En plena pandemia, las dos universidades más grandes del país hicieron elecciones –virtuales– para escoger nuevos rectores. Son Javier Lafuente, de la Autònoma, y Joan Guàrdia, de la UB. Los dos se encuentran con el ARA para hablar del presente y el futuro de las universidades.
El paso adelante
¿Por qué os presentásteis para ser rectores?
— Javier Lafuente: Parece extraño, pero presentarse como rector es un ejercicio de responsabilidad. La universidad lo ha dado todo por ti y ahora ha llegado el momento de trabajar para la comunidad universitaria y la sociedad en general, porque la universidad no tiene sentido si no está pensada para dar servicio y ayudar a cambiar la sociedad.
— Joan Guàrdia: Nosotros no veníamos de un equipo rectoral previo que supusiera una continuación del proyecto, sino que nos planteábamos como alternativa, con la firme convicción que había otra manera de gestionar la casa, otra manera de entender la universidad pública y otra manera de entender las necesidades de nuestra comunidad. Nos hemos encontrado una universidad con muchas ganas de trabajar y transformarse. Quizás había que encontrar el chispazo para poner en valor esta situación. Sería injusto decir que la UB estaba terriblemente mal o terriblemente bien antes de nosotros.
— J.L.: La universidad es tan grande y tan capaz de continuar trabajando que es muy difícil de cambiar del todo en función de cómo lo haga el rector. Me he encontrado la universidad muy mal por un motivo: después de 10 o 12 años de crisis, cuando todos nos esperábamos que mejoraríamos y nos recuperaríamos, ha llegado el covid, y con él, otra crisis que no sabemos cuánto durará ni hacia dónde irá. Hay mucho trabajo por hacer y necesitaríamos dirigentes convencidos que las universidades somos elementos clave. Necesitamos que nos ayuden para poder ayudar, porque no tenemos ninguna otra vocación que la del servicio público.
Financiación
— J.G: Una prioridad para todo el sistema es que estamos convencidos que la universidad pública tiene que tener un papel relevante en el marco de la gestión y la transformación del país. Y esto tiene una derivada: la financiación, y cómo se interpreta que la universidad es una inversión, no un gasto. Pero esto no depende solo de nosotros.
Las universidades son las instituciones más bien valoradas...
— J.G: Supongo que no te extraña, ¿no? ¿Quieres el teléfono del conseller, para decírselo?
...pero hace tiempo que os quejáis de falta de financiación. ¿Qué pedís al futuro Govern?
— J.L: Queremos un conseller de universidades e innovación. ¿Qué hemos hecho durante los últimos 10 años? Hemos ido mejorando, pero ahora ya hemos tocado hueso. Ahora toca invertir a largo plazo y esto es muy complejo, porque cuando tú inviertes en la universidad, te lo devuelve con creces, pero tarda mucho. Si el Govern coloca entre sus prioridades las universidades, la ciencia, el conocimiento y la transferencia habrá un cambio muy grande en la universidad pero sobre todo en la sociedad.
— J.G: La política tiene unos criterios diferentes a los nuestros. Los cambios que requieren tiempo son mal valorados y no se consideran urgentes porque para un político lo que es crucial es el corto plazo. Nosotros no tenemos esta presión.
En Catalunya no hay conseller, pero en España sí que hay ministro de Universidades. ¿Cómo valoráis la tarea de Manuel Castells?
— J.G: Sus competencias son limitadas. Aún así, creo que el ejercicio del ministerio es francamente errático y está generando confusión: aparecen setas de propuestas que son revisadas, modificadas y remodificadas. Ahora tenemos un documento para la nueva ley del sistema universitario que es una declaración de intenciones muy genérica. Le presupongo la buena voluntad de transformar la universidad, pero esto no se traduce en una política bien direccionada, específica y reconocible. Es muy difícil reconocer la estrategia política del ministro con sus actuaciones concretas. Tenemos la sensación de despropósitos preparados y pensados para ver cómo reaccionamos los demás.
— J.L: Estoy 100% de acuerdo. Lo que es bueno para la universidad es tener políticas claras a largo plazo.
— J.G: La autoridad pública tiene que entender que se tiene que proteger la función investigadora, porque estamos poniendo nuestra vida en sus manos. Una ley del profesorado, la investigación y el personal implicado tendría que ser materia de absoluta prioridad del gobierno y no estar sometida a veleidades y carencias de criterio que confunden.
Personal y plantillas
— J.G: Hay un segundo bloque de prioridades que no solo depende de nosotros, y es dibujar correctamente la carrera profesional del personal de investigación y docencia. Catalunya tiene unos planes concretos, pero estamos en un callejón sin salida: el mensaje que nos llega desde el ministerio es uno y nuestro mecanismo de actuación es otro. Esto genera disfunciones y una cosa peor, que es que la gente joven no tiene claro cuál es el circuito de una carrera académica.
— J.L: En cuanto al profesorado permanente, es cierto que desde ya hace demasiados años, las políticas económicas y de personal de las administraciones públicas han provocado un envejecimiento de las plantillas y un aumento de la precariedad. Queremos revertir la situación mejorando las condiciones laborales del personal docente y también retener el talento joven.
— J.G: Es evidente que la universidad pública tiene margen de mejora en algunos ámbitos. En cuanto a la temporalidad de la plantilla docente e investigadora, hace tiempo que reclamamos una revisión del sistema de financiación y de las políticas de contratación por parte de las administraciones. Pero nosotros también tenemos que dibujar un sistema de incorporación de profesorado y de carrera académica ajustados a la realidad. Esto se tiene que traducir en mejoras laborales y en garantizar un sistema de captación y retención del talento.
