Propuestas de ocio

10 actividades para disparar la adrenalina

La emoción que conlleva hacer una actividad de riesgo (controlado) explica el auge imparable de las actividades de aventura

6 min
Una persona saltando con paracaídas desde un avión

Barcelona¿Por qué hay personas que disfrutan poniéndose a prueba en situaciones límite? ¿Qué las empuja a lanzarse desde un puente o a hacer un descenso en bicicleta por un sendero imposible? Pues una explicación la podríamos encontrar en el hecho de que desprender adrenalina –una sustancia que el organismo libera en situaciones de alerta– es beneficioso para nuestra salud. La denominada hormona de la acción se activa cuando nos enfrentamos a situaciones de riesgo o de cierto peligro y es habitual desprender mientras practicamos deportes de riesgo, hacemos un esfuerzo extra o vivimos situaciones extremas. Es, pues, una reacción de nuestro organismo a determinados estímulos externos. ¿Y qué efecto produce la adrenalina sobre el cuerpo? Pues, aunque parezca extraño, desprender adrenalina sería bueno para la salud. La reacción de nuestro cuerpo a una situación de alerta genera que el cuerpo bombee más cantidad de sangre, que por la dilatación de las pupilas tengamos mejor visión o que el cerebro produzca dopamina y serotonina, también conocidas como las hormonas de la felicidad y el bienestar.

Por todo ello, psicológicamente, la adrenalina provoca una sensación de euforia. Esto lleva a las personas a sentirse mucho más vivas para, justo después, una vez superado el reto, relajarse y descansar mejor. Es un estimulante natural que justifica que muchas personas se lancen a buscar nuevas experiencias que movilicen todas estas emociones. Si nos preguntamos por qué nos gusta el riesgo, Roger Ballescà y Ruiz, vicesecretario del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya, precisa que es importante tener presente que "los peligros reales no le gustan a nadie, mientras que los riesgos controlados gustan a bastante gente; por lo tanto, antes de hacer cualquier actividad hay que hacer una buena valoración del riesgo y ver que sea verdaderamente controlado". "Nos puede gustar lanzarnos haciendo puenting, pero porque sabemos que es un riesgo controlado y que la cuerda aguantará. Si no estuviéramos seguros, ya no nos gustaría". En este sentido, Ballescà apunta que hay que distinguir entre "los peligros reales que disparan la emoción del miedo –que no es agradable– y los que son un riesgo controlado que disparan la emoción de la excitación, donde hay cierto temor que podemos asumir porque sabemos que superaremos la situación y después de la excitación vendrá la relajación y la satisfacción de haber superado la prueba".

Una persona haciendo submarinismo

Para el psicólogo, practicar estas actividades de riesgo puede ser enriquecedor: "Dentro del sentido común siempre está bien. Todo lo que sea hacer actividades que significan un reto asumible con unos riesgos asumibles y que generan sensación de estar conectados con la vida y superar retos, yo creo que es positivo. Y esto lo demuestra el hecho de que la mayoría de las personas repiten".

Falsos mitos

Este disparar la adrenalina es una reacción fisiológica de nuestro cuerpo que también conlleva una parte más psicológica que tiene que ver con la superación de un reto, por ejemplo. A menudo escuchamos decir que los niños, y especialmente los jóvenes, son más atrevidos y no tienen miedo de nada. ¿Es cierto? Responde el psicólogo Roger Ballescà: "Se dice, pero se corresponde más con una percepción que con una realidad. Lo que sí que es cierto es que la adolescencia es una etapa en la que se tiende más a explorar el entorno y los mismos límites, y esto coincide con una época donde el conocimiento de dónde podemos llegar o sobre qué somos capaces de hacer no es tan grande como cuando somos adultos. Esto puede derivar en que se busquen situaciones de riesgo que pueden acabar de forma trágica", como pasa con algunos retos virales. Además, en esta etapa la presión del grupo (y también de las redes sociales) es más alta y por eso es más difícil que sepan decir no y se atreven a hacer cosas sin tener mucha conciencia del riesgo que conllevan.

Y por el contrario, muchos, con la edad, nos hacemos más miedicas. ¿Cierto? Ballescà apunta: "Esta todavía la pondría más en entredicho que la anterior, puesto que depende mucho de la persona. Hay gente que se va sintiendo más miedosa a medida que va viendo sus limitaciones y que con la edad su cuerpo no responde igual, y esto les hace tener más inseguridad, pero también hay personas que es a partir de los 40 o los 50 años cuando empiezan a hacer actividades más arriesgadas. Te ves en mitad de la vida y optas por ponerte nuevos retos, como si fuera una segunda adolescencia, volviendo a explorar cuáles son tus límites".

