Pandèmia

"Mi polio es el efecto secundario de que no me vacunaran"

Carme Rodríguez es una de los niños a los que la corrupción franquista dejó sin inmunizar

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Marta Rodríguez Carrera
4 min
Carme, una sanitaria con Polio

BarcelonaCuenta los días que le faltan para recibir la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. "Estoy loca por vacunarme", exclama sentada en su comedor del barrio del Besòs de Barcelona. Carme Rodríguez Julbe, nacida en el Poblenou en mayo de 1957, tenía dos años cuando sufrió poliomielitis, una enfermedad muy contagiosa que afecta a la espina dorsal y el sistema motor. Cuatro años antes Estados Unidos había comercializado la vacuna, pero en la España de la dictadura la corrupción dejó a muchos niños de esa generación a merced del virus, que se transmite por vía fecal-oral y se caracteriza por una paralización y debilidad muscular. La mayoría de víctimas fueron niños muy pequeños -de meses a seis o siete años-, porque suelen ponerse objetos en la boca sin cuidar la higiene, explica Enric Portell, especialista en postpolio en el Institut Guttmann. Muchas de las víctimas acabaron en silla de ruedas o condenadas a ir con muletas, hierros o alzas en los zapatos, y por eso se conoció como parálisis infantil.

Una noche de 1959 una gran fiebre fue el detonante de la alerta, el punto en el que las piernas de la pequeña Carmen perdieron fuerza y masa muscular. Eso fue el principio de una vida de "estigmatizaciones" en la escuela, en la calle y en casa, de aguantar ser la "pobrecita, pobrecita, pobrecita" y oír que su futuro era una silla de ruedas. A los 11 años entró en el quirófano para una intervención "horrible" y un postoperatorio de dolores y de estar años durmiendo calzada con unas botas ortopédicas clavadas en una madera para inmovilizarle las piernas enyesadas. "Parecía Robocop", rememora ahora con un optimismo a prueba de los dolorosos recuerdos. La operación no salió bien y Rodríguez ya tuvo claro que no volvería a pasar por todo eso. La polio le ha dejado la pierna derecha 2,5 centímetros más corta y más delgada que la izquierda, sufre deformaciones en la cadera y las manos y, como dice, "funciona solo con el 10% de las neuronas motoras". Cada día toma seis medicamentos para "paliar el dolor" que le provoca el desequilibrio óseo, que se traduce en una ligera cojera. "He sido una superviviente nata, toda la vida sintiendo que no podré hacer nada", dice, pero su fuerza de voluntad la ha hecho llevar una vida "bastante normal", gracias, en parte, a la rehabilitación y el deporte terapéutico. "A los 14 años siempre caminaba por los laterales de la rambla del Poblenou y me dije que o me tiraba a la vía del tren o me pasaba en el centro de la rambla. Y hasta ahora", ríe.

Una historia repetida

El estallido de la pandemia le ha hecho revivir en parte su propia enfermedad. Tiene a medias Némesis, el relato de Philip Roth sobre un brote de polio en una pequeña comunidad de Nueva Jersey en 1944 en la que una desconocida enfermedad mata o paraliza a niños y jóvenes. Precisamente es la novela que el doctor Portillo regala a estudiantes o conocidos que se interesan por esta patología, que se calcula que en España afecta a unas 35.000 personas, nacidas entre finales de los 50 y finales de los 60, cuando ya se implementó la vacuna universal. Polio y covid tienen paralelismos de incertidumbres sobre la transmisión y, como explica el médico especialista, en esos años del franquismo los hospitales también iban tan cortos de respiraderos que se tenían que hacer turnos para usarlos y descartar a los pacientes con pocas posibilidades.

Carme Rodríguez nació cuando la vacuna ya había llegado a España, pero seguramente la gestión fraudulenta y opaca de las dosis que hizo el régimen la dejó sin ella. Por ello se echa las manos a la cabeza con los antivacunas o los que todavía dudan de si se dejarán vacunar contra el covid, y ella sola se hace el lema de una buena campaña para la inmunización colectiva: "Mira qué hace no vacunarse -afirma señalándose-. La vacuna es la solución, porque la polio es el ejemplo de los efectos secundarios de que no me vacunaran". Confía en que no tendrá que esperar mucho para que se la administren, porque entra dentro de los colectivos priorizados, ya que es administrativa de dermatología en la clínica Teknon. "Cada día llamo y pregunto cuándo me tocará".

Polio

Síndrome postpolio

La actual preocupación de Rodríguez, sin embargo, es saber si padece el síndrome postpolio, un agravamiento de la debilidad muscular que afecta a "entre el 60% y el 70%" de los enfermos, alrededor de los 60 años. Se trata de un cuadro aún desconocido, como lo es actualmente la propia poliomielitis. Carme Rodríguez lo vive en la propia carne y constata que el sistema sanitario catalán los tiene "abandonados y olvidados". El especialista del Guttmann lo corrobora y asegura que la mayoría de los pacientes a los que atiende llegan por el "boca a boca" y no por la derivación de otros profesionales. Licenciado en medicina en 1984, tocó la polio en unas cuantas lecciones, pero para el plan de estudios de su hijo, también médico, ya ha sido una referencia testimonial. En España el último gran brote fue en 1982, en Andalucía, pero no fue hasta el 2002 cuando se declaró erradicada oficialmente. Las guerras y conflictos armados están dificultando que los equipos sanitarios vacunen en regiones de Pakistán y Afganistán, y en verano de 2020 se dio por terminada en los últimos reductos que quedaban en África. "Estamos a la espera de que sea la segunda enfermedad que se erradique, después de la viruela", aventura el especialista.

En España hay unas 35.000 personas que sufrieron poliomielitis

Como síndrome desconocido hasta hace poco, se creía que se debía a una reactivación del virus o un efecto autoinmune, pero las investigaciones han revelado que los "nervios supervivientes se han sobrecargado por el paso de los años y están agotados", describe Portell. Esto provoca más cansancio y la pérdida de fuerza. El doctor tampoco entiende a los negacionistas del covid e insiste en que "ahora no es el momento de dudar" para vacunarse porque, de lo contrario, apunta Rodríguez, existe el riesgo de sufrir "una enfermedad de por vida evitable".

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