Sobrevivir después de unos segundos muerto: "Después del infarto tengo una nueva vida"
El periodista del ARA Albert Llimós explica el paro cardíaco que sufrió el pasado octubre


BarcelonaDice que el infarto lo ha cambiado, pero a simple vista sigue siendo lo mismo de siempre, salvo que ahora tiene un pequeño tatuaje en forma de corazón en la muñeca. Es un recordatorio de que el periodista del ARA Albert Llimós se ha hecho en homenaje a "la nueva vida" que empezó el pasado octubre, cuando estuvo muerto durante unos segundos. Tras jugar un partido de fútbol con sus amigos, se desplomó en el suelo del vestuario por culpa de un paro cardíaco fulminante. El corazón le dejó de funcionar y, de no ser por la rápida reacción de un compañero de equipo, habría sufrido daños irreversibles en el cerebro, incluso la muerte. Por eso está convencido de que ya no es lo mismo de antes y que tiene una segunda oportunidad que no quiere desperdiciar. "Tienes que cuidarte más porque de un día para otro dejas de existir. Vas a jugar al fútbol, de repente te mueres y, porque los astros se alinean, tienes una segunda vida. Aprovechémosla", afirma.
De tantas veces que lo ha contado, el periodista se ha hecho suya la historia, pero lo cierto es que no recuerda nada de ese momento. El 25 de octubre el corazón le dejó de latir de repente y cayó al suelo inconsciente. Uno de sus amigos corrió a pedir ayuda mientras otro, Gonzalo Tamayo, le intentaba socorrer en el vestuario. Primero le colocó en posición fetal –que en primeros auxilios se conoce como la posición de seguridad– y al ver que no respiraba se dio cuenta de que Albert sufría un paro cardíaco. "La respiración era cada vez más lenta y finalmente dejó de respirar, se puso de color morado", recuerda Tamayo, que por suerte es delegado de prevención en su empresa y había realizado un curso de primeros auxilios. Él fue quien le hizo la reanimación cardiopulmonar mientras esperaban a la ambulancia.
Tamayo estuvo más de diez minutos haciendo maniobras de reanimación hasta que llegaron dos profesionales del Sistema de Emergencias Médicas (SEM). Fue casi un cuarto de hora vital, ya que Albert tendría graves secuelas neurológicas si nadie hubiera actuado. Cuando un infarto causa un paro cardíaco, como en el caso de Albert, cada minuto cuenta y el pronóstico es peor cuanto más se tarda en atenderle. "En estos casos nuestro cuerpo deja de recibir sangre oxigenada y el cerebro es muy delicado. Pocos minutos sin oxígeno pueden causar daños irreversibles, incluso la muerte cerebral", avisa Gerard Oristrell, profesional del Servicio de Cardiología del Hospital Vall de Hebrón e investigador de enfermedades cardiovasculares del Vall d'Hebron Instituto de Investigación (VHIR) y del CIBERCV. Él fue quien atendió a Albert cuando llegó al hospital.
Según el cardiólogo, las primeras maniobras del Gonzalo fueron "esenciales", porque la diferencia entre saber hacer una reanimación básica o no puede suponer la vida o muerte del paciente. Cuando el SEM llegó al vestuario, Gonzalo no había logrado recuperar el pulso de Albert, pero sí había permitido que la sangre siguiera circulando por su cuerpo. Los profesionales le cogieron el relevo y, con un desfibrilador, le reactivaron el corazón. Trasladado al hospital le desobstruyeron la arteria taponada que le había causado el infarto para que la sangre volviera a circular con normalidad por su cuerpo.
Primera causa de muerte
Albert está plenamente recuperado ahora. Tiene un stent (una especie de muelle que se coloca en las venas obstruidas para evitar nuevos colapsos) en la arteria y reconoce que tiene el gusanillo de volver a jugar a fútbol, aunque de momento aún tendrá que esperar. Eso sí, en unas semanas este diario realizará una formación en primeros auxilios y él es uno de los voluntarios que aprenderá a hacer reanimaciones como la que le salvó la vida hace cuatro meses.
Las enfermedades cardiovasculares como el infarto son la primera causa de muerte en todo el mundo. En estos casos se obstruye una arteria que irriga el corazón y puede causar arritmias malignas, una alteración del ritmo cardíaco que hace que el corazón deje de latir. Según un estudio en el que ha participado el Vall d'Hebron, cada año en el Estado hay 52.300 paros cardíacos, de los que 30.000 pasan fuera del hospital. Como le ocurrió a Albert. De éstas, sólo uno de cada diez pacientes logra recuperar la circulación espontánea y llegar al hospital con vida y, entre ellos, sólo entre el 5% y el 10% se recuperan. "Cuando a alguien se le para el corazón fuera del hospital, lo más frecuente es que no llegue al centro y muera antes", se lamenta Oristrell.
Por eso es importante tener buenos hábitos de vida saludables y minimizar los factores de riesgo. El tabaquismo, la diabetes y el colesterol alto, entre otros aspcetas, incrementan las posibilidades de padecer una enfermedad cardiovascular. Pero Albert no tenía ninguno de estos hábitos. Además es un paciente joven, sólo tiene 43 años, por lo que los profesionales piensan que existen factores genéticos detrás de su caso. Por el momento no han logrado encontrar ningún gen alterado. Más allá de esta cuestión genética, existen otros elementos que entran en juego, como el estrés, que puede acelerar que alguien sufra un infarto.
Lo primero que hizo Albert cuando despertó en el hospital, todavía medio inconsciente, fue preocuparse por el trabajo. En un papel que todavía guarda escribió toda la gente a la que tenían que avisar de su situación, desde jefes y compañeros hasta fuentes con las que había quedado para tomar un café aquella semana. La autoexigencia, los horarios, trabajar muy a menudo en soledad e investigar casos de abusos sexuales le han causado problemas psicológicos que empezó a tratar en terapia hace dos años.
"Me di cuenta el día que iba por la calle caminando, me encontraba bien y, de repente, pisé el diario y mi cabeza explotó; sentía un dolor de cabeza terrible", recuerda. Todo esto, dice, ha hecho que haya sido más irascible con sus relaciones personales, sobre todo con sus hijos. Y el infarto le ha permitido abrir los ojos, cree que ha sido la gota que ha colmado el vaso.
También piensa que seguirá trabajando de periodista, eso sí, poniéndose más límites y sabiendo parar cuando toca. "Tengo que seguir haciendo este trabajo porque creo, porque lo quiero, porque disfruto más que nadie. He vuelto y me siento muy vivo, es una profesión fantástica. Pero no debemos olvidar la realidad de fuera y gestionar mejor esa carga pesada", concluye.