Animar, sí; forzar, nunca

Muchas de estas actividades de aventura se hacen y se viven en grupo, en una experiencia compartida que invita a disfrutar todavía más. ¿Pero qué pasa si vamos en grupo a hacer una experiencia de aventura y alguien se arrepiente? ¿Mejor que no lo haga o podemos combatir los miedos? Roger Ballescà explica que "el miedo es una emoción básica y necesaria para la supervivencia" y que le tenemos que hacer cierto caso. "Pero a veces puede ser excesiva y limitante; si esto pasa, sí que conviene intentar vencerlo y la manera de hacerlo siempre es afrontándolo. Evitar aquella situación solo genera más miedo". Ahora bien, este afrontar el miedo se tiene que hacer de manera progresiva, asegurando que se generará una ansiedad baja que permitirá tolerar la actividad, a pesar de que a veces hará falta un acompañamiento terapéutico, si es un miedo patológico. El psicólogo insiste, sin embargo, que "está bien animar a vencer los miedos; aun así, no forzamos nunca a nadie, porque generaremos el efecto contrario al que se quiere conseguir y la experiencia puede ser muy desagradable. Hay que seguir siempre el ritmo de la persona". Dicho esto, ¿quién se lanza a la aventura? (Os recomendamos hacer todas las experiencias con empresas especializadas.)

1.

Hacer de Tarzán en un parque vertical

Circuitos y tirolinas entre los árboles para sentirse como el rey de la selva. En Tarragona, por ejemplo, tenéis el Jungle Trek, el parque de tirolinas más grande de Costa Dorada, con 11 circuitos, 40 tirolinas y hasta 130 retos diferentes.

2.

Un bautizo de submarinismo

Las aguas de la Costa Brava son el espacio ideal para iniciarse en el mundo del submarinismo con una actividad que se puede practicar a partir de los 10 años y en la que, acompañados de un instructor, se hace una inmersión que permite descubrir las maravillas del fondo marino. Un bautizo de submarinismo en el Estartit es una experiencia top.

3.

Volar sobre las olas

Más allá de Sant Pere Pescador, paraíso del kitesurf, podéis practicar este deporte de agua también en la playa de Castelldefels, por ejemplo. Un deporte extremo de deslizamiento sobre el agua en el que el viento propulsa una estrella de tracción unido al cuerpo mediante un arnés para navegar en una mesa sobre las olas o hacer maniobras imposibles en el aire.

Un chico hace kitesurf
4.

En caída libre

Pocas actividades os dispararán tanto la adrenalina como este clásico del riesgo controlado: el puenting. Un lugar fantástico para probarlo puede ser el puente de Saldes, bajo la mirada del imponente Pedraforca. Una experiencia para los que buscan sensaciones fuertes de corta duración.

Una chica lanzándose haciendo 'puenting'
5.

Sobrevolar paisajes de sueño

Àger, en la Noguera, es el paraíso para los amantes del parapente. La sierra del Montsec es un punto inmejorable para practicar este deporte de aventura, un vuelo sin motor de unos 20 minutos, acompañados de un piloto experto, con el cual, arrastrados por el viento, experimentaréis la magia de volar.

6.

Navegar en aguas bravas

En Llavorsí podéis probar el descenso de hidrospeed, una actividad en la que, con la ayuda de un trineo acuático, podéis flotar y dirigir el descenso por las aguas bravas en recorridos que pueden ir de los 5 a los 14 kilómetros. La edad mínima para practicarlo es de 16 años, pero puede variar según el caudal del río, la temporada y el recorrido escogido.

7.

De barranco en barranco

La extraordinaria geología de la comarca del Pallars Jussà explica que sea uno de los paraísos para la práctica del barranquismo. La guía de descensos de la comarca reseña 32 barrancos como el de Sant Pere, Bòixols o Gurp. Podéis contratar el guiaje de profesionales que os acompañen.

8.

A vista de pájaro

Observar un paisaje desde 4.000 metros de altitud es toda una experiencia. Lo podéis conseguir lanzándoos en paracaídas, y en Castelló d'Empúries - Ampuriabrava tenemos uno de los centros de referencia europeos en paracaidismo y caída libre. Podéis contemplar el litoral salvaje de la Costa Brava a vista de pájaro.

9.

¡Apunta y... dispara!

Un clásico para disparar adrenalina, pero también pintura. Las sesiones de paintball son ideales para hacer equipo y para descargar tensiones. En Sant Esteve de Palautordera, en el Montseny, por ejemplo, os proponen una sesión de este deporte de estrategia, donde se ponen a prueba no solo la fuerza, la velocidad y la agilidad, sino también la inteligencia y la capacidad de trabajar en equipo.

10.

No apto para los que tienen vértigo

Y una última propuesta para aquellos que pasáis las vacaciones en Huesca. Allí está la tirolina doble más larga de Europa. Está en el valle del Tena, en el mirador de Hoz de Jaca, suspendida sobre el embalse de Búbal. ¡Un kilómetro de recorrido a 120 metros de altura y donde podéis lograr los 90 km/hora!

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