Ni un día en casa

Los sabores de Kobe con productos de la Cerdanya

Una cocina japonesa exquisitamente elaborada, con una presentación impecable y llena de sensibilidad en Llívia

Ken y Silvia en la sala del restaurante.
  • Dirección: calle de Estavar, 35, 17527 Llívia
  • Carta: cocina japonesa con producto de la Cerdanya
  • Obligado: maki de ternera de la carnicería Pons de Llívia
  • Vino: carta bien seleccionada
  • Servicio: cercano y casero
  • Local: íntimo, cómodo y bien decorado
  • Precio por persona: 50 €

Kenichi y Silvia se conocieron en Barcelona mientras él estudiaba dirección de arte y ella pedagogía. Él es de Kobe (Japón) y ella de Burgos (Castilla y León). ¿Y qué hacen ambos regentando un restaurante en Llívia? Pues básicamente hacer felices a los comensales y construir un proyecto familiar en un lugar ideal para trabajar y vivir.

No es fácil destacar gastronómicamente en Llívia, donde la oferta es amplia y de gran nivel. Sin embargo, la propuesta de Kenichi Hanasaki y Silvia Ortega se ha consolidado con fuerza en la comarca. Cada vez son más los visitantes –como nosotros– que se llegan a ella para descubrir una cocina japonesa exquisitamente elaborada, con una presentación impecable y llena de sensibilidad. Empecemos con unos edamame con yuzukosho (vaina de soja verde salteada con ajo, mantequilla y cítrico de yuzu con pimienta verde), un surtido de nigiris (langostino, calamar, salmón, atún y vieira) y un plato con anguila del delta del Ebro braseada y cocinada siguiendo la receta tradicional de Kyoto. Este inicio nos sirve para convencernos de que hemos hecho muy bien venir hasta la antigua capital de la Cerdanya.

El Opositor Noir de la bodega Las Acacias de Aviñón es el escogido para acompañarnos. Vino joven, bien de precio, fácil de beber y elaborado con una variedad autóctona del Bages, el picapoll tinto. La segunda parte del almuerzo nos lleva a probar eluramaki yaki niku con romesco casero (maki relleno de ternera de la carnicería Pons de Llívia marinada con soja, ajo y jengibre; cocinada y braseada con cebolleta en tempura). Hagamos caso a la pizarra de las sugerencias y catamos también el nigiri de wagyu hida japan (el wagyu es braseado con un toque de sal yuzu y wasabi fresco). Estos platos son deliciosos y, para nosotros, icónicos. La cocina de Can Ryu es versátil y adaptable a cada época del año. Acabamos la comida con helados caseros hechos por Kenichi: macha, sésamo negro y vainilla.

Ahora es el momento de conversar pausadamente con los culpables de que la cocina japonesa tenga un referente en Llívia. Hace tres años decidieron que lo mejor para la familia era iniciar un proyecto vital y profesional juntos. Kenichi cocina y Silvia gestiona el negocio. Él en los ratos libres es un corredor de carreras de montaña, ya ella el empuje le ha llevado a formar parte del Grupo de Mujeres Emprendedoras de la Cerdanya.

"Entre la carta de verano y la de invierno hay diferencias. Cada estación incorpora sus productos y casi siempre son de proximidad. Hay una red de apoyo entre los comerciantes del pueblo y los productores de la comarca. La gente se ayuda y se apoya", nos comenta Kenichi. "Hay que acostumbrarse a los desequilibrios temporales. Hay épocas en las que Llívia es un pueblo con alta demanda y no puedes entrar a ninguna parte y otros en los que parece un pueblo fantasma. Tienes que prepararte física y psicológicamente para gestionar esta realidad", reconoce Silvia.

A ambos les gusta mucho el estilo de vida de Llívia. En Can Ryu se respira paz, serenidad y todos los platos son tratados y presentados con amor. Destacan los sabores que te transportan directamente a cualquier callejón de Kobe, pero estás en Llívia, uno de los pueblos más importantes de nuestro país, gastronómicamente hablando.

En Can Ryu todo gira en torno a la familia, y es que Ryu es también el nombre del hijo en común de la pareja. Es un nombre simbólico que une familia y negocio.

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