Bar Torrente: las calles de Sant Andreu, el ingrediente secreto de Roger
Sus platos capturan la esencia de la cocina tradicional con un toque de modernidad
- Dirección: calle de Parellada, 28 (Barcelona)
- Carta: muy extensa y variada
- Obligado: tataki de vaca madurada gallega macerado en especias
- Vino: carta variada con vinos catalanes, españoles y europeos
- Servicio: explicativo con los platos que pides
- Local: con dos espacios, hospitalario
- Precio final por persona: 35 €
Roger ha dedicado su vida a conseguir dos objetivos fundamentales: perfeccionar su pasión de siempre, la cocina, y conseguir el éxito profesional en su barrio, donde él tiene sus raíces. Pese a haber tenido oportunidades para explorar cocinas internacionales en Australia y el sudeste asiático, siempre sintió un imán que le atrajo de vuelta a las calles familiares de Sant Andreu. "Aquí es donde quiero cocinar mi reputación", dice con determinación. Con más de dos décadas de experiencia en restaurantes de alto renombre y locales más cotidianos ha llegado a una conclusión reveladora: "He aprendido más en las cocinas humildes y de batalla que en los lujosos establecimientos". Esta mentalidad le impulsó a replantearse la vida y dar un paso audaz, abrir su propio negocio en el 2019: el Bar Torrente, en Sant Andreu.
Su pasión por la cocina se remonta a su infancia, aunque sus padres inicialmente tenían otras expectativas para él. "Querían que estudiara una carrera", recuerda Roger. Aún así, su amor por la cocina era innegable, y finalmente siguió su corazón y abandonó la universidad después de un año de estudiar filología inglesa. "Yo quería cocinar", afirma con convicción. La filosofía culinaria de Roger es simple pero poderosa: calidad, armonía y consistencia. Sus platos, compuestos por no más de cuatro o cinco elementos, capturan la esencia de la cocina tradicional con un toque de modernidad. Convierte ingredientes simples en platos que deleitan a los comensales y se nota con lo primero que probamos, el tataki de vaca madurada gallega macerado en especias, un plato sencillo y extraordinario a la vez. "Es un lomo bajo con cuarenta días de maduración, hacemos una maceración con cebolla de higueras, salsa de soja sin gluten y especias con la que acompañamos la carne, aceite de oliva y poco más", señala Roger desde la cocina .
En la sala quien manda es Camila, y sabe que no podemos marcharse sin probar tres platos. El primero es el bikini de fricandó con setas y queso manchego, uno de los santos griales del Torrente y con razón: tierno y contundente a partes iguales. Con el buen regusto de este plato, Camila nos trae dos clásicos más del local: la torta de butifarra desparrallada, setas, cebolla de Figueres, alioli y romesco y la tortilla abierta con espinacas, carbonara de jamón ibérico y setas de temporadas. Demostración empírica que con pocos productos por plato hace maravillas. "Y además son perfectas para compartir entre los tres", añade Camila. Pero el almuerzo no termina aquí. Mientras agotamos la botella de Altaroses, un Montsant elaborado por la bodega Joan d'Anguera, coronamos la comida con el mutábal (paté) de berenjena con pan a la parrilla, el pollo crujiente con salsa de mostaza y los dados de atún marinados con sandía.
El punto final lo aportan el postre, pastel de queso y lemon pie, densos y golosos, como mandan los cánones. Hoy en día los padres de Roger son sus mayores admiradores, y su padre incluso se encarga de una parte de la contabilidad del negocio. El Bar Torrente sigue creciendo en prestigio y calidad, pero su ambición no conoce límites. Sueña con abrir más locales en Sant Andreu, expandiendo así su influencia culinaria en su querido barrio. Aquí, entre familiares y amigos, encuentra la inspiración y la libertad para seguir cocinando su camino hacia el éxito. Para Roger, el éxito no se mide en estrellas Michelin ni en reconocimientos internacionales, sino en la sonrisa de satisfacción de sus comensales y en el orgullo de saber que contribuye a mantener viva la tradición culinaria de su barrio. Objetivos conseguidos.