Si ustedes están más guapos a los cincuenta que a los cuarenta, ¡este es su vino!

El priorato de hoy, el Genium Ecològic, es un 2016, por lo que –siempre si hablamos de vinos, no de personas– tiene varios años. Degustar vinos de añadas antiguas siempre es un juego: “¿Estará vivo? ¿Tendrá nervio todavía?” En el caso del Genium, el envejecimiento –o la madurez– ha hecho lo que hace con muchas personas: le ha suavizado, que no domesticado, le ha afinado, que no adelgazado, le ha redondeado, que no fortalecido. ¿Cuántos de ustedes, con los años, han perdido furia y han ganado quién sabe?

El Genium Celler es la aventura –qué envidia– de cinco familias de Poboleda. Ricard Abella, uno de ellos, hace: "Nantros éramos cooperativistas, pero un día nos decidimos asociar". Cada uno trabajaba su finca, pero compartíamos las instalaciones. “Hicemos obras en casa de Antonieta, cuñada, y en los bajos hicimos la bodega. En cada una de las cinco casas tenemos cosas. En una las botellas... En la otra los tapones... ¡Incluso en casa de la enóloga, también en Poboleda!” La enóloga es la talentosa Roser Amorós, de la Conca, pero con casa allí. Poboleda, ya ven, es tierra de mujeres sabias. Allí está, también, Silvia Puig, de la Bodega En Números Rojos, que hace un vino imprescindible que si prueban están perdidos. Todo el mundo nos confunde, por cierto, a ella ya mí: salgo ganando yo.

Salieron en el 2003 y, enseguida, un importador que pasaba por allí les compró la mitad de la producción para Estados Unidos. “Fueron los años más alucinantes. Fuimos a Miami... Claro, en el extranjero te tratan como uno más, seas pequeño o mayor. Pero entonces, con la crisis del 2008, Estados Unidos dejó de comprar. El importador quería vinos más económicos y hay un momento en que, como campesino, no puedes hacerlo.”

Este hecho es una suerte, porque hoy tenemos en la copa esta añada antigua y un vino como éste lo tenemos que disfrutar nosotros. “Jugamos con cabernet, con merlot... Como tenemos… pero cada vez menos...”. El vino viene de dos fincas, la de él, de tres hectáreas. "En la partida de Les Salanques, la mía, y la otra, que es Mas d'en Gil, con garnacha, cariñena y merlot". El nombre de Mas d'en Gil (en cada pueblo del Priorat hay uno, de Mas d'en Gil) no tiene nada que ver con el Mas d'en Gil de Bellmunt del Priorat, que hacen el (diré “ mítico”) Clos Fontà. En el año 21 le cambiaron la botella, que ahora es borgoñesa (la de los hombros caídos) y la etiqueta. Esto es importante. A los compradores del norte de Europa les gusta la botella borgoñesa y –mucha atención– que no pese tanto. Si no pesa tanto, es más ecológica.

Tenemos, pues, un priorato clásico, no un priorato –a menudo servimos alguno, en estas páginas– moderno, sean dichas las dos palabras con el mismo placer y salivera. Es un vino para carnes, guisos, con mucha grasa, para una comida contundente. Ábranlo antes, que respire. El vino top de la bodega, déjenmelo decir, es el Costers, con más cariñena que garnacha.

A veces te encuentras con que, cinco años después de salir al mundo, pruebas uno de esos vinos y piensas que ya ha pasado su momento. Pero guardas alguna botella por si acaso. Y entonces, años después lo catas y vuelve a ser un gozo. Como nosotros, que, a veces, en los treinta parecemos acabados y en los cincuenta, escuche, estamos maravillosos. “Durante unos años no queríamos llevarlo a catas, porque estaba cerrado, tenía puntos amargos”. Pero ahora... Ahora, hace saltar las lágrimas.

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