"Mi padre me ha dado un riñón y una segunda vida"

El Hospital Clínic ha hecho un millar de trasplantes renales de donante vivo, una cifra récord en todo el Estado

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El Fede fue trasplantado de riñón y el donante fue su padre, el nefròleg Federico Oppenheimer.

BarcelonaLa insuficiencia renal de Fede llegó de manera inesperada: en cuestión de dos semanas, a los 29 años, enfermó gravemente. "De golpe no podía caminar, ni respirar bien, me dolía mucho la cabeza y no tenía hambre. Pero como pasaba un momento laboral difícil, todos en casa lo atribuíamos a la ansiedad o el estrés", explica. Ahora sabe que seguramente pasó años con los riñones mal, a pesar de ser una persona atlética y aparentemente sana, y hasta que no comenzó a ver doble y la presión arterial se le disparó no se dio cuenta de que tenía un problema. Irónicamente, antes de estos dos síntomas tampoco su padre, el nefrólogo Federico Oppenheimer, que entonces era el jefe de trasplantes renales del Hospital Clínic y uno de los especialistas más reconocidos en España en este campo, supo detectarlo precozmente. "La suya fue una manifestación de las menos frecuentes, solo un 20% de los problemas renales irreversibles debutan de manera repentina. Además, hay una cierta miopía cuando se trata de diagnosticar a nuestros familiares", admite.

Pero una vez supo qué le pasaba a su hijo, Oppenheimer tenía muy claro que le daría uno de sus riñones. Sabía perfectamente que el trasplante de donante vivo era la opción terapéutica más acertada para salvarlo, tal como había explicado durante años a cientos de familias -padres, hijos, hermanos y parejas- que habían pasado por la consulta a asesorarse. Curiosamente, ahora le tocaba vivirlo en primera persona. Aunque otros miembros de la familia se ofrecieron para darle el órgano al Fede, como una prima, su padre no lo admitía. "Si se lo puedo dar yo, ¿por qué tenemos que buscar a alguien más?", se preguntaba.

Su historia es una de las mil que se han vivido entre las paredes del Hospital Clínic, el primer hospital de España en hacer más de 1.000 trasplantes de riñón de donante vivo desde que se hizo la primera intervención, en 1965, y uno de los pocos de Europa y del mundo que logran esta meta. "Catalunya, y especialmente el Clínic, son el motor de los trasplantes renales con donante vivo en España", afirma el jefe del servicio de urología del Clínic, Antonio Alcaraz. El 44% de estos trasplantes en España se realizan en Catalunya y la directora general de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Beatriz Domínguez-Gil, indicó que mientras que el 20% de los trasplantes en el Clínic son de donante vivo, en el resto de centros del Estado la cifra ronda el 10%.

"Vemos mucha solidaridad, y a menudo hay más resistencia en el receptor, que no quiere exponer a un ser querido a una cirugía, que en los potenciales donantes", señala Alcaraz, que es también el cirujano que ha hecho más trasplantes en diferentes centros de España: un total de 1.400. "Al principio sientes una cierta culpabilidad, porque sometes a tu padre a una cirugía para beneficiarte a ti, y esto no deja de implicar la asunción de un cierto riesgo. Quizá esta parte es la más dura, mucho más que el hecho de saber que tienes que ser trasplantado", reconoce Fede. En cambio la única preocupación del doctor Oppenheimer era no superar los estudios que le permitirían hacer la donación. "Un riñón compensa la falta del otro. Algunos dicen que tenemos dos riñones para poder dar uno, y estoy de acuerdo", afirma.

Según Alcaraz, si hay posibilidad de trasplante por edad, expectativa de vida y condiciones físicas, lo mejor es hacer la intervención. Se puede optar por apuntarse a la lista de espera de donantes cadáver, que se basa en el grupo sanguíneo, y que puede tardar entre seis meses y tres años en llegar. O hacerlo con un donante vivo. "Sabemos que esta modalidad da unos mejores resultados a medio y largo plazo, el éxito es un 10% superior al menos", relata el cirujano.

Riñones "sobradamente potentes"

En un trasplante de donante vivo el riñón procede de una persona sana -habitualmente un familiar o un amigo-, que da el órgano de manera voluntaria. El 67% de las donantes son mujeres, si bien solo representan el 36% de los receptores de riñón. Previamente a la donación se realizan diferentes estudios médicos al donante y al receptor para confirmar la viabilidad de la donación y la compatibilidad entre ellos. Y no todo el mundo es un candidato apto. Un 40% de los candidatos son descartados en alguna fase del proceso de valoración por problemas médicos que se desconocían hasta el momento, como una diabetes silenciosa o un cáncer detectado durante el estudio, o porque tienen factores de riesgo como hipertensión, sobrepeso o piedras en el riñón. También puede ocurrir que los médicos sospechen -y después lo confirmen con pruebas- que sus órganos no son sobradamente potentes como para compensar el funcionamiento de un solo riñón y, por tanto, la pérdida de uno de los órganos podría ser perjudicial para la salud. Y también pueden detectarse incompatibilidades inmunológicas entre el donante y el receptor que no puedan solucionarse.

Cualquier persona que quiera ser donante en vida debe hacerse una serie de pruebas, entre las que hay una revisión médica, una analítica completa con serologías y determinación del grupo sanguíneo y pruebas de imagen para estudiar la anatomía de los riñones. "Este era el único punto al que le daba vueltas: que me encontraran algo y no pudiera dárselo, porque yo era la primera opción y esperaba ser la única", admite Oppenheimer. Por suerte superó todos los estudios y el hospital dio luz verde al trasplante. Ahora bien, antes Fede tuvo que pasar seis meses haciendo diálisis porque el esfuerzo que había hecho su cuerpo para hacer funcionar los riñones le había dañado el corazón. "Estaba muy debilitado y había que controlar muy bien la presión para que el corazón volviera a recuperar fuerza y potencia para aguantar una cirugía", explica Oppenheimer.

La intervención fue como la seda y ahora, siete años después, una parte de Federico está, literalmente, dentro de Fede. "Y esto se debe digerir. Con el tiempo ves que es incluso bonito o especial. Piensas: «Mi padre me ha dado un riñón y también una segunda vida»". Además, apunta, su posición no era fácil, ya que era el hijo del jefe de trasplantes renales: "Sentía una responsabilidad, porque sabía que todos los ojos estarían puestos en mi padre en un entorno en el que todo el mundo lo conoce".

Para los cirujanos la máxima preocupación cuando hacen un trasplante renal es que el órgano sufra trombosis y el cuerpo del receptor lo rechace. "Porque esto significa que tienes que explicarle al paciente, pero sobre todo al donante, que se ha perdido un riñón y que el proceso no ha servido para nada", reconoce Oppenheimer. La obsesión de los nefrólogos es asegurarle al donante, precisamente, que todo saldrá bien y que su gesto de amor y altruismo es beneficioso para su ser querido. "Los donantes son personas sanas y no les puede pasar absolutamente nada durante la extracción o el posoperatorio, y por eso tenemos que ser extremadamente garantistas", relata Alcaraz.

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