"Con los dos euros que le das a tu hijo para el bocadillo, ya puede comprar marihuana"

Uno de cada cuatro jóvenes de 14 a 18 años consume cannabis en Catalunya

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Un joven se prepara un puerro con unos amigos en la zona de la Fuente Fría, en Montcada y Reixac el pasado sábado.

Montcada i Reixac / BarcelonaEl escenario principal está delante del pabellón municipal Miquel Poblet y la música suena a todo volumen. Un grupo toca entregado. También hay un montón de estands donde se vende comida y bebida, así que ambiente no falta. El pasado fin de semana fue fiesta mayor en Montcada i Reixac, un municipio del Vallès Occidental, a tan solo 12 kilómetros de Barcelona. Sin embargo, los más jovencitos no están junto al escenario. Hacen su fiesta particular a unos 350 metros más allá, en la denominada Font Freda, una explanada retirada donde no hay absolutamente nada, solo campos de tierra yerma. Están distribuidos por grupos y todos llevan su correspondiente bolsa de plástico llena de botellas de bebidas alcohólicas.

Hacia la una de la madrugada hay unos 150 adolescentes y continúan llegando más. Gritan, ríen, beben y escuchan música que suena de sus móviles. Cuando esta periodista se acerca para hablar con algunos de ellos, la reacción es siempre la misma: se quedan paralizados, aguantando la respiración, con los ojos como platos. Después ya se relajan: “Qué susto, pensaba que era la pasma”, confiesan. Que beben alcohol es evidente pero ¿fuman marihuana? “No, no, nosotros no somos porretas” es la respuesta generalizada, con cara como si nunca hubieran roto un plato. “Somos gente sana”, apunta uno con una botella de whisky en las manos. Algunos se están liando un porro o directamente se lo están fumando, así que esos no tienen excusa.

“Empecé a fumar [marihuana] con diecisiete y ahora tengo dieciocho”, dice un joven que incluso se deja fotografiar haciéndose un porro junto a unos amigos. “Me sentía depresivo, unos amigos me ofrecieron y así empecé”, sigue explicando sin más. Ahora, asegura, ya no tiene ninguna depresión pero sigue fumando cada día. "No te creas, que a veces sí que me sube y me quedo un poco colgado", comenta riendo, mientras sus amigos también bromean.

Un joven preparándose un porro en la fiesta mayor de Montcada i Reixac este fin de semana.

“Yo fumo un porro cada noche para relajarme y no veo que sea nada malo”, se anima a hablar otro chico, que dice que ahora tiene 19 años y empezó a consumir marihuana a los quince. “Me he sacado un grado medio en deportes en un año, y el superior en dos”, añade para demostrar que en teoría el cannabis no afecta para nada su rendimiento físico. “Yo lo probé pero me dio un blancazo y lo dejé”, declara una joven que es una de las poquísimas chicas que se atreve a confesar que sí, que ella también ha fumado marihuana. Sin embargo, no quiere dar más detalles. Lo que llaman blancazo es una bajada de tensión repentina.

Edad de consumo

Lo más sorprendente es que la mayoría de adolescentes que admiten que consumen marihuana o que la han consumido en alguna ocasión la probaron por primera vez a los trece, catorce o a los quince años como muy tarde. Todos, “por curiosidad”, para experimentar qué se sentía. Y no hace falta que sea fiesta mayor. De hecho, en cualquier plaza donde no haya mucho tránsito de gente es fácil encontrar algún adolescente fumando cannabis. O incluso en lugares concurridos, como por ejemplo la zona donde está el MACBA en Barcelona.

“Te ayuda a desconectar, pero te vuelves súper apática”, explica una chica que está tranquilamente fumando un porro, sentada con un amigo en el patio que hay en la entrada del CCCB. Los dos tienen 19 años y consumen marihuana. Ella empezó con 16 años y él con quince. Dicen que es fácil conseguir la droga: un gramo cuesta unos cinco euros. “Yo me gasto 10 euros a la semana y eso me da para [hacerme] cuatro o cinco porros –afirma ella-. Cuando eres menor, siempre encuentras a alguien mayor que te deja probar”. Y a partir de ahí, aseguran, saber quién vende es cuestión del boca oreja. “O también la puedes comprar fácilmente en las asos”, añade la chica.

