Ivo Gut: "No estamos solos: llevamos dos kilos de bacterias dentro"
Director del Centro Nacional de Análisis Genómico (CNAG)
BarcelonaIvo Gut (Basilea, 1960) es director del Centro Nacional de Análisis Genómico (CNAG) desde 2010. El centro, ubicado en Barcelona, colabora con la comunidad científica del país y también internacional con el objetivo de mejorar la salud a través del análisis del genoma.
¿Cuál es el papel del CNAG en el ecosistema de investigación catalán?
— Nosotros hacemos análisis genómico. Cogemos información genética para mirar si existen errores y qué vinculación tienen estos errores con el desarrollo de enfermedades. Buscamos mutaciones en el genoma.
¿Qué información puede obtenerse a partir del genoma?
— Toda. El genoma humano cuenta con más de 3.000 millones de puntos de información. Es muchísimo. El único problema es que sólo comprendemos aproximadamente un 10%. A medida que ampliamos este conocimiento tendremos más capacidad para entender y, por tanto, curar enfermedades que por ahora son incurables.
¿Cómo por ejemplo?
— Las enfermedades minoritarias son un buen ejemplo de ello. Si sabemos más del genoma humano, entenderemos mejor cómo funcionan estas patologías, pero también otras más comunes como el cáncer, la diabetes y la presión arterial, que afectan a mucha más gente.
¿Y cómo ampliar el conocimiento que tenemos del genoma?
— Existen diversas estrategias. Podemos realizar el estudio funcional de varias células del cuerpo, una de la piel y una de la sangre, por ejemplo, y comparar cómo se comportan. También podemos comparar el conjunto del genoma humano con el de un primate, que genéticamente es muy similar al nuestro, e identificar puntos compartidos en los que no existan variaciones.
¿Sólo puede hacerse a través de la comparación?
— No, también podemos mirar al futuro. Es decir, tomamos un genoma, lo modificamos y miramos qué efecto generan los cambios que hemos introducido. Esto puede hacerse de forma sistemática y, a medida que vas recopilando información, vas cartografiando el genoma en cuestión.
¿Qué capacidad tiene el centro en la actualidad?
— El año pasado realizamos 1.175 proyectos de investigación, de los cuales el 71% estaban vinculados al cáncer ya enfermedades raras, procesando 15.118 muestras. El CNAG puede secuenciar el equivalente a 100 genomas al día. También tenemos proyectos con animales y microorganismos como las bacterias.
Este 2024 ya han realizado publicaciones destacadas.
— Sí, a principios de año publicamos un estudio en la revista Inmunity que incluye el censo más exhaustivo que se ha hecho hasta ahora de las células que existen en la amígdala humana, que clasificamos en 121 tipos diferentes. En concreto, es un mapa de las células inmunitarias que existen dentro de la amígdala.
¿Las han identificado todas?
— Es probable que haya más, pero con la resolución que tenemos ahora sabemos que, como mínimo, tenemos 121 tipos de células inmunitarias distintas. Son unas conclusiones inéditas, nadie había hecho un estudio hasta ahora con esa profundidad.
¿Qué implicaciones tiene?
— La amígdala es como una aduana: es por donde pasan todos los patógenos que vienen por la vía respiratoria alimentaria. Su ubicación es buenísima porque es accesible y, a su vez, a menudo actúa como la primera línea de defensa del cuerpo. Ahora podremos ver cuándo se activan las células frente a una infección, si son efectivas y cuáles son las especificidades de cada célula. Veremos funciones que serán diferentes unas de otras.
¿Y estas conclusiones cómo se aplican al estudio del cáncer?
— Pues, si lo analizamos, verme cómo se comportan las células cancerosas con estos 121 tipos que hemos identificado. Podremos saber cuáles tienen fuerza y pueden combatir el cáncer y cuáles no funcionan de forma correcta y dejan de proteger el cuerpo. Si sabes esto es más fácil después de desarrollar terapias dirigidas.
¿Para desarrollar inmunoterapias es necesario disponer de buenos análisis genómicos?
— Yo creo que sí. Pienso que los centros que las desarrollan deberían tener mayor confianza en nosotros. Muchas veces utilizan análisis muy reducidos, centrados en un problema concreto que quieren solucionar. Pero tener análisis de alta resolución como los que hacemos nosotros facilitaría las cosas. La combinación entre un buen análisis genómico y una inmunoterapia puede ser muy buena.
¿Hay que acercar el análisis genómico a otras ramas de la medicina, pues?
— Totalmente. Uno de los retos que tenemos por delante es la integración de la genómica dentro del sistema de salud. Debemos acelerarlo. Hay un proyecto llamado Impact que persigue este objetivo y nosotros colaboramos con él.
¿Qué otros retos tienen de cara a los próximos años?
— En investigación debemos profundizar más en la comprensión del genoma y superar el umbral actual del 10%. Es muy importante. Esperamos que las nuevas tecnologías nos ayuden a conseguir un porcentaje de comprensión mucho mayor.
¿Y más allá de los humanos?
— Por supuesto, nosotros no estamos solos, hay dos kilos de bacterias que llevamos dentro todo el día. ¿Qué pasaría si no los tuviéramos? Normalmente son buenos, nos ayudan a digerir, por ejemplo, pero también los hay malos, y no los comprendemos del todo.
¿Y también los secuencian?
— Sí, analizamos la multitud de bacterias que nos acompañan, pero también otros elementos externos que nos afectan directamente, como la flora y la fauna. Tenemos mucho trabajo por delante.
¿Y la seguirá haciendo usted, después de 14 años?
— [Ríe.] Un día me jubilaré, pero no pongo una fecha concreta. Por el momento me veo capaz de seguir al frente del CNAG.