Una joven viticultora deja Suráfrica y llena de magia el Penedès

Hoy la copa se llena de un proyecto joven, pequeño, auténtico, viejo y nuevo. Un macabeo cien por cien en un terreno calcáreo en Sant Martí Sarroca, en el Penedès. Uno de los vinos de Can Lleó. El Genuino Macabeo Viña Las piedras. En la masía, preciosísima, que hay que visitar, se hace vino desde 1751. En 1986, cerraron la bodega –36 años parada– pero seguían cuidando los viñedos. En 2021, Albert, de la familia León, y su compañera, Judit, contactaron con Joan Asens. Es un viejo conocido de estas páginas. Sale muy a menudo. Al ser muy sabio, ha sido maestro de muchos sabios, enólogo de Álvaro Palacios y padre de Orto Vins. Él, Joan, llamó a una jovencísima enóloga, Aina Mariné. Los abuelos de Aina eran campesinos, tenían olivos y viña. A ella le gustaba la ciencia. Por suerte nuestra, se decantó (y el verbo es exacto) por la enología. Estudió en Rovira i Virgili, como tantos enólogos de este pequeño país de vinos, y se enamoró del oficio. Rodó mundo. La teníamos haciendo una vendimia en Suráfrica cuando Joan Asens le propuso el trabajo a cuatro manos. Dijo "sí". Estimaba el Penedès y quería hacer vinos precisos, de parcelas únicas y con variedades autóctonas. Esto, que ahora parece tan natural, hubo un día que no lo era para nada. Enseguida en Can Lleó plantaron sumoll y moneu (un día tendremos que hablar largo de estas variedades recuperadas).

El macabeo de hoy es un vino para jugar. “Ah! ¿De modo que esa indomable adolescente, tan dulce si sabes entrarle de frente, es la macabeo?”. Y la macabeo de nuestra copa representa exactamente lo que da el viñedo. Es degustar un territorio y es degustar una variedad que lleva el Penedès dentro. Si tiene la ocasión de ir probando, de macabeos, verá que es “cien por cien Penedès”. Aina manipula el viñedo lo menos posible y hace la cosecha manual. No añade sulfitos. Esto significa que debe haber mucha acidez. Los viñedos tienen cincuenta años –ya los cincuenta un humano no es viejo, pero un viñedo sí–. Sólo hacen 2.000 botellas.

En la bodega, claro, hacen otras muchas cosas maravillosas. Por ejemplo, el único tinto que tienen es una garnacha golosa, fresquísima, que no me puede gustar más. El viticultor del viñedo es Dani Figueras, y como todos, tiene una foto en la contraetiqueta de la botella. El viticultor de la viña Les Pedres, el macabeo de hoy, es Alfred Vert. Los aplaudiría.

Un círculo que se desata

La macabeo –y lo hemos dicho en otras páginas– está sufriendo el cambio climático como pocas variedades. El círculo, explica Aina, “se está desatando”. En pleno invierno las temperaturas son de primavera, por lo que el labrador poda y, al cabo de nada, la planta rebrota, confundida, porque hace calor. No hay reserva hídrica. Dicen los viejos de la región, de todas las tierras, que no recuerdan un clima así en toda la vida. Esto significa algo que no me saco de la cabeza: si los viejos de noventa años no recuerdan un clima así, los viñedos tampoco. ¿Qué haré yo hoy con esta macabeo tan especial? Un atún, que me encanta. O un arroz. Pero nos aguanta una señora carne.

Tiene en la copa la añada 2023, y es una muy buena añada. Concentrada, seca, con poca agua, con mucha calidad sanitaria (nada de hongos) y un suspiro más de color. También –y éste es el gran acierto, tan sexy, del vino–, mucha más intensidad aromática. Pasa dos meses en ánfora, lo que significa mineralidad, una parte más salina. Ahora le diré algo muy loca, si queréis, que le hará ilusionar mucho: encontrará –pero tenga paciencia– notas cítricas y... notas de hojas de té. Está bebiendo un proyecto joven y lleno de energía y talento. No se lo puede perder. Brindemos.

Patrocinado por: