Felicidades a todos los cómplices
Teniendo en cuenta que formamos parte de una sociedad dormida, es gratificante ver cómo todavía hay gente que se moviliza por una causa y torpedina con éxito una competición deportiva de primer nivel como la Vuelta. No está todo perdido. Emplear la capacidad crítica, protestar y manifestarse se han convertido en conceptos vintage, porque nos hemos reducido a lo que quiere el sistema: ser instrumentos de consumo de productos e ideas a su servicio. Por eso podemos estar sentados en una calita masificada mientras hacemos scroll entre un posible fichaje del Barça, una camiseta rebajada y un niño cadavérico muriéndose de hambre en la Franja de Gaza. Imperturbables, levantamos la mirada y le preguntamos a la pareja: "¿Qué prefieres comer? ¿Fideuá o paella?". Tenemos la capacidad de indignación de una judía verde.
Lo que ocurrió el miércoles en Bilbao debería ser un ejemplo y sacudir de arriba abajo a la industria del deporte. Los máximos organismos de todas las disciplinas llevan muchos meses ignorando un genocidio retransmitido a tiempo real con la tolerancia de sus aficionados. No reciben ninguna clase de presión masiva para tomar decisiones y vetar a Israel de las competiciones. La UEFA se despidió de Suleimán al Obeid, la estrella de la selección palestina de fútbol, pero permaneció en silencio cuando el delantero del Liverpool Mohamed Salah los interpeló para que explicasen cómo, cuándo y dónde había muerto. Mientras, el mismo organismo permitirá al Maccabi de Tel-Aviv jugar la Europa League, al igual que la FIBA acepta que la selección israelí compita en el Eurobasket y, en la Euroliga, el Barça debutará contra el Hapoel. Rusia, en cambio, fue excluida cinco minutos después de invadir Ucrania. Era más fácil.
Ha vuelto la cantinela del "no hay que mezclar política y deporte". ¿De verdad? A Al-Obeid, el Pelé palestino, le dispararon las fuerzas israelíes mientras esperaba ayuda humanitaria entre multitudes el 6 de agosto. Tenía 41 años, pareja y cinco hijos. Más allá de la reivindicación de Salah, las asociaciones de futbolistas o las grandes figuras de este negocio no han movido ni un dedo cuando han asesinado a un colega. ¿Dónde están las estrellas del Barça o el Madrid? ¿Y qué hacen los clubs? Continúa la doctrina ultracapitalista que inventó Michael Jordan: "Republicans buy sneakers too" (los republicanos también compran zapatillas). Felicidades a los cómplices: los que lo permiten y los que callan. Los únicos que pueden dormir tranquilos son los activistas de Bilbao, rodeados de ciclistas preocupados por su seguridad personal. La vergüenza ya es infinita.