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Helena Sotoca: “No pasa nada por decir que Picasso era un gran pintor y una mala persona”

Divulgadora del arte e ‘influencer’

3 min
Helena Sotoca fotografiada en Barcelona

BarcelonaHelena Sotoca (Madrid, 1993) es músico de profesión. Trabajaba en la Orquesta del Liceu, pero en 2019 su pasión por la historia del arte y el feminismo la llevó a crear la revista digital Femme Sapiens. “En aquel momento las redes eran solo un soporte a la revista. Aquello era un proyecto que hacía sola y era un trabajazo”, recuerda. Pero un día decidió hacer una broma en Instagram. Y las redes pasaron a ser el centro de su trabajo. Colgó una imagen de dos estatuas manteniendo un diálogo sobre la censura de los pezones femeninos en la red. Fue un éxito. El post se viralizó y Helena vio claro que "el binomio humor y denuncia feminista funcionaba muy bien”. Y así empezó su trayectoria como Femmesapiens, un perfil con más de 210.000 seguidores en Instagram y que se ha convertido en su forma de vida. Ya no trabaja en el Liceu, acaba de publicar Ni musas ni sumisas (Bruguera), está acabando la carrera de historia del arte y su trabajo principal es gestionar este perfil. También ha creado el podcast La maja sesuda y colabora con Catalunya Ràdio, donde sigue difundiendo la obra de muchas artistas y a la vez habla de temas clave para el feminismo actual, sin abandonar nunca este toque de humor que le garantiza el éxito. 

Para entender qué hace solo hay que dar un paseo por sus posts. En uno de los últimos aparece el cuadro Judit decapitando a Holofernes de la pintora Artemisia Gentileschi. Sotoca analiza esta obra, su contexto y las múltiples interpretaciones que ha tenido. Es un ejemplo del tipo de contenido que ella ofrece casi cada día a través de redes: historia, información y opinión.

“Mi objetivo es difundir la obra de las mujeres artistas porque hay menos que hombres y han tenido mucho menos apoyo y visibilidad”, explica. Esto ha pasado por dos motivos, según ella: “El primero es que las mujeres tuvieron mucho menos acceso a la educación artística que los hombres. Ellas se tenían que quedar en casa, casarse, hacer de buenas esposas y madres, no estudiar; y, por otro lado, las pocas que lo consiguieron no tuvieron la difusión que tenían ellos. Por eso hago este trabajo”.

También lucha contra una idea “que aún flota en el imaginario colectivo: que las mujeres no pintan tan bien como los hombres”. “¿Cómo puede ser que alguien se lo crea?", se pregunta. Aun así, Sotoca ve brotes verdes. “Me gusta mucho que ahora haya una especie de boom para dar a conocer a grandes artistas como Artemisia Gentileschi, que ahora ya es tratada como una artista de primera. Con todo, a la vez detecto que con las mujeres hay una gran tendencia a analizar sus vidas y cómo esto influenció su arte. En el caso de Artemisia, por ejemplo, todo el mundo pone el énfasis en la violación que sufrió por parte de su tío para explicar las escenas violentas que pintó. En el caso de los hombres esto no lo hace nadie”, dice. Aunque sobre ellos pesen sombras como las de haber sido maltratadores, pederastas o violadores. Lo explica en su libro, donde cita los ejemplos de Gauguin (que compró una niña de 13 años para convertirla en su esposa cuando vivió en Tahití), Lewis Carroll (que tenía la manía de retratar a niñas medio desnudas) o Picasso (que maltrataba a sus parejas). "Esta parte de sus vidas se esconde", lamenta, y añade: “No entiendo como todavía nos preguntamos si tenemos que separar la obra del autor”. “Cuando Picasso pintó el Gernika todo el mundo destacó sus ideas políticas de izquierdas, su compromiso y su lucha por la República, pero ¿no podemos decir que masacraba a sus parejas? Yo creo que no pasa nada por decir que Picasso era un gran artista y a la vez una mala persona”. 

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