Astrid Lindström: "En Suecia vimos que no tenía ningún sentido que existieran los sociosanitarios"
Consultora sueca en políticas sociales
BarcelonaCataluña es pionera en el Estado en la creación de una red de centros sociosanitarios para pacientes que necesitan una larga convalecencia o cuidados paliativos. Otros países europeos tienen también este tipo de centros, como Francia o Reino Unido. Pero en Suecia, cuando en Catalunya se abrieron los primeros sociosanitarios en los años 80, ellos empezaron a desmantelar los suyos. La consultora sueca en políticas sociales Astrid Lindström, licenciada en ciencias sociales por la Universidad de Estocolmo y residente en Cataluña desde 1974, explica el porqué.
En Suecia también había sociosanitarios.
— Sí, yo trabajaba en uno. Se llamaban hospitales de larga estancia, y eso ya lo condicionaba todo, porque no se hacía nada para que fuera corta. Las palabras influyen mucho. Luego se vio que no tenía ningún sentido que existieran.
¿En qué sentido?
— Dentro del sociosanitario teníamos una especie de apartamento para rehabilitar a los pacientes en un entorno normalizado que fuera como una casa particular. Allí les entrenábamos a ir al baño, entrar y salir de la bañera, cocinar, hacer educación postural... Nos dimos cuenta de que en un entorno doméstico mejoraban mucho más que en una sala de rehabilitación, donde la gente hace unos ejercicios que parece que no tengan mucho sentido. Es muy importante incorporar la propia motivación de las personas para que mejoren.
¿Eso hizo que se optara por cerrar estos centros?
— No. Primero, se inició una reforma en los años 60 y 70 para la desinstitucionalización de las personas con discapacidad intelectual. Era la época en que se estrenó la película Alguien voló sobre el nido del cuco. Se cuestionaron instituciones como los psiquiátricos, lugares cerrados donde no existe un control social. Y se empezó a crear viviendas de grupo para estas personas. Viviendas para cuatro, cinco o seis pacientes, cada una con una especie de miniapartamento; después había espacios comunes con cocina y comedor, además de personal para atenderlos.
¿Y después ese modelo se replicó para la gente mayor?
— Empezó a haber mucha gente mayor con demencia y se impulsó a Adel, que significa “reforma de atención a la gente mayor”. Empezó en los 80, y en 1992 ya estaba completamente implementada. Todos los centros sociosanitarios se traspasaron a los municipios, que recibieron muy importantes subvenciones para reconvertirlos en una especie de casas particulares.
¿Por qué?
— Hay infinidad de estudios científicos que demuestran que las personas con demencia están perdidas en centros sanitarios donde todas las habitaciones son iguales y no hay diferenciación de los espacios. Hace que no entiendan nada. En las viviendas de grupo tienen una especie de apartamento en el que pueden tener sus fotos y objetos que los identifican. En los espacios comunes hay pocas personas, doce como máximo, lo que hace que no se desorienten tanto. En un sociosanitario, hay tantos profesionales y pacientes que llevan perdidas y lo único que se puede hacer con ellas es medicarlas.
Pero en los sociosanitarios también hay personas encamadas.
— Para estos casos en Suecia se han creado departamentos de cuidados paliativos dentro de los hospitales. Los hospitales ya disponen de todos los recursos, no tiene mucho sentido crear una infraestructura paralela. Supone una gran inversión: duplica el gasto.
También supondría una gran inversión reconvertir a los sociosanitarios en viviendas de grupo.
— Sí, pero da réditos a largo plazo porque después hay menos ingresos en hospitales y menos urgencias. Pero es cierto que, cuando se crean estructuras de piedra, como los sociosanitarios, después es muy difícil volver atrás y desmantelar todo por un nuevo modelo.
¿Cómo se logró en Suecia?
— Hubo un movimiento social muy potente y en lo que se refiere a los medios de comunicación, que se basaba en estudios científicos que demostraban que había que cambiar de modelo. Además, en Suecia hay mayor respeto por la autonomía de la gente. Existe otro talante, quizás impulsado por el clima.
¿Se ha extendido el modelo sueco a otros países?
— Sí, en Dinamarca y Noruega, y cada vez cobra más fuerza en países como Estados Unidos, Australia o Japón.
Los sociosanitarios de Catalunya le parecerán un horror.
— Normalmente no hablo del modelo de aquí, es muy delicado criticarlo. Para empezar, aquí los ayuntamientos son muy pequeños por tener las competencias que tienen los de Suecia. Allí se realizó una reforma de fusión de ayuntamientos para tener capacidad de gestión social. Además, ahí falta una política social pública de vivienda. Y la cuestión cultural cuenta también. Hay mayores aquí que me dice que ellos vivieron el franquismo y que, en consecuencia, no tienen el hábito de protestar, de exigir, de pedir.