Sanidad / Investigación

"Es vergonzoso que pase algo así con gente mayor que lo ha dado todo en la vida"

La familia Ramírez pide que lo que vivió su padre en el centro sociosanitario Duran i Reynals no le pase a nadie más

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María Dolores y Pedro Javier Ramírez Ramírez, con una foto de su padre, José María Ramírez Mirón, que fue ingresado en el sociosanitario Hestia Duran y Reynals.
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L'Hospitalet de LlobregatLo que más le impactó fue ver a su padre maniatado en la barandilla de la cama. Cuando lo recuerda, incluso le saltan las lágrimas. “Nos dijeron que le habían atado para que no se quitara las vías”, afirma. Pero ni a él ni a su hermana les pidieron permiso. Pedro Javier y María Dolores Ramírez Ramírez presentaron una queja a la Agencia Catalana de Consumo contra el centro sociosanitario Hestia Duran i Reynals, de Hospitalet de Llobregat, por el trato que recibió su padre. La Generalitat acabó expedientando al centro el año pasado "por falta grave" con una multa de 3.006 euros. La familia lo considera una cantidad irrisoria. No pretende conseguir una indemnización, ni alarmar a las personas que tienen un familiar ingresado, pero sí piden a la Generalitat que tome medidas para que lo que vivió su padre no vuelva a ocurrir. Por eso cuentan su historia.

José María Ramírez Mirón, de 88 años, ingresó en el centro Hestia Duran y Reynals el 14 de julio del 2022, derivado desde el Hospital de Viladecans, donde un día antes había sido atendido por cóvido en urgencias. El Hestia Duran i Reynals, situado en el mismo edificio donde se encuentra el Instituto Catalán de Oncología (ICO), es el segundo sociosanitario con más camas de Cataluña. Tiene 326. Es de uso público, pero lo gestiona una empresa privada: SSR Hestia, que el pasado verano fue adquirida por la multinacional alemana Median.

José María llegó al centro para la convalecencia "en buenas condiciones generales, buena hidratación y no presentaba signos de dificultad respiratoria", dice textualmente el expediente de la Generalitat. Sin embargo, sí tenía infección urinaria y deterioro cognitivo. “Mi padre se valía por sí mismo en casa. Mi madre es dependiente, y él era quien salía, compraba y cocinaba”, asegura Pedro Javier. Pero el hombre tuvo un bajón increíble en cuanto ingresó. "Había que darle de comer y no caminaba solo", recuerdan los hijos.

Lo primero que su padre les pedía cuando le iban a ver al sociosanitario era que le dieran agua, e incluso se bebía tres vasos seguidos. El Hestia Duran y Reynals no proporciona botellas de agua a los pacientes, y son los familiares quienes deben llevarlas. “Hicimos la prueba durante dos o tres días. Dejamos en la habitación dos botellas: una completamente llena y otra a la mitad, y marcamos con un bolígrafo hasta dónde llegaba el nivel del agua”, detalla Pedro Javier. Para sorpresa de ellos, constataron que el nivel del agua no bajaba de un día para otro, así que se quejaron en el centro porque en teoría nadie daba beber a su padre durante su ausencia. “La coordinadora nos contestó que lo que planteábamos era inverosímil, pero después de nuestra queja todo cambió: mi padre dejó de pedirnos agua cuando íbamos a verla”.

También sorprendió a los dos hermanos que en la mesita de al lado de la cama del padre hubiera un bote con una especie de gelatina. “Una auxiliar nos explicó que era espesante y que era conveniente que lo mezclásemos con el agua o con el zumo para que mi padre no se atragantase. Sin embargo, según qué auxiliar le atendía, le daba el espesador o no”, se queja Pedro Javier.

La gota que colmó el vaso

La gota que colmó el vaso fue que “no había manera humana de hablar con el médico”. Los hijos sólo pudieron contactar dos veces durante los 26 días que el padre estuvo ingresado, y una de las veces fue la misma doctora quien les llamó para proponerles sedar al hombre y dejarle morir dado el su estado de gravedad. Los hijos se negaron en redondo y, en contra del criterio médico, volvieron a trasladarlo al Hospital de Viladecans.

José María volvió a ingresar en el Hospital de Viladecans el 9 de agosto del 2022 con deshidratación, fracaso renal, dificultad respiratoria, infección urinaria, broncoaspiración y tres llagas, una de grado 3, o sea que ya le le había afectado al músculo. “La broncoaspiración es evitable con los cuidados adecuados y es responsabilidad del sistema sanitario prevenirla –valora una doctora que prefiere mantener el anonimato–. Puede que el hombre se atragantase comiendo porque no le dieron alimentos triturados o líquidos con espesante, o con su propio vómito porque no tenía el cabezal elevado. Las úlceras también son señal de que no le movían lo suficiente”.

Con todo, la Generalitat sólo sancionó al sociosanitario por la falta de información a la familia. Según el propio protocolo de comunicación del centro, el médico debería haberles informado del estado del padre "al menos dos veces por semana". Además, el hombre sufrió dos caídas mientras estuvo ingresado y eso tampoco se notificó a sus hijos, según consta en el registro del centro.

El padre se recuperó en el Hospital de Viladecans y fue dado de alta en diez días. Sin embargo, acabó muriendo poco después. “Son personas, no sacos de patatas”, lamentan los hijos, que sienten “rabia, impotencia e injusticia” por la forma en que el padre fue tratado. “Es vergonzoso que ocurra algo así con gente mayor que lo ha dado todo en la vida”.

Los trabajadores del Hestia Duran y Reynals lamentan que no dan abasto. Hay un médico y una enfermera por cada 36 o más pacientes. Las auxiliares de enfermería deben hacerse cargo de entre 12 y 36 enfermos en función de la franja del día. Ellos también reclaman que la Generalitat establezca ratios de personal.

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