— J.L: Y quiero añadir una cosa: queremos autonomía e independencia para poder hacer contratación de profesores titulados y agregados. Con el sistema que tenemos ahora, los asociados son expertos que hacen unas horas de clase, pero durante 12 o 13 años eran la única figura que podíamos contratar cuando se jubilaba o moría algún profesor. Necesitamos capacidad para contratar profesores y no depender de los asociados, que están haciendo una función para la que no estaban pensados.
— J.G: Las universidades tenemos que contribuir a las soluciones. Alguien ha pensado que éramos parte del problema, pero somos parte de la solución y tenemos que ayudar a la administración pública a arbitrar las soluciones a los problemas que los planteamos. Por ejemplo, tenemos que instaurar la cultura de la eficacia y la eficiencia en la gestión, la cultura del rendimiento de cuentas, la utilidad y práctica de la búsqueda. La solución final no depende de nosotros porque no gestionamos el presupuesto, pero para la administración tenemos que ser un referente en cuanto a confianza y complicidad. El mensaje que tenemos que enviar es que no hay ninguno otro remedio que darnos confianza porque somos la punta de lanza del conocimiento y de la innovación. Ya sé que para un político tiene más rendimiento salir en la foto inaugurando algo tangible, pero un país avanzado, moderno y que sintoniza con sus necesidades es un país capaz de comprometerse con el futuro y el futuro está en la universidad.
Estudiantes
— J.L: Todo lo que hacemos lo hacemos para las personas. Y en estos años de crisis se han debilitado las estructuras de la universidad y hemos perdido dos generaciones de docentes, de investigadores y de PAS. La edad mediana del profesorado está muy cerca de los 60 y esto es grave, ¡pero es que el PAS está igual! Tenemos un problema muy grande. Tenemos que prepararlo todo para captar talento y recuperar la ilusión.
— J.G: Y tenemos que pensar qué tenemos que ofrecer a un estudiante de 18 años que se acerca a la universidad.
— J.L: Tenemos una juventud que lleva un año en una situación muy compleja. Ni los profesores ni los alumnos estábamos preparados para lo que venía y hemos hecho lo que hemos podido. Pero aunque hayamos aprendido cosas que nos cambiarán de por vida, somos una universidad presencial. Tenemos dos problemas respecto de nuestros estudiantes: ellos están muy cansados de estar entre cuatro paredes y no tener las relaciones que necesitan, y nosotros nos tendremos que adaptar a sus necesidades tecnológicas, su forma de educación, formar los profesores...
— J.G: Tenemos que ver cómo aprovechamos lo que ha pasado para activar elementos y recursos que hace dos años nadie habría pensado que usaríamos, tanto en relación con la docencia como con los estudiantes.
Si la docencia sigue siendo virtual, quizás hay alumnos que dudarán en matricularse en universidades online, como la UOC.
— J.G: ¿Tu crees? No quiero entrar en la polémica. No nos sentimos en riesgo en absoluto.
— J.L: Las universidades no somos competencia, somos compañeros de viaje. Cada universidad tiene un papel diferente, y nuestro papel es presencial. Necesitamos estar en clase y ver en la cara del alumno que el ejemplo que has puesto no funciona.
Implicación política
Quería que habláramos sobre el papel que tienen que tener las universidades en el debate político, después de la condena a la UB por el manifiesto a favor de la libertad de los presos políticos y por el apoyo de los rectores a los síndicos del 1-O.
— J.G: ¿Te puedo enmendar la expresión? Lo que hicimos los rectores no fue una manifestación política, fue una manifestación académica, porque apoyábamos a nuestra gente, que había visto coartada su capacidad de actuar como lo que son, unos científicos a los que el país les pide un servicio. Y segundo: las universidades por supuesto, y obviamente, tienen que hacer política. La hacemos cada día. ¿No lo estamos haciendo ahora, que estamos pidiendo presupuesto, confianza y criterio? Lo que nosotros no podemos hacer es política de partidos.
J.L: Nuestra obligación es formar ciudadanos críticos y con opinión. Y nosotros tenemos que ser los primeros en decir nuestra opinión. No en hacer política, pero sí en opinar sobre las cosas que pasan.
Joan Guàrdia, rector de la UB
Joan Guardia (Barcelona, 1958) es catedrático de metodología de las ciencias del comportamiento y se impuso en unas disputadas elecciones a Joan Elias, que había sido el rector de la universidad más grande del país en los últimos cuatro años. "Somos la génesis del sistema", reivindica con satisfacción. Una de las primeras decisiones que tomó fue "flexibilizar" el sistema de evaluación y poder hacer los exámenes online, tal como reclamaban los estudiantes, a quien había prometido "escuchar" durante la campaña. También garantizó una "investigación de calidad y docencia excelente".
De discurso contundente, dice que una de las cosas que más envidia de la UAB es el "sentimiento de pertenencia" que tiene el personal y el alumnado de la Autònoma. "Esto en la UB es muy difícil porque estamos todos dispersados", lamenta.
Javier Lafuente, rector de la UAB
El catedrático de ingeniería química Javier Lafuente (Barcelona, 1960) es el rector de la UAB desde noviembre. Era el único candidato para ocupar el cargo y parece que ha tomado buena nota del estilo -amable en las formas y combativo en el fondo- de su precessora, Margarita Arboix, que no paró nunca de reclamar mejoras en la financiación de la institución. En su discurso de investidura, Lafuente reclamó un nuevo modelo de financiación porque el actual "es injusto" para la UAB.
Asegura que, a pesar de las diferencias, siempre ha tenido buena relación con la UB. Y lanza un lamento que suena a propuesta: "Creo que deberíamos haber colaborado más en algunas titulaciones en que el mercado laboral no es tan grande para doblar la foto. Quizás deberíamos hacer grados conjuntos y aprovechar profesores..."