Aarón Moreno García: “Cuando eres gitano y estudias, te sientes muy solo porque no tienes referentes”
Uno de los poquísimos gitanos del barrio de Sant Roc, de Badalona, que ha cursado estudios universitarios
BadalonaAarón Moreno García tiene 26 años y es uno de los poquísimo gitanos que viven en el barrio de Sant Roc, en Badalona, y ha hecho una carrera universitaria. Ha estudiado Educación Social y depués un máster de profesorado. Hay tan pocos universitarios en Sant Roc que él mismo puede enumerar uno a uno los que han cursado estudios superiores. “Aquí nos conocemos todos”, afirma. Sant Roc, con unos 14.000 habitantes, la mayoría de etnia gitana, es uno de los barrios de Catalunya con más absentismo y abandono escolar. Sin ir más lejos, Aarón tiene tres hermanos y dos hermanas. Ninguno de ellos acabó la educación secundaria obligatoria.
¿Eres el bicho raro de tu familia?
— Tuve la gran suerte de ser el pequeño de seis hermanos. Mi familia es muy humilde. Mi madre se dedica a la venta ambulante, y mi padre era albañil, pero ya está jubilado. Mi madre, por necesidad, se llevaba a mis hermanas al mercadillo y mis hermanos se iban con mi padre a la obra. Cuando ellos han sido un poco más mayores, han sufrido mucho de la espalda. Así que, cuando yo tenía 11 o 12 años, mis hermanos y mi madre me decían “tienes que estudiar”, “tienes que buscar algo mejor que la obra”. Así que no me considero un bicho raro sino un afortunado porque se me dio la oportunidad de estudiar.
Entonces tú no tuviste que ir a trabajar con tus padres.
— Desde los 13 o 14 años, siempre he ido a ayudar a mi madre a vender y faltaba los viernes a clase. Ella es mayor y está muy castigada de vender siempre por la calle. Por suerte los profesores lo entendían y me echaban una mano.
¿Pero tú querías estudiar?
— Con 11 o 12 años, estás con la tontería de los videojuegos, la consola, la novia, los primos, las primas. No veía la necesidad. Pero en mi casa era una época en la que estábamos económicamente muy mal. Mis hermanos se quedaron sin trabajo cuando explotó la burbuja inmobiliaria y me decían “estudia, a ver si podemos ayudar a la mama entre todos”.
¿Y tus amigos qué te decían?
— Mis amigos, en su momento, no lo entendían por la falta de referentes. Como ellos nunca habían visto una persona gitana con estudios, les sonaba a chino. Después interiorizaron que yo, a partir de las siete u ocho de la tarde, no podía estar en la calle porque tenía que hacer los deberes. Mientras ellos estaban jugando un partido de fútbol, yo estaba estudiando economía de la empresa en casa.
¿No te decían que te quedaras jugando?
— La mayoría de la gente del barrio de Sant Roc se dedica a la venta ambulante, a la chatarra o tiene un pequeño trabajillo. La gente vive al día. Si tienes 20 euros, te los gastas y mañana ya veré. La gente me decía: "¿Para qué te vas a poner a estudiar ahora dos años, si a ti lo que te importa es comer hoy?”.
Para ti sería difícil romper la norma.
— Eso, la soledad del gitano que estudia, lo he comentado con algún otro gitano que ha estudiado y es verdad. Te sientes muy solo. Lo más difícil era que todos mis amigos, mis primos y primas estaban juntos el fin de semana, iban a Diagonal Mar a comer al Burguer King, y yo estaba en casa estudiando. Además, cuando iba a clase, no me encontraba compañeras y compañeros gitanos, ni profesores gitanos. No tenía nadie con quien sentirme identificado. Si hubiera tenido un profesor gitano, me hubiera motivado mucho más. Esa fue una de las razones que me animó a ser profesor.
¿No tuviste ningún referente?
— En mi colegio había un chico que se llamaba Bernardo y era gitano. Un día vi que su foto estaba en la orla del bachillerato social. Era el único gitano de la orla y pensé “yo quiero ser como Bernardo”. Tuve la gran suerte de que tuve un profesor, Sergi Jiménez, que me animó y me dijo “tú puedes llegar a ser como él o incluso más”.
¿En casa tenías un sitio donde estudiar?
— En mi casa estábamos mi madre, yo y, durante una temporada, también vivía un hermano con sus hijos. Otra temporada vivió otro hermano, también con sus hijos. Por suerte a una de mis hermanas le dieron un piso de protección oficial y me fui a vivir con ella durante tres o cuatro años para poder estudiar. Si no, hubiese sido muy complicado. Entonces tenía diez sobrinos. Imagínate estudiar con los sobrinos correteando todo el día en casa.
¿Has necesitado alguna otra ayuda?
— Recibí ayuda económica y apoyo académico de la Fundación Secretariado Gitano y la Fundación Pere Closa, y a través del plan integral del pueblo gitano de la Generalitat. El Campus Rom, que es una red de universitarios gitanos, también me ayudó mucho para ver que no estaba solo y que había otros gitanos que estudiaban.
¿Alguna vez te has sentido discriminado?
— Te podría decir algún caso, pero gracias a Dios tuve muy buenos compañeros. Sí me preguntaban “¿tocas la guitarra?”, porque asocian al gitano con el flamenco. Entonces les respondía: “¿Y tú sabes tocar la batería? Como a los payos les gusta el rock”.
Después de estudiar tanto, ¿has encontrado trabajo?
— Trabajo en la Fundación Secretariado Gitano dando clases de repaso a los niños del barrio de Sant Roc. También soy profesor de ciclos formativos en el instituto público Pompeu Fabra, de Badalona, y algunos días por la mañana voy al mercadillo ambulante con mi mujer y mi madre.
¡Madre mía, no paras! Entonces estás casado.
— Me casé con 24 años y ahora estamos esperando una niña.
¡Muchas felicidades! Por cierto, ¿tu mujer tiene estudios?
— Ella dejó los estudios en cuarto de la ESO con 16 años, y los retomó cuando nos conocimos, con 19 o 20 años. Se ha sacado el graduado escolar en una escuela de adultos y posteriormente ha empezado un curso de estética.