La gran sequía

El aire de Europa también está sediento de agua

Un estudio alerta de que la sequía atmosférica es más fuerte en Europa central y lo atribuye a la actividad humana

ARA
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Una zona de bosque que ha quedado calcinada por las llamas del incendio de la Conca de Barberà y Anoia.

BarcelonaEl aire de Europa se ha ido haciendo cada vez más seco en las últimas tres décadas y existe un 98% de probabilidades de que los culpables hayamos sido los humanos. Éste es el aviso de unos sesenta investigadores coordinados por el Instituto Federal Suizo para la Investigación de Bosques, Nieve y Paisajes WSL, que han analizado las anomalías presentes en las anillas de los troncos de siete tipos diferentes de árbol. Estas marcas se consideran como un marcador clave para estudiar la evolución de las condiciones climáticas de la Tierra. El estudio, publicado recientemente en la revista científica Nature Geoscience, alerta de que para encontrar tan seco aire en el continente hay que remontarse 400 años atrás.

En concreto, habría que volver al período más intenso de la conocida como Pequeña Edad de Hielo. Esta crisis climática, que fue implacable a lo largo del siglo XVII, convirtió a Europa en un paraje gélido, en el que también abundaban las inundaciones y las malas cosechas. Ahora, en cambio, las causas de la actual sequedad atmosférica deben buscarse en el otro extremo: según el estudio, se debe al aumento de las temperaturas provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero. Por zonas, el análisis concreto de que la intensificación de la sequedad atmosférica se acentúa en Europa occidental y central, la región de los Alpes y los Pirineos.

Para elaborar este estudio, los científicos han analizado los datos paleoclimáticos que ofrecen los anillas de los árboles, especialmente robles y pinos, que se forman cuando crecen. El análisis de la celulosa de sus anillos permite saber si el árbol sufrió para conseguir agua, si pasó demasiado tiempo expuesto al sol o si los nutrientes no le llegaban adecuadamente. Y dado que esta celulosa tiene un fuerte componente de oxígeno, los investigadores pueden saber qué humedad había en el aire hace décadas y siglos. Mediante este estudio, liderado por la investigadora Kerstin Treydte, se ha podido determinar el déficit de presión de vapor (VPD, por sus siglas en inglés) en Europa de los últimos 400 años. La variable VPD permite conocer la diferencia entre la cantidad de humedad contenida en la atmósfera y la que puede retener. Es decir, la sed de agua del aire.

Los investigadores colaboraron en red con centros de toda Europa, entre ellos la Universidad de Barcelona, ​​para recopilar datos de isótopos de oxígeno –las variaciones de peso del oxígeno durante la absorción de agua por las raíces y la transpiración en las hojas– en los anillos de árboles para simular cuál era la VPD.

Según los autores de este estudio, los niveles más elevados se alcanzaron durante los años 2003, 2015 y 2018, lo que significa que la falta de humedad en el aire de Europa es “excepcionalmente alta” en comparación a épocas previas. Ahora bien, mientras que en el norte de Europa, este déficit ha aumentado menos respecto a la época preindustrial porque el aire es más fresco, en las tierras bajas centroeuropeas, así como en los Alpes y en los Pirineos, el aumento de la VPD es especialmente fuerte. Y los investigadores dan un paso más: lo atribuyen taxativamente a la mano del hombre y la emisión de gases de efecto invernadero.

Las consecuencias

Ahora bien, ¿qué implica tener niveles elevados de VPD? En resumen: torturar unos ecosistemas ya amenazados por la falta de precipitaciones. La sequedad atmosférica contribuye a tener una superficie terrestre más árida y una disminución de la evapotranspiración, es decir, la suma de la evaporación y transpiración vegetal desde la superficie del suelo hacia la atmósfera. Si esta bajada de evapotranspiración se da, se limita significativamente la capacidad de las plantas de capturar CO₂, incidiendo todo ello negativamente en el crecimiento de la vegetación. Incluso puede provocar la muerte de los árboles.

En el ámbito de la agricultura, además, cuanto mayor es el déficit de vapor, más agua necesitan los cultivos. Y, a largo plazo, la sequedad también aumenta aún más el riesgo de que se declaren más incendios forestales como los que se cebaron con el sur de Europa en verano. “Teniendo en cuenta la sequía extrema y los fenómenos atmosféricos de los últimos años, un aumento de la sequía atmosférica plantea mayores riesgos para la vegetación, específicamente en las zonas densamente pobladas de las tierras bajas templadas europeas”, alerta el estudio.

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