Laura Fortuny: "Los archivos son lugares llenos de vida, con historias por descubrir"
BarcelonaPaseando por los pasillos interiores del Arxiu Històric de Barcelona, Laura Fortuny pasa por delante un montón de mapas gigantes. “Es el fondo documental de Ildefons Cerdà”, explica. Y, como Laura siempre dice que “Después del derribo de las murallas de Barcelona ya nada me interesa mucho”, no puedo aguantarme la broma: “Si pudieras, le pedirías a Cerdà que no tirara abajo las murallas medievales de la ciudad, ¿no?” Y ella me rectifica: “No fue cosa suya, él era un visionario, pero no decidió derribarlas. Ahora, cuando visito una ciudad que todavía conserva las murallas, lloro de emoción”, sigue la broma, mientras continúa abriendo puertas de la Casa de l'Ardiaca, la preciosa sede del archivo. Y la mirada se le va a un fajo de documentos. Cada día descubre algo nuevo. Y utilizando las redes sociales, acerca los archivos a la población.
Hija del barrio de Sant Antoni, Laura ya devoraba libros de historia cuando era pequeña. Pero no se decidió a estudiar historia en la UAB hasta que hizo un viaje a Roma, cuando se vio a sí misma haciendo de guía turística improvisada con sus amigos. Cuando entró a hacer prácticas en el Museu Marítim, entendió que los archivos no son solo espacios llenos de documentos. También son espacios llenos de vida. “Me dejaron tocar el fondo de la Compañía Transatlántica. La gente moría, nacía o se casaba en el mar... Y me pidieron crear una base de datos con este registro civil. Me lo pasé muy bien. Un año, por ejemplo, estaba lleno de nacimientos de italianos. Coincidía con una gran hambruna en Italia, cuando miles de personas marcharon a Argentina. Aquellos documentos escondían historias personales y quería estirar cada hilo”, recuerda. Y ya como trabajadora del Arcxiu Municipal, en el corazón de esta Ciutat Vella que tanto ama, puesto que su madre tenía un bar en la Plaça de la Llana, empezó a usar Twitter para acercar el Arxiu a la gente durante el confinamiento: “Esta documentación es pública, tuya y mía. Y no nos la hacemos nuestra. La quiero hacer llegar a la gente”, dice. A veces pasa semanas preparando los hilos de Twitter que publica para explicar las historias de las puertas medievales de la ciudad o los carteles con los nombres de las calles. Y, siempre, centrándose en aquella Barcelona con murallas. “Sin las murallas la ciudad cambió, se hizo más cosmopolita. Se ignora demasiado la Barcelona que va del 1714, época muy estudiada, al derribo de las murallas. Y mira que es una época fascinante, llena de revueltas, de tradiciones... Yo vivo dentro de las murallas medievales de Barcelona. Me obsesionan mucho”. Y su pasión le ha permitido ser invitada a dos escuelas para dar charlas sobre una ciudad que mucha gente redescubre gracias a sus relatos.
Ahora ya trabaja con la documentación sobre un sorteo sorprendente. “En 1772 nació el nieto de Carlos III. Y dentro de las celebraciones el Ayuntamiento constituyó cuatro dotes para cuatro chicas “casaderas”. Pues bien, se presentaron 1.290 solicitudes, mujeres que tenían que aportar mucha documentación demostrando “ser honestas y de buenas costumbres”, tener entre 15 y 30 años... Entonces sin dote no te podías casar. Hablamos de mujeres que hacían de sirvientas, normalmente. Solo cuatro ganaron aquel sorteo. Del resto, muchas estaban destinadas a morir solas después de trabajar toda la vida”. Una de las chicas que pidieron entrar en el sorteo para casarse, por cierto, se llamaba Antònia Font. Incansable, Laura ha recuperado su historia olvidada.