Salud

Testigos de Jehová con grupos sanguíneos incompatibles: la historia de un trasplante pionero

El Hospital del Mar lleva a cabo una cirugía con éxito gracias a la técnica de la inmunoadsorción

En Mateu Sbert y Mireia Reja, el receptor y la donante de un trasplante de riñón
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BarcelonaUn trasplante renal de donante vivo, sin transfusión de sangre y entre grupos sanguíneos incompatibles. Este es el triple reto al cual se tuvo que enfrentar por primera vez el equipo médico del Hospital del Mar para que Mateu Sbert, gracias al riñón de Mireia Reja, su mujer, pudiera mejorar la calidad de vida después de tres años haciendo diálisis. La primera sesión de diálisis –Sbert recuerda perfectamente la fecha– tuvo lugar el 6 de diciembre de 2018. La enfermedad renal poliquística que había heredado de su padre había conducido, inevitablemente, a la insuficiencia renal.

"Desde que tenía 16 años sabía que tendría que ir a diálisis. Tuve 30 años para prepararme", explica Sbert. El tratamiento de un tumor había impedido hacerle un trasplante prediálisis, pero Sbert tenía claro que, cuando fuera posible, quería optar por esta solución médica. "La diálisis, con los años, te agota. Te duelen los huesos, tienes que seguir una dieta pésima, estás más irritable y aplastado. Igualmente, dependes completamente de una máquina, necesitas planear con mucha antelación cualquier cosa que quieras hacer", añade.

Además de ser la mejor opción terapéutica en caso de insuficiencia renal crónica, Sbert había vivido el proceso de trasplante a través de su padre (que también está trasplantado) y el entorno familiar lo animaba a hacerlo. De hecho, incluso ya contaba con alguien dispuesto a darle el riñón: su mujer. "Desde que conocí a Mateu, sabía que este problema algún día llegaría. Y desde el primer momento tuve claro que quería ser donante", asegura Reja. "Se lo agradezco muchísimo, porque no deja de ser una demostración muy grande de amor desinteresado", subraya Sbert. Ahora bien, por motivos religiosos –los dos son testigos de Jehová– tenían un requisito innegociable: no aceptaban transfusiones de sangre o de sus componentes principales.

Protocolo para testigos de Jehová

Lo que en apariencia podría parecer un obstáculo se salvó rápidamente al contactar con el Hospital del Mar de Barcelona. En 2016 el centro puso en marcha el primer protocolo del Estado para garantizar el trasplante renal sin transfusión de sangre. "Desde el primer momento avisamos al equipo médico de que éramos testigos de Jehová y nos aseguraron que respetaban y trabajaban con nuestras creencias. Nos transmitieron mucha tranquilidad", enfatiza Sbert. "Las personas con enfermedades renales están muy vinculadas con el equipo que las trata, la confianza es muy necesaria. Ser cercanos y poderlos acompañar es clave", asegura la enfermera referente en trasplante renal, Anna Bach.

El protocolo es similar a un trasplante de riñón que acepte la transfusión de sangre. La principal diferencia, sin embargo, es que los pacientes se tienen que someter a un tratamiento previo con eritropoyetina, que estimula la producción de hematíes (glóbulos rojos) y ayuda a evitar transfusiones. Paralelamente, durante la operación se puede recurrir a los equipos cell savers, instalados en el quirófano, los cuales facilitan la recuperación de parte de la sangre del mismo paciente que se pueda perder. "También les pedimos un nivel más alto de hemoglobina. Tienen que tener un valor por encima de 13 o no los podemos trasplantar", advierte la jefa del servicio de nefrología, la doctora Marta Crespo.

El funcionamiento del programa ha sido posible gracias a la creación de una cadena transversal de profesionales, los cuales aceptan operar sin recurrir a la transfusión de sangre. "En muchos hospitales de Catalunya, esta cadena no siempre se consigue cumplir. A menudo son los médicos que no quieren asumir el riesgo que implica", lamenta el jefe del servicio de urología del Hospital del Mar, el doctor Lluís Cecchini. "Es de derecho humano que, si el paciente no quiere transfusión de sangre, lo aceptes. Es él quien pone la piel", reitera. A pesar de todo, solo un tercio de los pacientes que se someten a un trasplante renal en el Hospital del Mar necesitan transfusión de sangre.

Grupos sanguíneos incompatibles

La primera traba, sin embargo, no se hizo esperar mucho. Los grupos sanguíneos de Reja y Sbert eran incompatibles. "Me supo muy mal cuando me dijeron de pronto que no podía ser. Mi objetivo era darle mi riñón a Mateu y durante todos estos años he intentado tener una vida sana para que llegara óptimo", lamenta Reja. La solución fue incluirlos en el programa de trasplante cruzado de España, basado en el intercambio de donantes de riñón vivos entre dos o más parejas. De este modo, Reja le daría el riñón a una persona desconocida y Sbert recibiría uno de un donante compatible. "Entonces solo hacía un año que iba a diálisis. Intentaba ver el lado positivo: el personal era encantador, aprovechaba para leer, ver Netflix... Pensé: «Puedo esperar algo más»", recuerda Sbert.

Una técnica alternativa

Pero la espera se alargó más de lo previsto y el año de diálisis se convirtió en tres. Hasta que, finalmente, en noviembre de 2021 la doctora Crespo les anunció que ya no esperaban más. A pesar de que sus grupos sanguíneos eran incompatibles, podían continuar con el plan original: ella sería la donante y él el receptor. "Todo el equipo se reunió y decidimos plantearles la posibilidad de aplicar una técnica llamada inmunoadsorción", explica Crespo. La inmunoadsorción consiste en extraer el plasma del receptor, limpiarlo de los anticuerpos que podrían generar una reacción de rechazo si se recibe un órgano de un grupo sanguíneo incompatible y devolverlo al paciente. "Al crear un circuito extracorpóreo, hay más posibilidades de sangrado a lo largo del proceso", advierte la doctora. A la vez, el tratamiento podría disminuir los niveles de hemoglobina y, en caso de no lograr los valores necesarios, impedir la operación. "Nos generaban más tensión los tratamientos precirugía que la cirugía en sí", apunta Bach.

Cecchini, por otro lado, subraya el estrés añadido de una intervención con donante vivo. "Estás operando a una persona sana, que quiere dar un órgano voluntariamente a una persona que quiere. Y este tiene que quedar perfecto, no lo puedes herir", explica. "Si, además, es testigo de Jehová, añade un puntito más de estrés", añade. Pero una vez se les propuso, Sbert y Reja decidieron llevarlo a cabo. "Nos explicaron los pros y los contras, y nos preguntaron qué queríamos hacer", dice Sbert. "Nos transmitieron mucha seguridad", coincide Reja. "No nos tirábamos a la aventura, porque, a pesar de que rechazamos la transfusión de sangre, hay otras alternativas que sí que aceptamos, como el recuperador sanguíneo", matiza la donante.

A pesar de los inevitables nervios –de hecho, Reja recuerda que tuvo la sensación de que "se tenía que despedir de todo el mundo"–, el trasplante renal se realizó con éxito el 30 de noviembre de 2021. "Me ha cambiado la vida a mejor", asegura Sbert, que ha abandonado la dieta estricta que seguía y dice que vive con mucha más libertad. "Hacía años que no estaba tan bien", sonríe.

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