Biología

Observar los bonobos para entender a las sociedades humanas

La compleja capacidad de cooperación de estos simios da claves sobre el origen de la organización social humana

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Uno de los aspectos cruciales de todas las sociedades humanas es la capacidad que tenemos de cooperar con personas de nuestro mismo grupo y, a menudo, también con individuos de otros grupos. Sin esa habilidad extraordinaria, que con frecuencia nos lleva a dar algo sin esperar nada inmediatamente a cambio, la sociedad se disgregaría y las luchas entre individuos y entre grupos serían aún más frecuentes. Estos aspectos, que desde hace muchas décadas se han estudiado desde diversas disciplinas académicas, como la sociología, la psicología, la antropología y la biología, se han tenido que ir forjando a través de la evolución.

La evolución de la cultura

Analizar la evolución de aspectos culturales como la capacidad de cooperación es especialmente compleja. Una de las estrategias que se utiliza es examinar los restos fósiles y las herramientas utilizadas por nuestros antepasados, tanto de nuestra especie,Homo sapiens, como de las que nos precedieron, como elHomo erectus o elHomo habilis, entre otros, y comparar datos genómicos sobre las relaciones de parentesco y la movilidad de los individuos para extraer conclusiones de cómo podían haberse organizado sus grupos sociales y de qué manera interactuaban entre ellos.

Otra de las estrategias, complementaria a las anteriores, es estudiar cómo son las relaciones sociales y de cooperación en nuestros parientes vivos más cercanos desde el punto de vista evolutivo, que son los chimpancés (Pan trogloditas) y los bonobos (Pan paniscus). El último ancestro común de estas tres especies vivió hace unos seis o siete millones de años. No era igual a ninguna de las tres especies, pero seguramente tenía algunas características comunes a las tres.

Esto es lo que han hecho los primatólogos y antropólogos Liran Samuni y Martin Surbeck del centro de primatología de Göttingen, en Alemania, y del departamento de biología evolutiva humana de la Universidad de Harvard, en EE.UU. Según han publicado en la revista Science, la cooperación que establecen los bonobos con otros individuos de su grupo y con otros grupos tiene muchos más paralelismos con las relaciones humanas que las de los chimpancés, pero en otros aspectos, como por ejemplo en la protección agresiva del territorio, nuestro comportamiento se puede parecer en algunas ocasiones al de los chimpancés.

Cooperación y preferencias

Samuni y Surbeck se fijaron en dos grupos de bonobos que viven en la reserva de Kokolopori, en la República Democrática del Congo. Estos dos grupos hacen vidas separadas, pero los encuentros son frecuentes. De hecho, según este estudio, por término medio pasan el 20% del tiempo interactuando entre ellos. Las relaciones de cooperación entre bonobos dentro de cada uno de estos grupos es muy frecuente: se acarician y se desparasitan unos a otros y también comparten comida cuando la encuentran.

Se ha visto que, sin embargo, tienen preferencias a la hora de cooperar. Cada individuo muestra más tendencia a cooperar con algunos de sus congéneres que con otros. Al analizar el flujo de las relaciones sociales que establecen, Samuni y Surbeck han observado que los individuos que cooperan con mayor frecuencia con otros sin obtener ningún retorno inmediato a cambio, también son los que reciben más muestras de cooperación posteriormente, de éstos o otros individuos de su grupo, lo que sienta las bases de lo que se llama altruismo recíproco.

Uno de los aspectos más interesantes de esta investigación es que, cuando se encuentran los dos grupos de bonobos, cooperan entre ellos prácticamente de la misma forma que lo harían con los colegas de su mismo grupo: se acarician, se desparasitan y comparten la comida. El flujo de relaciones sociales también es idéntico: los individuos que cooperan con mayor frecuencia sin obtener ningún retorno inmediato son los que acaban recibiendo más muestras de cooperación.

La clave del altruismo recíproco

Según Samuni y Surbeck, este comportamiento podría ser la base evolutiva sobre la que se sustenta la cooperación humana, increíblemente más compleja, no sólo con personas de nuestro entorno, sino también con individuos de otros grupos, a menudo completamente desconocidos. Sin ese altruismo recíproco, que ofrece sin esperar nada a cambio, pero que genera muestras similares hacia uno mismo, las complejas sociedades etnolingüísticas, que es como las llaman estos investigadores, formadas por cientos de miles o por millones de personas, no podrían mantener. Tampoco se mantendrían las relaciones de cooperación pacífica entre los miembros de distintos grupos etnolingüísticos.

Sin embargo, en el caso de la especie humana, los conflictos entre grupos, que a menudo se manifiestan de forma agresiva y que con frecuencia tienen como origen el control sobre el territorio, tanto físico como, dicho de forma metafórica, cultural, encuentran uno paralelismo en el comportamiento de los chimpancés. Se sabe de otros estudios que los chimpancés velan por el territorio que consideran suyo, realizan cierta vigilancia y se enfrentan agresivamente a los chimpancés de otros grupos cuando entran o se acercan demasiado.

En cualquier caso, como dicen los autores del estudio, no es que nuestros comportamientos sociales sean una mezcla de quienes muestran estas especies con las que estamos estrechamente emparentados, sino que de algún modo los antepasados ​​comunes ya los debían tener a todas tres especies y cada una, a través de procesos de selección natural, les ha ido adaptando al hábitat en el que vive.

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