De la misma forma que el trasplante de microbiota fecal es una herramienta muy potente para combatir infecciones intestinales recurrentes causadas por bacterias patogénicas y ahora se investiga también para tratar otras enfermedades, en el caso de la boca también existe este procedimiento. En este caso, sin embargo, lo que se trasplanta no es heces, sino directamente bacterias beneficiosas procedentes de donantes que llevan una vida saludable. Estos microorganismos se cargan en una especie de mordedor que se coloca en los dientes del receptor durante un rato para facilitar que los microorganismos se peguen. No es el único método que se está investigando para combatir desequilibrios en la microbiota oral. También está en marcha una vacuna, por el momento probada en ratones, que actúa sobre infecciones bacterianas.
El secreto de una vida sana pasa por la boca
Menos conocida que la intestinal, la microbiota oral también desempeña un papel crucial en la salud


BarcelonaNo es sólo una cuestión estética. Unos dientes sanos son el reflejo de una buena salud general. Estudios científicos realizados en las últimas dos décadas han demostrado que las enfermedades orales, sobre todo aquellas que están relacionadas con las encías y los inquilinos que las habitan, las bacterias, pueden provocar problemas en el resto del organismo. Así, por ejemplo, se ha visto que una boca enferma puede generar desde dolores de cabeza y problemas de equilibrio hasta un parto prematuro en mujeres embarazadas o, en deportistas, lesiones musculares y un bajo rendimiento físico. En casos más graves, puede incluso predisponernos a desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, artritis e incluso cáncer.
Como decía el Principito, lo esencial es invisible a los ojos. Y en el caso de la salud bucodental, los principales protagonistas son unos seres microscópicos, las bacterias que alojamos en la cavidad bucal, a las que, en conjunto, llamamos microbiota oral. Invisibles pero cruciales. Sólo en un mililitro de saliva tenemos tantos como habitantes existen en China, y pertenecen a unas 1.000 especies bacterianas diferentes, además de virus, protozoos y levaduras. La mayoría son beneficiosos y nos ayudan a empezar a degradar los alimentos que ingerimos.
Además, y como ocurre con la comunidad de microorganismos que tenemos en el colon (la microbiota intestinal), el oral también desempeña un papel clave en el mantenimiento de la salud global. Sin embargo, es necesario que esta comunidad microbiana esté equilibrada, porque es así como las bacterias y nuestras células se comunican y crean un entorno favorable para nuestro bienestar. En este sentido, estudios recientes han demostrado que una microbiota bucal sana contribuye a prevenir la inflamación en todo el cuerpo.
Y además, aunque entre los microorganismos que tenemos en la boca también hay patogénicos capaces de causar enfermedad, como caries o gingivitis, en condiciones de equilibrio se encuentran en baja representación, dado que el resto de la comunidad bacteriana se encarga de mantenerlos a raya.
Sobrecrecimiento y microbios oportunistas
Las bacterias están repartidas por toda la cavidad, dientes, mucosa, paladar, amígdalas, garganta, labios, aunque la mayoría viven en la lengua, sobre todo en la parte posterior. Es una zona que desempeña un papel importante porque se dan las condiciones físicas y químicas para modular la composición bacteriana; y es ahí donde suelen vivir los patógenos que pueden acabar causando enfermedad periodontal. De hecho, varios estudios científicos apuntan a que los desequilibrios en la microbiota bucal comienzan con el establecimiento de biofilms de bacterias en el dorso de la lengua debido a una mala higiene. En estos tapices microbianos el número de patógenos aumenta mucho y es cuando pueden acabar comportando problemas de salud.
También la saliva juega un rol destacado en el mantenimiento del equilibrio de la microbiota oral, porque transporta los nutrientes que nutren las bacterias y ayuda a mantener estables los niveles de microorganismos asociados a la salud.
La dieta, sobre todo, y también los hábitos de vida como fumar y una mala higiene bucal son los tres factores de riesgo más importantes a la hora de producir desequilibrios en la microbiota oral. Y cuando esto ocurre, comienzan los problemas de salud. A menudo lo que sucede es que sobrecrecen algunas poblaciones de bacterias patogénicas, que producen compuestos químicos capaces de alterar el sistema inmunitario y de poner en marcha una respuesta inflamatoria.
Además, también en el contexto de otras enfermedades o cuando estamos inmunodeprimidos, ciertas bacterias oportunistas transportadas por la saliva se pueden instalar en el área periodontal, en la zona que hay entre los dientes y las encías; en una primera instancia, pueden causar gingivitis o inflamación, que si se trata a tiempo con una limpieza profesional para eliminar las bacterias y se mejora la higiene, puede desaparecer. En caso contrario, de prolongarse esta situación en el tiempo, la enfermedad avanza hasta la forma más grave, la periodontitis, que puede acabar causando la destrucción de los huesos y tejidos que soportan los dientes, hasta provocar su pérdida.
