Vips&Vins

Maria Climent: "Me siento más juzgada por dar el pecho que por beber vino"

Escritora

3 min
María Clemente.

La maternidad es un tema tratado en tu último libro, En casa teníamos un himno, y vivido en primera persona durante el día a día. ¿Qué espacio ocupa el vino en ese contexto?

— Es una de las cosas que más he echado de menos, más que cualquier otro alcohol, porque de combinados no en pico y la cerveza siempre se puede sustituir por un refresco. Pero el vino a la mesa sí lo he añorado en algún momento porque hace tiempo que redujo mucho su consumo: durante la búsqueda del embarazo, casi dejé de beberlo, durante el embarazo, evidentemente, cero, y ahora que la niña tiene año y medio, y que ya toma menos pecho, cuando sé que no debe mamar en ciertas horas, sí me he tomado una copa de vino.

¿Te sientes estigmatizada por beber una copa de vino y ser madre de un bebé?

— No. Yo me siento más juzgada por dar el pecho que por beber vino. Nunca me he encontrado a nadie que me diga: "Uy, ¿te tomas una copa de vino?" o "deja de beber alcohol". En cambio, sí me he encontrado a mucha gente que me ha preguntado: "Uy, ¿aún haces pecho?". Y más cansada que yo no lo estará nadie.

En tu último libro hay un personaje que es de Terra Alta. La geografía y el hablar están tratados meticulosamente para retratar la zona. ¿El vino, propio de la Terra Alta, jugó algún papel a la hora de construir este personaje?

— No de forma directa, pero sí está presente. Sobre todo con su hija pequeña, que tiene diferentes encuentros con el alcohol. Podríamos decir que lo tiene superintroducido, que creo que es algo que pasa a mucha gente joven, porque el hecho de beber está muy normalizado. Ella alucina cuando ve que su madre y su hermana pueden beber sólo un sorbo de limoncello o una copa de vino y detenerse. Ella necesita beber y ver el final de la botella. Ésta es la línea de peligro, entre un consumo responsable y el que no lo es.

A la hora de construir este relato, ¿existía una voluntad de destacar que el alcohol también puede ser una línea roja según se utilice?

— Sí, yo quería que se notara que ahí había un tema. Hay una escena que ilustra mucho este relato, que es cuando llega a casa y nada tiene en la nevera, sólo dos cervezas. Se las bebe, en casa y sola, medio acabándose una tarrina de sobrasada. Es una imagen tristísima que denota que está disconforme con su vida. Claro que el alcohol puede tener este punto social y animoso, pero a su vez puede ser tristísimo. El vino también aparece de una forma muy diferente a Gina, que bebe vino con Isabel para adquirir este punto de sofisticación y aparentar ser mayor.

Por tanto, ¿en tu imaginario vinculas el vino a la madurez?

— El vino tiene un puntito más de sofisticación. Es una percepción que no tengo con la cerveza, que le asocio más a refrescarme oa una bebida más rápida, aunque haya cervezas muy bien elaboradas. Es como un paso más. Como supongo que le ocurrió a mucha gente, el primer alcohol que bebí fue la cerveza y la primera cerveza no te gusta, porque estás acostumbrada a beber coca-cola. Pero como tienes 18 años, estás en la uni, y en el césped de la Autónoma... Empiezas por aquí y después un día das un salto y catas una copa de vino.

¿Y esta copa cómo sería, en tu caso?

— Aunque ahora no bebo demasiado vino, el vino bueno me gusta, si tengo que beber vino malo, prefiero beber agua. Yo elegiría alguno del Montsant, del Priorat o de la Terra Alta, que vinos blancos hay muy buenos. Como ves, me gusta bastante la proximidad, hacer territorio y reivindicar. En cuanto al vino, siempre tengo tendencia a pedir vino tinto porque tengo la sensación de que me sube menos a la cabeza; al menos, el blanco tiene el peligro de que te lo bebes más rápido.

¿Tienes alguna recomendación en especial?

— Pues sí, hay uno que me gusta mucho, que es el vino Traca y Pañuelo de la Bodega Mas de les Vinyes, en el Montsant. Tanto blanco como negro son muy buenos.

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