Nikosia, la radio contra el estigma de la salud mental
La iniciativa reivindica los derechos de las personas con sufrimiento emocional con un programa de reflexiones de dos horas semanales
BarcelonaDos horas antes de que comience el programa de radio, los integrantes de la asociación cultural Nikosia se reúnen alrededor de una mesa para el almuerzo. Previamente, el lunes, han debatido y aprobado en una asamblea de la que hablarán el miércoles, durante las dos horas en las que estarán en el aire a través de la frecuencia de Radio Contrabanda. Para esta semana, han elegido el concepto de blanqueo y, en esta ocasión, quien llevará la voz cantante será Carlos Albert, un veterano activista sobre los derechos de las personas que viven con un trastorno mental.
En Nikosia, la radio es un elemento clave para romper los estereotipos que la imagen colectiva ha edificado sobre –o mejor, en contra– de las personas "con un sufrimiento mental y emocional". Los prejuicios siguen –se quejan– porque el sistema médico, los medios de comunicación, la escuela o el cine perpetúan la visión negativa de la locura. "Pero si la cordura son la guerra, las violaciones, la falta de vivienda, que nos cargamos el planeta, las desigualdades y la pobreza, yo prefiero ser calificada de loca", aportará ya en antena Cristina Martín, la Princesa Inca.
La reivindicación de la locura como una forma diferente de ver la vida y de sentir está en el ADN de Nikosia y en el Orgullo Loco, que este sábado a partir de las 3 de la tarde se desplegará con diversas actividades en la plaza Orfila de Barcelona. El diagnóstico de una enfermedad mental cambia todo. Por supuesto, desquicia la vida de la persona afectada por los efectos de la medicación psiquiátrica, pero también cómo la perciben los demás. Directamente, se la trata como a una "criatura, se la infantiliza", reprocha el presidente de la entidad, David (no quiere ser identificado), que dice que "el sistema exige sumisión cuando hay un diagnóstico" y, por tanto, la persona pierde el derecho a decidir sobre su cuerpo, su trabajo o el prestigio profesional.
Pero dentro de esta sacudida todavía hay cómo se modifica la autoimagen, "el autoestigma", que hace que a menudo hasta Nikosia llegue una persona que "se presenta como la enfermedad porque les han tatuado el diagnóstico", señala Jon Barrena, del equipo de coordinación técnica. Todo ello es el resultado de la "culpa y la vergüenza", los dos sentimientos que atacará el manifiesto de este año del Orgullo, que quiere hacer visible la lucha por legitimar la presencia del colectivo, dignificarlo y exigir derechos que a menudo son vulnerados por las instituciones psiquiátricas.
Antecedentes de Radio La Colifata
Desde 2003, Nikosia intenta luchar contra todas estas cargas y rehúye de "la lógica del diagnóstico", indica el antropólogo Martín Correa-Urquiza, que importó el modelo de la mítica Radio La Colifata de Buenos Aires, donde él colocó laborar y que es la primera del mundo formada por internos de un psiquiátrico. La de Nikosia ya nació, sin embargo, sin los muros del psiquiátrico. Se emite desde el Ateneo Enciclopédico del Raval, en un estudio abierto a todo el mundo. Correa-Urquiza plantea que la idea primera era "cuestionar la normalidad", un concepto relativo porque lo ayer normal hoy puede ser catalogado de enfermedad o al revés, como ocurrió con la homosexualidad o la transexualidad. En este sentido, subraya que la entidad trabaja "a partir de la generación de espacios de cuidado y de la necesidad de recuperar la dimensión política de la salud mental".
En ese "espacio seguro" que es Nikosia las etiquetas, enfermedades y diagnósticos quedan fuera, mientras que todos los temas y reflexiones son bienvenidos. "No somos nuestro diagnóstico", señalan los nikosianos. De hecho, muchos no saben cuál es el sufrimiento que tiene el compañero de al lado porque afirman que, si bien les unen los trastornos emocionales, estos no son ni mucho menos "el monotema", apunta Marta Galego, encargada también de la mesa de sonido de la radio, que asegura que estar ahí le ha permitido "haber recuperado la voz, la identidad".
Al otro lado de la mesa, María Bizama recuerda su experiencia de estar "tres o cuatro años callada", preguntándose qué hacía allí si no se atrevía a abrir la boca. Pero la "tenacidad" la hizo quedar y la radio y el teatro (otra de las actividades de Nikosia) actuaron como una potente terapia para que empezara a salir del aislamiento y dejar de sentirse "pequeña". No todo el mundo que se acerca hasta la asociación, sin embargo, se acostumbra a que cada uno diga su libremente, no haya jerarquías y se gestionen desde "la horizontalidad", apunta Elida González, para quien la radio ha supuesto "un antes y un después" para reencontrarse de nuevo consigo misma. Esto fue lo que hace tres meses cautivó a Loreto, el hecho de que entendieran los malos días, sin tener que justificarse ni explicarse. "No nos juzgamos", señala.
Así que los nikosianos –no todos medicalizados o con diagnósticos, y todos con ocupaciones diversas– hacen de todo, se autogestionan con la colaboración de profesionales, como Barrena, que sí aporta que la mayoría llega "con ganas de reivindicar un pasado traumático" con la voluntad de "reflexionar sobre la vida, la dignidad humana". A través de las ondas hertzianas rompen barreras internas, pero también externas, haciendo oír su voz en la sociedad más allá de hablar sobre la salud emocional. En el programa del blanqueo, Albert se encarga de hacer la presentación del tema, de introducir a los participantes y, con un mínimo guión, mantiene el tipo, impertérrito por el público que respira a pocos metros suyo o por el ruido de gente entrante y saliente del pequeño estudio convertido en un particular camarote de los hermanos Marx. En antena pide la palabra Santi, recién salido de un largo ingreso psiquiátrico y habla del "blanqueamiento de la psiquiatría" y de "las relaciones de poder con los médicos". Aplausos del público que enlazan con la crítica en el Maratón de TV3 sobre salud mental, debido a que la recaudación se destine a investigaciones de medicamentos, y no a iniciativas sociales. "Con tan pocos profesionales, no puede haber terapia de diálogo", concede Albert.