DANA

Los jóvenes valencianos van a los pueblos: "Pasamos de hablar de dónde saldríamos a ayudar"

Aleaciones de amigos se desplazan a los epicentros de la tragedia para ayudar a los vecinos más afectados

Dos jóvenes limpiando una calle en Paiporta este sábado.
Nerea Pedrón
03/11/2024
4 min

ValenciaEn la cola que este sábado por la mañana llena hasta los topes la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el pueblo valenciano se amontona para ofrecer sus brazos y ayudar a las poblaciones damnificadas por la DANA. Entre los miles de voluntarios, un grupo de amigos se organiza con palas, bordillos y cubetas. No parece la primera vez que están en alguno de los sitios de la catástrofe. Las botas con restos de barro les delatan. Luis, Armando, Pepo, Carlos, José, Álex y Carlos, todos de 19 años menos Carlos, que tiene 18, esperan el autobús que les debe llevar a uno de los municipios maltratados por el temporal para aportar su granito de arena. “Es necesaria iniciativa popular. La gestión que se está haciendo de todo esto me parece una vergüenza”, reivindica Luis.

La indignación hacia las autoridades es un sentimiento común en el grupo y por eso ya el viernes decidieron organizarse e ir hacia Picanya, en l'Horta Sud, uno de los epicentros de la catástrofe. "Cogimos el coche hasta San Isidro, y desde allí nos pondremos a caminar por la V-30 hasta llegar al pueblo”, explican. Después de cuarenta minutos de camino, se encontraron una Picanya que no reconocían. primer paso para ofrecer su ayuda fue preguntar a una comunidad de vecinos en qué tareas podían colaborar y ponerse a trabajar con sus herramientas. barro de su garaje, que se encontraba inaccesible. Les ayudaron hasta eliminar la obstrucción de la entrada y sacaron el mobiliario a la calle. caer en la cuenta de que la población necesitaba refuerzos urgentemente. “No pueden abarcar todo lo que hay que hacer allí, necesitan manos e intervención”, piden. Preguntas a las que preguntas, necesita una manivela. Si no es esa persona, el de al lado necesita ayuda seguro”, explican. Denuncian que aunque siempre hay trabajo que hacer, no hay ninguna falta de organización.

Animando a los amigos

Esperando para subirse al autobús, también está Natalia, de 21 años. Le acompañan sus amigos que, por primera vez, meterán un pie en el barro. Para ella no es la primera vez: después de que su hermano le comunicó la situación en la que se encontraba Aldaia, decidió poner rumbo hacia el municipio de l'Horta Sud al día siguiente mismo. Una de sus amigas la acompañó conduciendo hasta la avenida del Cid. Durante el camino, pasaron por Xirivella, para ver si necesitaban apoyo, pero allí la situación era muy diferente a la que se encontró en el pueblo vecino. "No nos lo esperábamos. Ves las imágenes en televisión y en las redes sociales, pero hasta que no llegas allí no te das cuenta de que todo esto ha pasado de verdad", reconoce.

Las calles le dejaron la imagen del barro y los muebles amontonados al pensamiento. Llegada a Aldaia, se reunieron con más voluntarios en el Ayuntamiento, donde los coordinaron para suministrar asistencia a toda la localidad. "Un policía del pueblo nos dio indicaciones de qué zonas necesitaban mayor apoyo y fuimos allí", relata. Poco a poco, los vecinos fueron indicando qué tareas eran necesarias. Al llegar a una de las casas, uno de los residentes contó que el barro no le dejaba atravesar el umbral del portal del edificio. "Con una mesita, pudimos quitar los restos del suelo. Luego echamos el agua por el saliente y sacamos a la calle los muebles rotos del edificio", explica.

Por la noche, ambas decidieron irse a casa. En ese momento, una furgoneta llena de productos de primera necesidad llegó a la población al grito de: "Aquí tenemos comida, tenemos agua, tenemos leche". "Había mucha gente alrededor. Ya no sabía identificar si eran voluntarios o gente que necesitaba esos productos", confiesa. Volviendo le llenaba un sentimiento amargo. "Ves que esta situación ha pasado al lado. Yo soy de Valencia, y por suerte aquí todo está bien, pero es muy difícil alegrarse cuando la situación es tan catastrófica", admite.

Todavía sin militares

Cerca del Oceanográfico, la hilera de voluntarios parece no tener fin. A un lado, una madre y una hija hablaban sobre la cantidad de gente que había. Eva, de 49 años, acompaña a su hija Leire, de 17. La pequeña había sido una de las primeras voluntarias en ir a la Torre cuando DANA arrastró a toda la pedanía. El martes, mientras miraban todo lo que ocurría a su alrededor, Eva y Leire pensaban en todos los desperfectos que dejaría ese episodio, y se preguntaban qué podían hacer. La chica, junto con sus amigas, planearon ir la próxima mañana para ayudar. "En el grupo de mis amigas se pasó de hablar de dónde salíamos a pensar en ir al día siguiente a ayudar", expone Leire.

De esta manera, el miércoles por la mañana, con todo lo ocurrido, Eva llevó a su hija ya las amigas a la Falla de José Soto Micó, donde se habilitó un punto de recogida. "Llevamos todo lo que teníamos por casa: comida, ropa y mucha agua", relata. Después, las adolescentes decidieron atravesar el puente para llegar a la pedanía de la Torre. "Era un mundo paralelo completamente. No tenía nada que ver con Valencia ciudad. Fue un golpe muy impactante", narra Leire. Para ellas, parecía un escenario de un apocalipsis zombi.

El primer paso fue acudir a otro punto de recogida más cercano, donde daban zapatillas y agua. Con todo esto se pasaron la mañana limpiando y ayudando a los vecinos. Durante el tiempo que estuvieron allí, vieron algún camión de la Unidad Militar de Emergencias (UME). "En ese momento, todo lo que había eran voluntarios que habían ido a pie hasta allí para ayudar", apunta Leire. La colaboración de vecinos y voluntarios permitió recuperar la conexión eléctrica y devolver el agua a las fuentes. "Cuando volvió la luz, toda la calle gritaba, como una fiesta", explica. Esta movilización ciudadana, según Eva, no estaba organizada, pero parecía que sí, por la solidaridad que había y por el "sentimiento de pueblo" que reinaba.

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