Bacterias viajeros
Y no sólo eso, sino que se sabe que esta enfermedad bucal está estrechamente relacionada con otras sistémicas, que afectan a todo el organismo. Lo primero que dejó constancia de esta relación fue un dentista estadounidense, Willoughby D. Miller, quien propuso en 1891 por primera vez que las bacterias de la boca eran capaces de dejar la cavidad oral, moverse a otras partes del organismo y allí causar enfermedades. Para tener pruebas científicas hubo que esperar un siglo, hasta 1989, cuando un médico finlandés constató que las personas que habían sufrido un infarto de miocardio tenían muy mala salud bucal: en comparación con individuos de un grupo control, los infartados tenían una microbiota oral el doble de empobrecida.
De hecho, esta relación entre patologías cardiovasculares y gingivitis intrigó durante mucho tiempo a los cardiólogos. En un inicio, se pensó que el vínculo entre ambas procedía de factores de riesgo comunes, como eran frecuentes en fumadores. Sin embargo, se ha comprobado que la gingivitis dispara una fuerte respuesta inflamatoria, que es como el sistema inmunitario combate las infecciones; cuando esa respuesta se prolonga en el tiempo puede llegar a ser perjudicial. Y es esa inflamación provocada por las bacterias bucales lo que los científicos creen que daña el sistema cardiovascular. En este sentido, un estudio publicado en New England Journal of Medicine constataba que cuando se trataba la gingivitis de pacientes del corazón, se reducían los niveles de inflamación del organismo y mejoraba la función arterial.
Una investigación de la Universidad Complutense de Madrid que analizó la placa acumulada en la arteria carótida de pacientes cardiovasculares encontró que había bacterias asociadas a la gingivitis.
También se han encontrado evidencias de que las bacterias orales son capaces de viajar hasta el intestino; allí, al encontrarse un entorno al que no están adaptados, por lo general mueren. Sin embargo, en 2014 en un tumor de colon se hallaron especies de fusobacteria, un microorganismo de la placa dental. Estas bacterias son capaces de colonizar los tumores y se ha visto que los pacientes que tienen un mayor nivel responden peor a la quimioterapia y tienen una esperanza de vida menor que los que tienen niveles más bajos o no.
Otra asociación, aunque polémica, es con el Alzheimer. La gingivitis crónica se asocia a un mayor declive cognitivo en personas con enfermedad neurodegenerativa. En este caso Porphyromonas gingivalis se ha encontrado en el cerebro de personas que habían muerto por esta enfermedad. Cómo llegaron los microorganismos no está del todo claro, aunque los científicos apuntan a que el mecanismo detrás de esta asociación entre enfermedad de las encías y Alzheimer podría ser nuevamente la inflamación.
Asimismo, estas especies causantes de la inflamación de las encías, como P. gingivalis oFusobacterium nucleatum,pueden contribuir al inicio de enfermedades respiratorias, como la neumonía, y también la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y una peor función respiratoria, por lo general.
¿Qué podemos hacer?
Disfrutar de una buena salud oral –y global– pasa por cambios en el estilo de vida como dejar de fumar, reducir la ingesta de azúcares añadidos y seguir una dieta saludable. A esto habría que añadir una buena higiene dental, que pasa por cepillarse los dientes al menos dos veces al día y utilizar hilo dental y colutorio para controlar la placa y reducir la incidencia de caries y gingivitis. También es necesario realizar revisiones y limpiezas dentales al menos una vez al año.
En caso de desequilibrio, también pueden ayudar a los probióticos. Algunos específicos previenen la halitosis, que es síntoma de sobrecrecimiento de bacterias, y ayudan a mantener un buen equilibrio del microbioma oral. Al final, se trata de potenciar la sonrisa a la vez que añadir años de vida con buena salud.
Una paleoantropóloga de la Universidad Estatal de Pensilvania, en EE.UU., estudia la placa dental en restos humanos hallados en yacimientos arqueológicos. Su objetivo es reconstruir la historia del microbioma oral de la humanidad. Por el momento ya ha visto, por ejemplo, que nuestra salud bucal empeoró cuando pasamos de ser cosechadores cazadores a agricultores, hace 8.000 años, seguramente porque empezamos a consumir más hidratos de carbono, lo que cambió la composición de bacterias bucales. Y también que, al parecer, los neandertales tenían una buena salud dental. Por el momento, sólo se han encontrado dos restos fósiles con caries y proceden de zonas donde el consumo de bellotas, un alimento con un alto contenido en azúcares, era elevado.