Crónica

El monasterio de Montserrat no es anticapitalista

El abad Gasch explica a los empresarios del Cercle d'Economia el éxito de la estabilidad del santuario benedictino

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Manel Gasch y Hurios, Abad del Monasterio de Montserrat al círculo de economía

Barcelona El abad del monasterio de Montserrat, P. Manel Gasch i Hurios, está contento de haber contraprogramado los actos vespertinos del Mobile World Congress y haber llenado este martes el Cercle d'Economia. La expectación es grande porque se trata de la primera aparición ante la sociedad civil de un abad que fue escogido el septiembre pasado y que, más parecido al director de una empresa familiar que a un político, tiene un mandato de veinticuatro años por delante. Pero si la necesidad de pensar estratégicamente en el futuro es un lugar donde la Iglesia y la empresa se encuentran, los religiosos pueden explicar un par de cosas a los hombres de negocios cuando se trata del pasado. En 2025 se cumplirán mil años desde que se fundó el monasterio de Montserrat, y la efeméride tiene que servir a la orden benedictina para celebrarse a sí misma, pero también para pensar cómo tiene que continuar su misión en la sociedad contemporánea.

Según el padre Manel, que enseguida se gana al público con una oratoria clara y empática, muy lejos del sermoneo, el gran secreto de la estabilidad montserratina que podría interesar a nuestros capitanes de industria es la fidelidad al lugar. Son dos valores que a priori no casan bien con el capitalismo, tan mutable y tendente a la deslocalización. Repasando los grandes episodios de la historia de Montserrat, Gasch deja muy claro que la persistencia de los monjes en la fidelidad a un lugar concreto —“nosotros no hemos cambiado nunca la fábrica”—, ha sido correspondida con la fidelidad “de un pueblo peregrino”. Hoy el monasterio de Montserrat recibe a más de dos millones y medio de visitantes anuales, es el segundo lugar más visitado en Catalunya fuera de Barcelona, y consigue unos sesenta mil espectadores en las retransmisiones de la misa dominical.

Doble misión

Esto no quiere decir que Montserrat sea un negocio ni que el padre Manel haya venido a pedir dinero. O no del todo. En la exposición del presente, pasado y futuro de Montserrat, el abad busca el punto de encuentro entre la misión del mundo religioso y lo que el vocabulario de los hombres de negocios de hoy en día también denominan misión. La de las empresas, claro, hacer caja. Y la de Montserrat es dar testimonio de la palabra de Dios y “acoger a todo el mundo que se presente en el monasterio como si fuera Cristo mismo”. Pero justamente uno de los principales rompecabezas de las empresas hoy en día es donde el P. Manel ha detectado una “ventana de oportunidad” para el mensaje cristiano: el reto de gestionar el impacto social de la tecnología.

Para el P. Manel, “la tecnología no solo es buena: es lo único que nos puede salvar del caos”. Ahora bien, la tecnología necesita criterios, “sobre todo cuando se convierte en una herramienta de entretenimiento”. Y, miren por dónde, estos criterios son, precisamente, los que el cristianismo se encuentra en la posición de proporcionar. El análisis hace gracia ya que usa la idea marxista por excelencia, que es que la tecnología aliena al hombre de sí mismo. Ahora bien, a diferencia del marxismo, el cristianismo no propone que el proletariado abola la propiedad privada y tome el control de los medios de producción, sino que habría suficiente con “poner a la persona en el centro, tal como dice el Evangelio”, y que los valores humanistas sirvan de brújula para los emprendedores.

El mensaje de equilibrio posible entre capitalismo y humanismo del P. Manel se injerta perfectamente con la retórica del management contemporáneo, que ve en la responsabilidad social corporativa y la ética un bien social y un recurso para ganar reputación entre los consumidores al mismo tiempo. Pero, ¿qué puede aportar el cristianismo de específico que no tenga la cultura? o, dicho en otras palabras, ¿por qué un empresario tendría que acercarse al monasterio de Montserrat en vez de, por ejemplo, abrir una librería? Quizás lo más metafísicamente provocador que ha dicho Gasch al respecto ha sido preguntarse si los valores del humanismo cristiano que sostienen la sociedad actual podrán perdurar sin el núcleo religioso que los ha inspirado.

Para el abad, la fe es un suplemento imprescindible que “la comunidad que se declara confesante” puede aportar a la sociedad, y los empresarios harían bien en acercarse. Es imposible saber a ciencia cierta si los socios del Cercle han estado interesados en el discurso del padre Manel de una forma genuina o en sus cabezas se estaba forjando lo que podríamos denominar religion washing, pero a juzgar por el clima de escucha activa y gratitud que se ha visto en el coloquio posterior a la conferencia, no hay ninguna duda de que los empresarios de la Catalunya contemporánea todavía están interesados en los valores que el monasterio de Montserrat y la cultura cristiana les pueden ofrecer.

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