REPORTATGE

Vivir la Nochevieja en soledad: "Hace años que no como las uvas"

Dolors se va a dormir lo más pronto posible la última noche del año y Paquita brinda con la TV

Mònica Bernabé
5 min
Dolors Olivart Cuní sopa una llesca de pa i pernil salat postrada al llit de casa seva a Barcelona la nit de Cap d'Any

BarcelonaPostrada en la cama en una habitación decorada al estilo de antes: paredes cubiertas con papel pintado, un tocador con su correspondiente espejo, dos mesillas de noche –cada una con una lámpara de hace no se sabe cuántos años–, unas cuántas fotografías del pasado y una televisión moderna de pantalla plana que desentona con el resto del mobiliario. Dolors Olivart Cuní cena una rebanada de pan con jamón serrano. Es lo único especial que hizo la última noche del año. Tiene 94 años –el 17 de febrero cumplirá 95–, hace 26 que es viuda y desde entonces vive sola y no ha vuelto a celebrar la Nochevieja.

"Hace años que no como las uvas. Lo único que hago es ir a dormir lo antes posible", asegura. El día de Navidad también lo pasó sola, del mismo modo que pasa sola la mayoría de los 365 días del año. Tiene Parkinson, se desplaza con la ayuda de un caminador y afirma que no pone un pie en la calle desde hace dos años. Pero al menos antes de la pandemia, amigas, conocidos y algún familiar se dejaban ver en su casa, en Barcelona, de vez en cuando. Ahora, ni eso.

Paquita Soler luce un bonito collar. "No llevo collares cada día, pero por Nochevieja me arreglo", aclara. También se ha maquillado un poco y asegura que se ha peinado ella misma, sin ir a la peluquería. Para cenar ha comido un moniato –"es que la dentadura no la tengo bien"– y cuando faltan pocos minutos para la medianoche ha preparado en el comedor de su casa, en Barcelona, una mesita ante el televisor con un plato con doce uvas sin piel ni semilla y una copa de mosto mezclado con agua. "Yo no he sido nunca de cava ni de vinos, soy más de agua". Sea como sea, ella brindará con la televisión. Qué remedio, también vive sola.

Paquita Soler brinda amb la televisió la nit de Cap d'Any a casa seva

Paquita tiene 91 años –el 12 de febrero cumplirá 92–, se quedó viuda hace 32 y últimamente siempre pasaba la Nochevieja en casa de su hijo, que vive muy cerca, casi en la misma manzana. De hecho, explica, su hijo insistió que fuera a su casa y que no empezara el año de esta manera, sin compañía. "Yo soy de una burbuja y ellos son de otra, y tenemos que hacer lo que dicen los ministros de Sanidad, que saben más que nosotros. A mí mis padres me educaron en el civismo: no se pueden hacer las cosas que no se pueden hacer", argumenta. Así que Paquita también ha empezado el año sola.

El director de la fundación Amics de la Gent Gran, Albert Quiles, asegura que casos como los de Dolors y Paquita no son una excepción. En Catalunya hay 334.000 personas de más de 65 años que viven solas, según datos del 2019 del Instituto Nacional de Estadística. Y lo que es peor, muchas se sienten solas. No se sabe la cifra exacta, pero un estudio del 2012 puso en evidencia que este es el sentimiento de casi dos tercios de las personas mayores que viven solas, según destaca el informe La soledad no deseada durante la vejez, un fenómeno social, publicado en septiembre por Amics de la Gent Gran. La pandemia no ha hecho más que agravar todavía más esta situación.

Quiles cree que se está haciendo todo lo posible para preservar la gente mayor del virus, pero "no se está teniendo en cuenta la parte emocional y social, que también es salud", lamenta. Pone un ejemplo: se han cerrado la mayoría de centros para mayores, que era uno de los pocos lugares donde estas personas se podían socializar. La misma fundación Amics de la Gent Gran ha tenido que revisar de arriba abajo sus actividades: ha cancelado talleres, salidas de ocio, tertulias, e incluso su preciado programa de voluntariado, en que un voluntario hace compañía durante dos horas a la semana a una persona anciana que vive sola. La fundación ha sustituido las visitas presenciales por llamadas telefónicas. "A algunas personas les llamamos incluso dos veces al día", asegura Quiles. Pero, claro, no es lo mismo.

Sin comida de Navidad

En las últimas semanas la entidad ha retomado las visitas, pero a medio gas y con todo tipo de medidas de precaución. Lo que no ha podido hacer es organizar la tradicional comida de Navidad, que hacía en sus diferentes delegaciones de Catalunya desde hace más de tres décadas y evitaba que centenares de ancianos pasaran solos este día tan señalado. A cambio, este año Amics de la Gent Gran ha repartido una panera a dos miles ancianos. Pero, claro, tampoco es lo mismo.

Dolors dice que una persona voluntaria de Amics de la Gent Gran la ha visitado en casa durante los últimos seis años. "Le daba bizcocho para merendar. Era bonito. Pero ahora es terrible con el coronavirus". Explica que pasa la tarde en la cama haciendo sudokus, crucigramas, enviando mensajes, mirando la tele... Y así un día y otro y otro. "Lo llevo como lo llevan todas las personas que estamos solas: mucho llorar, mucho pensar. Las noches que puedo, duermo. Y las que no, la cabeza trabaja y trabaja. Le aseguro que hay momentos que pienso por qué no se acaba esto, yo que movía el mundo con un dedo". Dolors trabajó como dependienta casi toda la vida, siempre fue muy activa. Explica que creó un casal de Lluís Companys en la clandestinidad, que le encanta "devorar libros" y que "antes tenía una memoria de elefante: escribía poesías y las recitaba".

Un reto social

Paquita también tiene un voluntario de Amics de la Gent Gran que la visita desde hace ocho años. “Necesito a alguien para charlar de mis cosas, y las amigas se han yendo muriendo todas. Pregunté al CAP si no tenían nadie que me pudiera visitar, porque yo también he hecho de voluntaria toda la vida”. Así es como la pusieron en contacto con la entidad. Su voluntario es "un vasco de Bilbao de 51 años". Hace un mes que ha empezado a visitarla otra vez. Eso sí, Paquita dice que quedan en la calle, andan un rato y después se sientan en un banco a una cierta distancia el uno del otro. No hay más remedio, en tiempos de coronavirus.

En los peores meses de la pandemia, en la primavera, continúa relatando Paquita, estuvo 90 días sin salir de casa. "Tengo una terraza y andaba cada día 15 minutos, y 15 minutos más de punta a punta del piso". El director de Amics de la Gent Gran considera que la soledad es uno de los retos que tenemos como sociedad y que se tiene que tener en cuenta desde las políticas públicas. "Con la pandemia, todos hemos podido experimentar qué quiere decir estar lejos de nuestros seres queridos, encerrado en casa y sufriendo el aislamiento. Me gustaría que esto nos llevara a sentir empatía con todos esos ancianos que viven esa situación". O ahora, o nunca.

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