Violencia machista

De Alves a Pelicot, los juicios desmontan la violencia machista

Tras apoyar a las denunciantes, el feminismo cree que ha llegado la hora de señalar a los maltratadores para que reciban un correctivo social

Varias personas sostienen un cartel con la imagen de Gisèle Pelicot, durante una concentración ante la embajada de Francia.

BarcelonaDe Dani Alves a Dominique Pelicot. Si en 2024 arrancaba con el juicio y la condena al millonario futbolista por la violación de una chica, el año terminó con la sentencia del septuagenario francés que sedaba su mujer Gisèle para que medio centenar de hombres la violaran. Siguiendo el hilo que une Alves y Pelicot, el año que hemos dejado atrás podría resumirse del "Yo si que te creo, hermana" al "Que la vergüenza cambie de bando", dos lemas que ilustran la voluntad del feminismo de poner el foco definitivamente en los hombres perpetradores de la violencia machista. Si la primera de las frases ha servido para apoyar a las mujeres que han denunciado o señalado públicamente su agresor, la segunda apunta directamente a los agresores. De deseo de la propia Gisèle Pelicot ha pasado a ser un lema mundial y la joven periodista que acusó al ex director de Catalunya Ràdio, Saül Gordillo, también le hizo suyo porque no había "hecho nada mal hecho". Las feministas lo tienen claro: la violencia no se puede combatir haciendo cambiar actitudes, hábitos o la forma de vestir de las mujeres, sino dirigiendo a los hombres enganchados al machismo.

Para Isabel Muntané, periodista especializada en género y coautora deEres una exagerada (Rayo Verde), el acierto de la frase de Gisèle Pelicot es evidente, como demuestran que sus agresores estuvieron siempre tapados, lejos de otros procesados ​​con "actitudes arrogantes". Sin embargo, afirma que "lo que debe cambiar de bando es el miedo", el temor de los perpetradores a ser "identificados como tales y, sobre todo, a tener un juicio social". En este sentido, indica que el castigo no puede ser sólo por la vía judicial, sino que debe existir también una "respuesta social" recriminatoria a los agresores. Y critica que Saúl Gordillo, una vez condenado, mantenga el reconocimiento con una columna de opinión en un medio. paguen una fianza o salgan antes de la cárcel, como ocurrió con Alves", indica.

Reconocimiento e impunidad

En este punto, Alba F. Pous, directora del centro de masculinidades Plural del Ayuntamiento de Barcelona, apunta que los agresores "no se sienten interpelados si no los pillan" e, incluso, se creen "impunes". Además, incide en que las víctimas también necesitan ese reconocimiento social y mecanismos que les ayuden a tener una "recuperación real" de los daños causados. Muntané introduce que pocos hombres han pedido perdón e incluso han hurgado a la víctima.

Hasta Plural, gestionado por la Fundación IRES, llegan hombres que quieren cambiar y avanzar hacia una masculinidad sana. El foco son estos hombres, pero Pous advierte que todos los tratamientos se realizan "desde un punto de vista feminista", así que desde la primera visita se marca una línea roja: "No compramos el relato que son víctimas del patriarcado" , indica Pous, que explica que el trabajo se enfoca en que estos hombres "tomen la responsabilidad" de sus actos y comportamientos, a la vez que se tenga en cuenta el "respeto hacia la víctima", también en el proceso de restitución. "Es cierto que "Not all men" [No todos los hombres], pero las agresiones son prácticamente todas de hombres, así que podrían preguntar a los hombres que no agreden porque no lo hacen", enfatiza la responsable del servicio.

Sin perfil único

¿Qué hay detrás de las agresiones machistas? "El poder, someter a la mujer", responde Paco Abril, sociólogo experto en género y masculinidades y profesor de la Universidad de Girona e impulsor de Homes Igualitaris, que confía en el sentido reparador de un Me Too a la inversa de hombres , que asuman públicamente haber ejercido violencia. Sin embargo, entiende que pocos se identifican con los agresores de manual, así que anima a los hombres a tomar la iniciativa de señalar a amigos y familiares machistas.

Pero Pozos alerta del riesgo de los "adolescentes rebotados", que siguen el discurso negacionista de la derecha extrema contra la violencia machista y se sienten agravados por el feminismo. La fuerza del movimiento ha sido tal, indica Muntané, que ha recibido ataques. La solución debe venir de la suma de esfuerzos de la administración, de la escuela y la familia, pero sobre todo implementando la educación sexoafectiva desde los cero años, afirma la responsable de Plural.

Para Muntané y Pous, si se ha avanzado contra esta impunidad de la violencia machista ha sido por el impulso del feminismo, pero al mismo tiempo esta situación ha hecho que todo el peso haya "recaído en las mujeres". Se les ha prejuzgado la vida sexual, el tamaño de la falda, las horas que caminan solas por la calle o el nivel de embriaguez en un ambiente festivo. En definitiva, se les obliga a ser "buenas víctimas", señala la periodista, quien también critica que se les exige, por un lado, a hacer una denuncia formal, pero a las que lo hacen también se les reprocha el momento, por si aguantaron demasiado la agresión o si se callaron mientras se aprovechaban. Como no existe un perfil único de víctimas, tampoco se puede perfilar un retrato robot de los agresores.

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