BarcelonaRaquel Muñoz (Barcelona, 1978) “petó” un día en el trabajo. A sus 32 años, con una carrera profesional y tres hijos pequeños, llevaba días notando que había “algo que no funcionaba bien”, pero mantuvo el ritmo. Hasta que la mente le dijo lo suficiente y, de repente, empezó a comportarse de una manera extraña. “Me preguntaban si me había fumado algún puerro”, recuerda sin rencor, consciente de que "nadie sabe cómo reaccionar" en una situación así. Pero, pasados casi 15 años, apuesta por "romper silencios" y dar las pautas para poder actuar. Aunque las empresas introducen herramientas para mejorar el estado del bienestar mental, hoy se arrastra elestigma de unos y el autoestigma que se imponen los que sufren el trastorno, indica Carlos Alcoba, responsable de salud mental y estigma en el ámbito laboral deAbiertamente, entidad que lucha contra las discriminaciones del colectivo. Precisamente, en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra este jueves, Alcoba recogió en Oviedo un premio Prevencionar.
Para este experto, la salud mental necesita “un color en las gafas” –como las lilas del feminismo– que cambie la mirada estigmatizadora y enfoque hacia la concienciación de un problema, que tiene una alta prevalencia y que puede aparecer en la edad adulta: se calcula que una de cada cuatro personas sufrirá a lo largo de su vida. Pero incluso las buenas intenciones acaban siendo estériles porque se evita acudir al psicólogo de la empresa o abrir la aplicación del bienestar emocional por no quedar marcado.
El año pasado una encuesta de Obertament establecía que tres cuartas partes de las empresas respondían afirmativamente cuando se les preguntaba si les preocupa la salud mental y la mitad consideraban que ofrecían información y formación contra el estigma, pero los porcentajes se reducían drásticamente cuando la pregunta la hacían a los trabajadores, especialmente los que tienen trastorno.
Vuelta precipitada al trabajo
De ese episodio en el trabajo Muñoz salió con el diagnóstico de bipolaridad, un mes de ingreso y ocho de baja laboral en el que los de la empresa tampoco sabían cómo tratarla. Como otros muchos pacientes, también tuvo un gran sentimiento de “culpa”, por si inconscientemente había hecho algo mal que le hubiera conducido a la crisis y con la sensación de que le colgarían la etiqueta de loca o enferma.
No le ayudó nada el hecho de incorporarse con el mismo horario y la misma presión; una decisión que, con la experiencia de ahora, cree que debe hacerse más “progresivamente”. Pasado un tiempo, la dirección anunció un recorte de plantilla que, curiosamente, sólo le afectó a ella. Muñoz se tomó la perspectiva del paro como un período para recuperarse en plena fase de “luto por la Raquel del pasado”. De recolocarse. “Es como si fueras un títere, te cortaran los hilos y los echaran al suelo. Tienes que volver a ligarlos, a coser para volver a moverte porque yo creía que no podría volver a cuidar a los hijos”, reflexiona.
Aprender a cuidarse
Pero lo ha hecho, y explica que el control de la medicación, la alimentación, la hidratación y el sueño le han "salvado". Esto y el activismo en Obertament, que le ha “empoderado” hasta el punto de que pasada la pandemia se “abrió” con su jefe de un trabajo nuevo y, “harta de hacer un papel”, le explicó las circunstancias, rompiendo así la estadística que calcula que tres cuartas partes de los trabajadores nunca han explicado sus problemas de salud mental. Desde entonces, dice que la relación laboral y su bienestar han mejorado mucho. "Es más fácil cuando sales del bunker, lo explicas y pides que te avisen si ven algo raro", señala. ¿Hay que informar sobre el trabajo del diagnóstico? Las leyes consagran el derecho a la intimidad de los trabajadores, y en este punto Alcoba afirma que si bien no es necesario pasarse en los detalles, es bueno plantear pedir ajustar los horarios y la carga laboral a la situación personal.
Ahora Muñoz es consultora en Balmes Innova, un centro de formación en el que analiza las carencias de las empresas y les diseña planes para responder a las necesidades de crear buenos ambientes laborales. "Es tan importante que seamos amables, porque no sabemos lo que le pasa al de al lado", afirma. Alcoba indica que muchas empresas caen en el error de creer que poniendo un psicólogo o alguna actividad deportiva ya es suficiente, y no se dan cuenta de que así "empiezan la casa por el tejado". Por el contrario, afirma que es mejor que los trabajos sean "espacios de confianza" en el que se evite hacer comentarios acusatorios o culpabilizadores de los compañeros que están de baja por salud mental o hacer bromas sobre trastornos, para que las personas afectadas puedan sentirse cómodas para hablar de ello y pedir ayuda si es necesario. "Hay que saber escuchar para realizar derivaciones a los servicios que cada uno necesite", asegura. Gran parte de las bajas laborales por salud mental lo son, en realidad, por problemas estrictamente laborales, asegura Alcoba, quien afirma que esto hace que quienes tienen un malestar emocional "no pidan ayuda porque les da miedo no ser creídos". Por eso, dice: "Hay que romper con ese miedo a sentirse culpable".