias como la gripe, y también con las que provocan virus como el citomegalovirus, el chikungunya y el Zika, además del Ébola y el VIH más tarde. Pero todo avanzaba muy lentamente.

Aceleración pandémica

Y entonces emergió el SARS-CoV-2 y todo se aceleró. Entre marzo y abril de 2020 varias compañías anunciaron que estaban en disposición de tener una vacuna lista en un año y que los niveles de eficacia y seguridad serían suficientemente altos como para proteger a extensas capas de población en todo el mundo. El anuncio, obviamente, sorprendió a todos. El caso, sin embargo, es que ya estaban muy a punto. Tanto las de diseño convencional como las basadas en ARN mensajero. El principal escollo para estas últimas era sobre todo tecnológico y de seguridad. Nunca antes se habían probado en humanos a gran escala ni se había abordado la producción a escala industrial. Los problemas regulatorios, por otro lado, se resolvieron aplicando criterios de emergencia sanitaria por la expansión de la pandemia.

Se obtuvo la secuencia del virus del covid-19 en tiempo récord, se escogió la diana a partir de la cual generar el antígeno y se prepararon envolturas de partículas nanolipídicas más buenas. Todo estuvo listo en cuestión de semanas. Solo había que poner a punto los ensayos clínicos y preparar la industria para la producción masiva, recuerda Jeffrey Ulmer, antiguo responsable de investigación preclínica de GlaxoSmithKline. Las dos se han hecho a la vez, de forma que muchos procesos se han solapado o eliminado. En paralelo, el sector público y el privado han trabajado juntos con el apoyo de los organismos de salud pública de los Estados Unidos o de los países de la Unión Europea.

Las prisas motivadas por la necesidad han provocado también problemas más allá de la fabricación y la distribución de las vacunas. Por ejemplo, hoy se sabe que los efectos adversos vienen dados por las envolturas, que “habría que refinar”, y por la contaminación durante la fabricación.

Vacunas locales

Idibaps encabeza un consorcio para desarrollar una vacuna del covid-19 a partir de ARN mensajero. En el proyecto participan la Universitat de Barcelona, el Institut de Recerca Biomèdica, la Universitat Pompeu Fabra, el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, la Universidad de Santiago de Compostela, la Universidad Libre de Bruselas y la empresa especializada en salud animal Hipra.

“En estos momentos tenemos resultados preclínicos muy buenos y próximamente esperamos tener un prototipo que se pueda empezar a ensayar”, explica la investigadora de Idibaps Monserrat Plana. Ahora bien, “estamos en conversaciones con el ministerio porque estamos sin financiación”, explica la investigadora.

Desde Idibaps, en colaboración con IrsiCaixa, también se trabaja en tres vacunas diferentes de ARN contra el VIH.

Un abanico de nuevas vacunas

En las vacunas de ARN mensajero se puede dirigir la inmunidad de forma muy precisa, lo que permite considerar diferentes virus o sus variantes a la vez y de manera relativamente sencilla. Esto explica porque se trabaja en el diseño de nuevas vacunas contra la gripe a partir de esta tecnología o se investiga para aplicarla a la tuberculosis o la malaria. Los virus del Zika, el chikungunya, el Ébola y el sida son otros candidatos, además de determinadas formas de cáncer, como por ejemplo el melanoma y el hepático. De hecho, ya hay ensayos clínicos en marcha de vacunas de ARN contra la gripe estacional, el herpes genital y el VIH. También hay uno de una vacuna universal de la gripe, que sería efectiva ante las frecuentes mutaciones de este virus.

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