Dos jóvenes consumiendo marihuana en el patio de entrada del CCCB en Barcelona.

Las asos, como ellos las llaman –en alusión a asociación –, son los clubes de cannabis. En teoría la marihuana que venden no se puede sacar fuera de estos locales. Los jóvenes también denominan chivatos a las bolsitas de plástico que contienen de uno a cinco gramos de marihuana. Y cuando hablan del color verde se refieren siempre a la marihuana. Por ejemplo, cuando se comunican a través del móvil con los colegas, pueden decir que necesitan "dos camisetas verdes". Esto significa a efectos prácticos que quieren dos gramos de marihuana.

El Grup ATRA, que es una asociación que atiende a personas con drogodependencia, tiene educadores que van a los lugares donde los adolescentes fuman cannabis en la vía pública y recogen información sobre sus hábitos de consumo. "El objetivo es contactar con ellos y que conozcan la asociación por si algún día quieren pedir ayuda", explica Sandra Ribas, que es psicóloga y coordinadora del área de jóvenes y familias del Grup ATRA. Según dice, el consumo prolongado de cannabis puede generar problemas serios, como por ejemplo apatía, paranoia, falta de concentración y memoria, e incluso puede ser el detonante de un trastorno psicótico. "Existe el falso mito de que, como es una planta, no tiene riesgo".

La Fundació Salut i Comunitat también sensibiliza sobre los riesgos de la marihuana haciendo talleres para jóvenes. Oír los comentarios de los adolescentes en estos talleres es bastante revelador de su desconocimiento. "¿Es verdad que la marihuana es mejor que el tabaco?", pregunta, por ejemplo, un chico de unos 15 años en una sesión organizada por la concejalía de Servicios Sociales y Políticas de Inclusión y Sanidad de Montcada i Reixac, que es un municipio que se está tomando muy en serio la prevención. "En algunos institutos el profesorado no quiere que se hagan este tipo de talleres porque temen que inciten al consumo, pero la realidad es que los jóvenes en primero de ESO ya saben qué es el cannabis", asegura Laia Navarro, que se encarga de impartir estas sesiones.

Otger Amatller, que es psicólogo especializado en drogodependencia de la Fundació Salut i Comunitat y docente del máster en drogodependencias de la UB, pone cifras a la problemática en Catalunya: "Uno de cada cuatro jóvenes de 14 a 18 años consume cannabis", afirma, basándose en datos del 2021 de la Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España (ESTUDES). "Hay quién lo consume para pasarlo bien y quién lo hace para no pasarlo mal. O sea, para compensar una serie de carencias ", explica. En este sentido, añade: "Entre los 12 y los 18 años, los jóvenes aprenden a gestionar sus emociones, a tener resiliencia, autoestima, a tomar decisiones… Si cuando están rayados se fuman un porro, el porro hace el trabajo que ellos tendrían que desarrollar a nivel emocional". Y así acaban enganchándose.

De hecho, Cristina Delgado, que es coordinadora del programa de prevención de la asociación Proyecto Hombre, asegura que han detectado que "el consumo problemático de cannabis ha aumentado entre los adolescentes". Para ella, un consumo problemático quiere decir fumar cuatro porros o más al día. "Cuando llegan a nuestra asociación ya están muy afectados. En su día a día solo piensan en fumar y la situación familiar se ha deteriorado totalmente", afirma. Según dice, los adolescentes no suelen tener conciencia del problema y, si piden ayuda, es porque sus familias les obligan a hacerlo.

"Lo que tenemos que intentar es atrasar al máximo el momento de la experimentación; es decir, el momento en que los adolescentes prueban el cannabis por primera vez –continúa explicando Delgado–. Hay que tener en cuenta que es muy fácil conseguir la droga. Con los dos euros que le das a tu hijo para el bocadillo, ya puede comprar marihuana". Según asegura, no depende de la clase social. El consumo de marihuana en la adolescencia se da tanto en clases altas como en bajas.

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